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Había luz al final del túnel

Había luz al final del túnel

sábado 23 de marzo de 2013, 22:51h
Incluso desde la perspectiva actual, de una era de comunicaciones inmediatas y globales, resulta difícil comprender cómo los argentinos pasamos de la victoria popular, democrática, revolucionaria, latinoamericanista del 11 de marzo 1973 a la atroz derrota a manos de la reacción entreguista, inaugurada el 24 marzo de 1976.

 

En sólo tres años caímos desde el auge luminoso del "setentismo" al barranco del espanto más cruel e inimaginable.

 

Aquel último Golpe de Estado cerró brutalmente un ciclo histórico en nuestro país, enterrando a hierro y plomo durante siete años las ilusiones de construcción democrática de una sociedad más justa.

La dictadura inaugurada fue acunada por corporaciones nacionales/internacionales y ejecutada represiva y administrativamente por militares, con el fin de insertar brutalmente al país en el nuevo esquema de dominio trasnacional del capital financiero.

 

 El plan de terrorismo de Estado había sido trazado y ensayado parcialmente durante casi 20 años. Su aplicación, más allá de las justificaciones arengadas por los destituyentes de entonces, debía reestructurar la economía y la organización del trabajo en el marco de un proceso de cambio geopolítico global.

 

Este régimen puesto en marcha -en gran medida conducido por un ministro de Economía fallecido recientemente- consistió en generar las condiciones de libertad completa para aquellas corporaciones económicas, financieras y oligárquicas, grupos de amigos y familiares en realidad, para apoderarse de la renta del país en su provecho propio y el de sus patrones del exterior.

 

El septenio abierto hace 37 años produjo lo que se proponía producir, independientemente de los argumentos utilizados para encubrir las intenciones de los saqueadores: la destrucción de la industria, de la economía popular y un endeudamiento inédito que terminaría condicionando la gobernabilidad democrática posterior y la vida de todos los argentinos y argentinas durante casi tres décadas.

 

El "proceso" traía bajo el brazo un puntilloso programa de disciplinamiento de los actores que suponían un estorbo a la reestructuración feroz del aparato productivo: las organizaciones sindicales y las fuerzas democráticas, progresistas y de izquierda, armadas y no armadas.

 

La plataforma ideológica para la acción de exterminio había sido afianzada durante casi un siglo de prédica y propaganda reaccionaria en las Fuerzas Armadas. En los setentas esa lógica binaria que reducía todos los fenómenos políticos nacionales a los términos de la confrontación entre Occidente y la Unión Soviética estaba bien identificada: "Doctrina de la Seguridad Nacional".

 

La traducción en hechos de aquel sistema de pensamiento fueron 30 mil desparecidos, hombres y mujeres, exiliados, detenidos políticos, torturados, vejados, asesinados.

 

Tuvimos que esperar hasta que llegaran Néstor y Cristina, colándose por una ventana de la Historia, para que hubiera justicia completa en las causas congeladas por estos delitos de lesa humanidad. La justicia llegó, tarde para muchos, pero la Argentina se dio un gobierno nacional y popular que se plantó ante la impunidad.

Nuestra generación, que se fogueó en la lucha contra dictaduras y en la defensa de las víctimas de violaciones a los Derechos Humanos, nuestras Madres y Abuelas y los compañeros del campo nacional y popular, sabemos hoy que la lucha no fue en vano: el "nunca más" dejó de ser un anhelo, para convertirse en certeza.

 

No volverá a haber un Golpe, ni como aquellos ni como los que pergeñan las corporaciones para condicionar o debilitar a los gobiernos democráticos que defienden el bien común contra los atropellos de la avaricia.

37 años pasaron del Golpe de Estado. 37 años de resistencia, primero, y de respaldo a los juicios contra los genocidas, ahora. Una nueva generación de jóvenes recogió las banderas de la Memoria edificada en base a la Verdad y la Justicia.

 

Mantener viva esa memoria en esta fecha es obligación para con los que lucharon desde el origen de la Patria Grande por la emancipación del colonialismo y el sometimiento, con las víctimas del terrorismo de Estado, y sobre todo es obligación de gratitud hacia Néstor Kirchner, que con su osadía e inteligencia política cambió definitivamente el curso de la historia.

 

El futuro está resguardado: Cristina asegura el rumbo, la militancia unida y organizada respalda el modelo de crecimiento con inclusión social todos los días en cada puesto de lucha, y mañana, 24, como siempre, en la plaza del pueblo.

Nilda Garré
Ministra de Seguridad de la Nación
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