lunes 02 de diciembre de 2013, 12:06h
Desde su inicio, y siguiendo una larga tradición de la
política argentina de querer agrandar las bonanzas, sin mirar los costos de
largo plazo, el kirchnerismo se planteó el objetivo de maximizar el crecimiento
derivado del extraordinario escenario de precios internacionales de los
commodities, evitando que esos precios se reflejaran en el mercado interno.
Dicho intento dio lugar a una maraña de subsidios,
prohibiciones de exportar, retenciones e impuestos varios, distorsiones e
intervenciones en los mercados, controles de precios, etc. etc., generando, en
consecuencia, la destrucción de la oferta, en muchos productos, (dada la lógica
resistencia de los productores a recibir "precios razonables" en lugar de
"precios verdaderos"). Y una explosión de gasto público, por los subsidios a
los consumidores y empresas industriales.
A su vez, esto obligó, primero, a un récord de presión
impositiva para tratar de financiar dichos subsidios y pagar, además, incrementos de salarios, empleo público,
jubilaciones, más el subsidio a la vejez, disfrazado de moratoria previsional.
Complementariamente, se instrumentaron después, las
sucesivas "tomas por asalto" de los stocks de los ahorros privados en las AFJP
y de las Reservas del Banco Central. A lo que hay que sumarle el uso de "stocks
ocultos", desde la degradación de suelos por la sojización, hasta el deterioro
de la infraestructura de energía y del transporte (con asesinatos incluidos).
Por supuesto, la realidad terminó imponiéndose, mostrando
que es insostenible lograr los beneficios de la mejora de los términos del
intercambio, sin pagar sus costos.
Ahora, para "solucionar" las consecuencias de estas
acciones, la política se ha planteado una trinidad de objetivos, que sólo
pueden concretarse "de a pares".
Me explico.
El gobierno pretende transcurrir sus últimos dos años,
frenando la caída de reservas del Banco Central (para no tener una explosión
macroeconómica, derivada del descontrol cambiario). Sosteniendo el nivel de
actividad (para tener alguna chance de imponer un candidato K. en las
elecciones presidenciales). Y sin hacer un ajuste violento del gasto público
(para no afectar a sus clientes directos, ni presionar sobre la ya elevada tasa
de inflación y los costos empresarios, reduciendo demasiado los subsidios).
Pero, como ya les explicara, estos tres objetivos son
imposibles de conseguir,
simultáneamente.
Van de a dos.
Si quiere mantener las reservas y el nivel de actividad,
tiene que ajustar el gasto público que se financia emitiendo pesos. (De lo
contrario, esos pesos "excedentes" presionan sobre la demanda de dólares).
Si quiere mantener el nivel de actividad y el gasto público,
pierde reservas. (Por aumento de importaciones).
Y si quiere mantener reservas y el gasto público, se cae el
nivel de actividad (por límites a las importaciones).
Por supuesto que una alternativa para salir de esta
encerrona, sería poder aumentar dramáticamente las exportaciones.
Pero el único sector superavitario en materia de comercio
exterior, mal que le pese a este entorno "industrialista", es el complejo agroindustrial y minero, con poca
respuesta en el corto plazo, por restricciones externas, por costos internos, o
dependientes adicionalmente, de factores exógenos, como el clima.
En el corto plazo, entonces, solo queda una forma de superar
esta diabólica trinidad: endeudarse en dólares. Es decir, mantener el nivel de
gasto público y el nivel de importaciones, y financiar la resultante caída de
las reservas con deuda externa.
Y eso lo que se está tratando.
Por eso, el intento por mejorar las relaciones con el FMI y
los Estados Unidos. Un eventual arreglo con los buitres. Algún avance con el
Club de París y el anunciado pago de una indemnización a Repsol, por la
confiscación de parte de sus acciones en YPF, de manera que, luego, YPF pueda
ir al mercado a obtener dólares contra su concesión en Vaca Muerta. (Para lo
cual hay que dar marcha atrás con la regulación que obliga a las empresas
petroleras a vender sus dólares de exportación al Banco Central).
El economista Nicolás Gadano, me recordaba que la última
dictadura militar, tratando de prolongar al vida útil de la tablita, terminó
endeudando a YPF, allá por principios de los 80.
Como les dije la semana pasada, no me extrañaría ver a la
Revolución haciendo el ajuste.
Por ahora, trata de hacer el endeudamiento.