En la esquina montevideana: El poema y la canción.
lunes 21 de octubre de 2013, 09:06h
En la esquina del "Rover" los muchachos se agarran bien de
bien a unas calentitas porciones de fainá pero sin perder el hilo del debate
que gira alrededor del aporte del canto popular. La barra quiere determinar si
"El poema y la canción" influyeron en la idea de que el progreso en el Uruguay
es posible siempre y cuando dentro de las urnas sean minoría los votos para los
"blancolorados".
Pocho: A
mi me parece que don Alfredo hizo más por el triunfo del "Frente Amplio" con
una canción que todos nosotros explicando el programa con las bases del cambio.
Se acordarán que nos rompimos a laburar repartiendo folletos casa por casa por
toda la avenida San Martín, desde Propios hasta pasar Chimborazo. En las
elecciones del domingo 28 de noviembre de 1971 nos borró del mapa el peón de
Pacheco Areco que recibe 379.515 votos. El monito-marioneta que ganó no se
merece que lo nombre porque le haría propaganda al hijo que anda por ahí
buscando la huella perdida. A quien hay que recordar es al auténtico ganador en
votos: Wilson Ferreira Aldunate. Se dan cuenta la cantidad de sufrimiento
inútil que nos hubiésemos evitado si el Wilson preside un gobierno avalado por
sus 439.649 votos. Claro que estaba
todavía vigente la "Ley de Lemas" y la suma colorada nos mandó al outball.
Tito: No
te vayas para detrás de los choclos, estamos hablando del canto popular. Bueno,
realmente lo que discutimos es si ayudó a debilitar a los partidos
tradicionales. Creo que una canción o cincuenta canciones no consiguen nada.
Aunque miles de ciudadanos escuchaban y tarareaban los primeros temas de
Zitarrosa, de "Los Olimareños", de Viglietti y del Numa Moraes; no se puede
decir que se tradujesen en un trasvase directo de votos para la opción del
rojo, azul y blanco.
Flaco:
No se si una canción puede ganar unas elecciones pero está claro que te puede
abrir el corazón de una mujer. A mi me vino muy bien el tener a mano algunas
letras de Benedetti con las que me gané a una botija riquísima que vivía en la
calle Soria. Nunca fui muy hablador y menos aún si una guacha me gustaba. Menos
mal que don Mario cantaba la justa en sus versos. Si pasamos al terreno
político es diferente la cosa. Creo que ningún facho se pasó a las filas
democráticas a pesar de escuchar en la radio la voz de un cantor de Curtina
[Tacuarembó] que nos convocaba a luchar por un nuevo Uruguay: "La patria te
dijeron y te dijeron mal, la patria, la de Artigas...". El canto popular nos
unió a los frenteamplistas en una hermandad solidaria que derrotó al negativo
inmovilismo interesado de los dueños del país.
Don
José: Bueno, muchachos. Supongo que un análisis científico del fenómeno del
canto popular en el Uruguay daría para que sea la lupa del historiador o la del
sociólogo la que lo desgrane o diseccione. Yo me acerco medio de refilón para
reflexión desde mi experiencia de veterano montevideano que nunca aplaudió al
tradicional dúo Afanancio Blancolorado. Es evidente que una canción es mucho
más que un voto que se compraba con un chorizo y un vaso de vino. Cuando
Viglietti nos llamaba "a desalambrar" se nos llenaba el pecho de fuerza y de
compasión delante de los que sufrían injusticias en un país que tenía a miles
de peones rurales en la pobreza. Mi amigo Daniel no es iluso. No pretendía que
su canción moviese a los estancieros a mejorar las condiciones socio-laborales
de su peonada. Los destinatarios de su creación eran y siguen siendo los
mismos: los jóvenes. El alambre mató al gaucho pero no acabó con su tenacidad
de noble centauro que cabalga en el
suave lomo del viento de la Banda Oriental.
Pocho: Entonces,
si entendí bien, están conmigo en considerar que nos favoreció mucho el tener
de nuestro lado a poetas, escritores y músicos. Hay miles de votantes
frenteamplistas que no leen nada de nada. Es así, aunque se quiera ocultar.
Para esta gente es muy útil la canción de auténtica raíz de Osiris Rodríguez
Castillos. Yo le llamo ética o moral porque nos acerca a una realidad que los
partidos tradicionales ocultaban. No es ninguna protesta, es la constatación de
hechos. Un ejemplo que todos conocemos lo tenemos en las sierras de Aceguá.
