lunes 15 de julio de 2013, 10:34h
Como ustedes saben, la bruschetta es, si me perdonan la
definición poco culinaria, una variante de "entradita" a base de pan
tostado y tomate, junto con otros ingredientes que le dan un especial sabor.
Obviamente, siendo a base de pan y tomate, se ha convertido,
en los tiempos que corren en la Argentina, en un plato casi prohibitivo, de
lujo, a la altura del caviar ruso, las trufas francesas, o el pulpo.
En verdad, la bruschetta es una gran, o pequeña, metáfora,
de la realidad macroeconómica argentina.
En efecto, el alto costo actual de una bruschetta es una
combinación de malas políticas públicas, que generaron una baja sustancial en
la oferta de trigo, insumo básico para la fabricación de harinas, y el
encarecimiento del tomate, por factores básicamente estacionales y climáticos.
En otras palabras, se combinan en esta pequeña pieza
gourmet, los elementos que caracterizan hoy nuestros problemas económicos.
Las consecuencias de una pésima política de precios,
incentivos y reglas, que destruyen mercados, y no sólo el del trigo. Y
circunstancias "exógenas", algunas derivadas del clima, otras de la
política de la Reserva Federal de los Estados Unidos, otras de lo que sucede en
la situación interna de nuestros socios comerciales.
Veamos.
La tentadora idea de "independizar" los precios
locales de la energía y de los alimentos, de los internacionales, mediante una
maraña de subsidios públicos, precios máximos, restricciones e impuestos a la
exportación, sumado a subsidios "privados", desde los productores de insumos
hacia el resto de la producción, la comercialización y los consumidores, tuvo favorables efectos de corto plazo,
permitiéndonos vivir el "argentine dream", de precios baratos de la
energía, el transporte, y los alimentos, manteniendo a los consumidores y
votantes contentos, con salarios reales y empleo creciendo, y permitiéndole, a
su vez, a la Presidenta, dar cátedra a
sus colegas, en los foros
internacionales.
Simultáneamente, nuestro país gozaba de factores exógenos,
estructurales y coyunturales favorables. Lo que dimos en llamar, por
taquigrafía, "el viento de cola".
Estructurales, por el ingreso al mercado de producción y
consumo de millones de personas en el mundo que, hasta ese momento, pertenecían
al ámbito de la economía de subsistencia y que cambiaron su dieta alimenticia y
el mapa global de la producción y demanda de bienes de todo tipo.
Y cuestiones coyunturales, derivadas de la política de
"tasa cero" e inundación de liquidez, de los Bancos Centrales de los
países centrales, que intentaron, e intentan, como malos sustitutos de la
política fiscal de largo plazo, superar la crisis financiera y de deuda, y
salvar al mundo de una depresión mayor.
Pero el objetivo de mantener precios relativos internos
artificiales y en contradicción con los del mercado mundial obligó a pagar
crecientes subsidios, con su efecto
sobre la explosión de gasto público, presión tributaria y emisión monetaria, que
terminaron afectando la tasa de inflación, y la competitividad.
Se generó, asimismo, un fuerte desincentivo a la producción
interna de los bienes cuyos precios fueron intervenidos. La consecuencia es que ahora hay que importar
cantidades crecientes de insumos energéticos, transformando los subsidios en
pesos, en subsidios en dólares, afectando la balanza comercial y las reservas
del Banco Central. Y obligando a "racionar" por precio o por
cantidad, lo que no se quiere o puede importar. Más el control de cambios y la
prohibición de comprar y vender dólares, lo que implicó la destrucción del
mercado inmobiliario que comercializaba en dólares y distorsionando, también,
por la brecha entre el dólar oficial y el libre, el mercado financiero, la
demanda de automóviles de lujo, etc. Mientras, la inflación y la incertidumbre
sobre las señales de precio y tipo de cambio,
hace caer el salario real y frena la inversión y el empleo.
En este contexto, la Reserva Federal, amenaza con empezar a
endurecer, en el margen y muy lentamente, su política monetaria, y China e
India crecen más lento.
Los precios de los commodities dejan de subir, y la región,
en particular Brasil, pierde sex -appeal.
En síntesis, malas políticas públicas, para el
"pan" y el fin del viento de cola, o al menos, viento convertido en
brisa para el "tomate".
Todo en medio de un proceso electoral, y con un gobierno que
considera que la solución es profundizar los errores.