lunes 11 de noviembre de 2013, 08:49h
El irlandés Samuel Beckett, uno de los más importantes
autores del experimentalismo literario y el teatro del absurdo, escribió a
fines de los años 40, del siglo pasado, una obra llamada "Esperando a Godot".
En dicha obra, dos vagabundos (y el público) esperan en
vano, a la vera de un camino a un tal Godot,...que nunca llega.
Como después de las elecciones del 2007, del 2009, del 2011y
ahora del 2013, los argentinos, otra vez, estamos esperando a la "nueva"
Presidenta.
Pero la condición de "nueva" no se refería antes, ni tampoco
ahora, a una transformación física, o personal, (aunque ahora, lo pueda
justificar su vuelta post operación) si no, a un cambio importante de sus
políticas. A
penas electa en el 2007, se esperaba a una Presidenta que
quería "llevarnos a Alemania", después de la traumática Presidencia de su
marido, obligado a sacarnos del último subsuelo del infierno.
Lejos de ese prometido peregrinar "hacia Europa", el rumbo
enfiló hacia Venezuela y a un enfrentamiento grotesco con los Estados Unidos,
después de un aterrizaje en Buenos Aires, de un valijero caribeño, en un vuelo de funcionarios argentinos.
Luego de la derrota de medio término del 2009, también se
esperaba a una Presidenta, menos confrontativa y más amistosa.
De hecho, llamó al "diálogo político", y a la búsqueda de
nuevos consensos.
En cambio, se vivió una escalada de agresión y
autoritarismo, con la sanción de una muy mala y obsoleta ley de medios (ahora
empeorada por un pésimo fallo que, lejos
de terminar el problema, recién lo empieza), una Reforma Política, a medida del
oficialismo de turno, y una ratificación de una mala política económica que
pudo ser disimulada un tiempo, gracias al
boom de los precios de los commodities, y a las tasas cero en el sistema
financiero global, post crisis financiera.
Pero que desembocó en alta inflación, perdida de
competitividad cambiaria, mayor presión impositiva, y déficit fiscal financiado
con emisión de pesos y uso de las reservas del Banco Central para pagos de
deuda.
Después de su extraordinario triunfo electoral del 2011,
también esperábamos a la "nueva" Presidenta, que podía utilizar tamaño poder,
para corregir el rumbo de colisión de sus políticas, pagando costos que, dado
el gran capital acumulado, igual la hubieran dejado en una posición expectante
para las elecciones de medio término que acaban de transcurrir.
En lugar de ello se intentó "ir por todo", profundizar el
rumbo. La lógica consecuencia fue un agravamiento de los problemas del 2011, a
los que se sumaron los inicios de un cambio en el escenario global.
Ahora, otra vez, estamos los argentinos esperando a la
"nueva" Presidenta.
Pero más allá de las especulaciones, el punto central es
saber si, como en las oportunidades anteriores, la Presidenta tiene opciones
disponibles, o sus grados de libertad de elección se han reducido
sustancialmente.
Tanto en 2007 como en 2009 y 2011 las opciones de política
económica para "profundizar" el modelo, estaban disponibles, aunque no fueran
aconsejables.
La Presidenta eligió mal, pero podía hacerlo sin generar una
crisis macroeconómica insostenible.
Ahora, el escenario es otro. Es cierto que todavía puede
"jugar" a la profundización, con más controles y restricciones cambiarias, más
regulaciones y más intervención en los mercados sensibles.
Es cierto que puede vaciar aún más al Banco Central.
Sin embargo, la "profundización" lleva inexorablemente a una
crisis macro, antes del final de su mandato.
Por lo tanto, lo que está disponible es "emparchar",
tratando de "estirar" las reservas, con algún endeudamiento de corto plazo,
adelantamiento de dólares de exportadores, y tipos de cambios diferenciales,
para ciertas importaciones y ciertas inversiones.
Alguna reducción en los subsidios a los precios de los
servicios públicos, aceleración de la devaluación, etc.
Escenario que, al no solucionar la grave distorsión de
precios relativos, genera estancamiento, algo de desempleo, acumula tensiones
hacia delante, pero, cruzando los dedos, quizás evite una crisis.
O queda la alternativa de un "gran acuerdo político" que
permita empezar a hacer ahora, lo que, de todas formas, habrá que hacer en el
2015.
Si tengo que apostar, obviamente, apuesto al emparche y
cruzar los dedos.
Pero la incógnita se develará pronto o quizás, como aquéllos
personajes de Beckett, sigamos esperando a un Godot, que nunca llega.