Cuando el pionero Osiris escribe "Camino de los quileros" nos enteramos acá en
Montevideo que había gente que subsistía gracias al quilo de azúcar y de yerba
que traía de Brasil. Ojo, no confundir "quilero" con "bagayero" porque hay una
gran diferencia con respecto al consumidor final. ¿Se acuerdan que el Cielo de
los Tupamaros estuvo prohibida por los milicos? ¿Saben que se cantaba en las
escuelas?
Tito: A
mi no me metás en tus conclusiones. Yo digo que llegamos al poder porque hubo
una mayoría social que se avivó. A miles de ciudadanos les hartó ---mejor
dicho: les rompió las pelotas--- que los Pacheco-Bordaberry-Sanguinetti-Lacalle
siguiesen contando cuentos fantásticos sobre un país maravilloso que tenía una
casita de chocolate para todas las familias que fuesen en fila ordenada con su
montoncito de votitos para la "15", "123" o "904". A mi me emociona escuchar a
don Alfredo cuando canta El corazón de mi pueblo [Todos recordamos como termina
el tema que escribió Mario Carrero: "Mi pueblo lucha, mi pueblo espera / todos
los pueblos en su bandera. Mi pueblo ríe, mi pueblo canta/ todos los pueblos en
su garganta"] pero les aseguro que ningún voto blanco o colorado cambio de
color al escuchar a los botijas: ¡Mirá que bonito...mi voto es...rojo, azul y
blanco...del Frente es! Me inclino más por la idea de que fue la lucha del
"cañero" Raúl Sendic la que llevó al Frente Amplio al timón del Uruguay.
Ustedes perdonen, reconozco que no tengo nada de romántico. Creo sinceramente
que las únicas canciones que aproveché fue en los bailes en el fondo de la casa
de Claudio. El que ponía los discos era Gildito que andaba muy metido con su
primer novia que creo vivía por la calle Lancaster. Lógicamente, el hombre
quería apretar un poco. Era en ese momento preciso cuando "Los Iracundos"
venían en su ayuda.
Flaco:
Aunque nunca me pude ganar a una muchacha con ninguna canción de protesta es
cierto que me fortaleció el ánimo el tener de nuestra parte a los poetas y
cantores que acompañaban al pueblo en la conquista del futuro. Me acuerdo de
cuando la genial Idea Vilariño ---hija de un emigrante gallego de ideas
anarquistas--- escribió "Cielo del 69" que grabaron "Los Olimareños" en clara
anticipación a lo que se venía encima con el degenerado sucesor del presidente
Gestido. Hablar en aquellos años del "arriba nervioso y del abajo que se mueve"
era un aviso que pocos quisieron ver. Nos escrachamos. Teníamos los ojos
vendados. Los partidos tradicionales se negaban a aceptar la realidad de que el
viejo Uruguay democrático se iba a la mierda y los "Tupa" se metieron a
importadores para introducir sin aclimatación un producto del Caribe en la
Banda Oriental.
Don
José: A lo mejor puedo ayudar un poco a medio delimitar el tema al contarles que
ayer fui al Salón Azul de la Intendencia Municipal para asistir a la
presentación del libro "El poema y la canción". Se acordarán que les comenté
que Cristina Fernández Fernández es hija de José Fernández Seivane. Yo conocí
al padre en su comercio de electricidad en la Ciudad Vieja. Le compré todo el
material necesario para renovar la instalación cuando compré el rancho en el
que vivo. El bueno de Pepe era un artista: actor de teatro, bailarín de tango y
gran conocedor de la música gallega. Me contó que desde chico le escuchaba
cantar a su padre que era zapatero y arreglaba el calzado tarareando canciones
de su lucense parroquia de Bretoña. Cristina heredó la sensibilidad de Pepe. Es
una gran dama de la canción que fue creciendo al lado del talentoso Washington.
En el libro recorremos su larga trayectoria de éxitos guiados por la mano amiga
del escritor Ignacio Martínez. Les informo que Nacho coincide con Cristina en
que también es un nieto de la tierra gallega. La voz de Cristina me hace sentir
que no estoy equivocado por querer una patria más solidaria. Sus canciones me
afirman en que sin poesía somos pobres porque carecemos de identidad. Hay que
ser muy mala persona para después de escuchar "Dieciocho y Minas" ---con flor
de letra del gayego Picón--- no querer ser "rabiosamente uruguayos", "devotos
de la celeste" y "amantes del mate amargo". Estoy absolutamente convencido de
que la voz de Cristina derribará cualquier muro que frene nuestro limpio
caminar en busca de la felicidad en paz.
Manuel
Suárez Suárez