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Finanzas

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Por Enrique Szewach
jueves 20 de diciembre de 2012, 20:35h
 El mercado financiero argentino cierra el año en condiciones analíticas, al menos curiosas.


En efecto, es un mercado en dónde reinan, simultáneamente, condiciones de represión financiera (tasas de interés reales negativas); represión cambiaria y al movimiento de capitales (obligación de liquidar divisas, restricciones a la compra de las mismas para atesoramiento y otros destinos, más otro tipo de limitaciones regulatorias para cobros y pagos y giro de dividendos y regalías); aceleración de la tasa nominal de variación del dólar oficial; cambios en los límites a los préstamos al sector público; crédito parcialmente dirigido, a tasas y plazos regulados. Todo esto en un entorno de alta inflación y política monetaria "pasiva", tendiente a convalidar el nivel nominal de los precios, y "dominada" por la necesidad de financiar el déficit fiscal. A lo que hay que sumarle, por ahora moderadamente, el efecto "crowding out" (desplazamiento) de grandes absorbedores de crédito como YPF, en perjuicio de otros posibles deudores.


Paradójicamente, pese al crecimiento de los depósitos a plazo, a tasas cercanas al 40% anual, lo que ha llevado  la participación de los depósitos a plazo a un número que se acerca al 46% del total de los depósitos, el resultado central de esta extraña "mezcla", es la incertidumbre, que se traduce en aumentos de la tasa de interés nominal, tanto pasiva como activa, (La BADLAR a 30 días aumento más de 300 puntos básicos en los últimos meses).


En otras palabras, pese al contexto de alta liquidez, y pesificación forzada, la tasa deinterés nominal tiende a subir y ese parece ser el escenario base para el próximo año.


Las razones son varias, pero están inscriptas, precisamente, en el carácter "artificial" del funcionamiento del sistema.


En primer lugar, todo el marco de restricciones mencionadas, ha reducido la capacidad del sistema financiero para incrementar fuentes alternativas de financiamiento (en particular en el mercado internacional). Su dependencia, entonces, de la estabilidad de los depósitos del público ha crecido. Segundo, si bien los depósitos a plazo han aumentado, lo cierto es que un porcentaje importante de los mismos se concentran en plazos cortos, lo que genera la necesidad de sostener su renovación en condiciones "atractivas". Tercero, una parte pequeña, pero creciente, de los créditos se regulan y dirigen tanto en destinatarios, como en plazos y tasas, desde el Banco Central, quitando rentabilidad al sistema por este segmento. Rentabilidad que tiene que ser compensada en el resto de los créditos y actividades de las entidades financieras.  Cuarto,  en la medida que se intente recuperar algo de la competitividad internacional perdida, a través del dudoso expediente de acelerar la tasa de devaluación, para acercarla a la tasa de inflación, (para lo cual habría que lograr, además,  que el "pass thru" -traslado- de la devaluación a los precios no sea del 100%, cosa compleja en una economía totalmente cerrada y cuasi indexada), esta cuestión terminará pegando sobre el dólar informal y, por ende, generando, pese a las fuertes restricciones reinantes, presión sobre el mercado de pesos.


Este horizonte financiero no puede abstraerse de las condiciones políticas, en un año electoral clave para aspiraciones del oficialismo (en materia de reforma constitucional) y de la oposición (incluido el peronismo), respecto del posicionamiento de sus candidatos con vistas a lo que será la política de alianzas para el 2015.



Por último, no hay que olvidar que toda la economía argentina está envuelta en la fantasía de la nominalidad. Los balances de las empresas no se ajustan por inflación, y no está claro como están evolucionando, en realidad sus patrimonios. De hecho, tomando como base la evolución del IPC no oficial, el Patrimonio del conjunto del sistema financiero ya empieza a reflejar un leve deterioro en términos reales.


De allí que, pese a un escenario tan poco "analizable" por los criterios tradicionales del mercado financiero, no resulte difícil avizorar un marco de tasas de interés crecientes y rentabilidades comprometidas.


Curiosamente más pesos, más oferta de crédito,  y más tasas de interés.
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