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Papa Francisco: una buena, otra mala

Papa Francisco: una buena, otra mala

Por Hernán Brienza
sábado 16 de marzo de 2013, 15:02h
Las primera intervenciones de Jorge Bergoglio como el papa Francisco, puestas en la balanza, auguran líneas renovadoras para la Iglesia Catolica, aunque todavía no muestran posiciones determinantes en torno al rol jugado por el máximo pontífice en el pasado, y a los desafíos sobre su figura en la región.

Una buena: El Papa Francisco dio una señal inconfundible de lo que puede llegar a ser su política respecto de los escándalos de pederastia que manchan a la Iglesia Católica. Se cruzó en la Basílica Santa María la Mayor, en Roma, con el cardenal norteamericano Bernard Law, acusado de haber encubierto a más de 250 curas pederastas en los Estados Unidos, y el encuentro no fue cordial. El Sumo Pontífice le exigió: "No quiero que frecuente esta Basílica" ¿Pondrá fin el Papa argentino al encubrimiento de los abusos de menores o se tratarán de simplemente de gestos para la galería?

Una mala: Los voceros del Vaticano no tuvieron una buena performance a la hora de defender a su jefe respecto de las acusaciones de complicidad con la dictadura militar. En tono macartista, Federico Lombardi sentenció: "La campaña contra Bergoglio es conocida, se refiere a hechos de hace mucho tiempo y ha sido promovida por una publicación que en ocasiones es calumniosa y difamatoria. El origen de izquierda anticlerical es notorio". Se refería, obviamente, al diario Página 12 y cayó en una falacia de autoridad grave: en vez de atacar, embestir, disparó (puede utilizar usted el sinónimo clarinesco que más le guste) al emisor de la noticia debería haber dado pruebas fehacientes de que esa complicidad es inexistente.

Otra buena: En los primeros dos mensajes a los cardenales, Francisco renovó el mensaje pastoral e invitó a sacar a la Iglesia a la calle y abrirla al mundo: "Cuando no se camina, nos paramos. Cuando no se edifica con piedras, ¿qué pasa? Pasa lo que les pasa a los niños en la playa cuando hacen castillos de arena. No hay consistencia...Todo debe ser hecho en presencia del Señor, a la luz del Señor. Porque si no nos confesamos en Jesucristo, la cosa no funciona. Nos convertiremos en una ONG piadosa, pero no en la Iglesia, esposa del Señor...Las tres líneas de la Iglesia son caminar, edificar y proclamar". Y recomendó para el accionar de los católicos: "Misericordia, misericordia, misericordia".

Otra mala: El pasado que siempre regresa. Y esta vez fue la irreprochable Estela de Carlotto, referente de Abuelas de Plaza de Mayo quien sostuvo que "es una historia muy triste que entinta a toda la jerarquía de la Iglesia Católica argentina, que no ha dado ni un paso para colaborar con la verdad, la memoria y la Justicia. Bergoglio pertenece a esa iglesia -y hoy la representa- que oscureció al país. Ahora es papa y hay una especie de satisfacción porque la Argentina figura ahora como país civilizado, conocido y reconocido. Siempre fuimos los del Tercer Mundo y ahora hay un argentino que va a guiar los pasos de la Iglesia en los próximos años. Esa satisfacción nacional confunde un poco. Uno razona que Bergoglio nunca habló ni se nos acercó a las Abuelas para ayudarnos. Ha ayudado en otros temas, muy lacerantes, pero no el nuestro".

Van apenas unos pocos días y no basta para poder analizar el rol que jugará Francisco como jefe de Roma. Sin embargo se conocen sus desafíos: el escándalo sexual de los sacerdotes pederastas, la falta de vocaciones en Occidente, la corrupción del Banco Ambrosiano, la abulia de los sacerdotes, el rol de la mujer, la complicidad de los obispos con el poder económico en todos los países, la crisis económica europea, las necesidades de reforma que provienen de África y América Latina, la competencia con el protestantismo anglosajón, con las telesectas. En fin, la Iglesia Católica tiene que comenzar un nuevo diálogo con la modernidad, con el siglo XXI, y no simplemente modernizarse comunicacionalmente como lo hace el Opus Dei.

Pero quizás lo más importante son los miedos que genera que la lupa del mundo se vuelva sobre la región y sobre la Argentina. Ahora hay un Estado europeo, con 1.200 millones de seguidores, que está gobernado por un latinoamericano que aparece a los ojos del mundo como más importante que todos los presidentes latinoamericanos juntos. ¿Utilizará su poder Bergoglio contra los gobiernos nacionales y populares de la región, como lo hizo Juan Pablo II con el comunismo que gobernaba su Polonia natal? Y la última pregunta que uno debe hacer respecto de la región es sobre el futuro de la política argentina. El papa Francisco tiene la posibilidad de quedar en la historia de Occidente como el pontífice que renovó la Iglesia Católica después de una de las peores crisis de su historia. No parece un lugar como para desperdiciarlo en internas chiquitas de un país del fin del mundo. Esa maniobra empequeñecería bastante su figura como líder espiritual del catolicismo occidental como para tentarse a jugar un partido chiquito y mezquino como sueñan algunos políticos de la oposición. 
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