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Batman, CFK y la igualdad ante la ley

Batman, CFK y la igualdad ante la ley

Por Nicolás Lantos
martes 18 de diciembre de 2012, 23:49h
El mensaje inequívoco de la Presidenta al poder judicial es un nuevo capítulo de la turbulenta historia entre el kirchnerismo y los jueces. Decisiones fuertes, consecuencias imprevistas, nuevos desafíos. Algunos proyectos posibles y un vistazo a la agenda del año que asoma.


Todo lo que sé sobre la Justicia lo aprendí de Batman, a saber: 1) Que no es lo mismo algo justo que algo legal, legítimo o ajustado a derecho. 2) Que, al contrario de lo que enseñan en la escuela, la ley no es la misma para todos. Y 3) Que muchas veces la diferencia entre lo que es justo y lo que es injusto es tan pequeña que incluso él (el mismísimo Batman) dudaba. Ojo, Batman no es el único queme dio esa lección. A lo largo de mi vida volví a leerla en las plumas de Shakespeare, de Dumas, de Victor Hugo y de Sidney Lumet entre muchos otros. Es que la brecha que se abre entre lo bueno y lo correcto es un drama que atraviesa a la humanidad a lo largo de la historia y en todos los rincones del planeta. En el quinientos seis y en el dos mil también. En Ciudad Gótica e incluso en la Argentina.
 

La Presidenta Cristina Fernández de Kirchner fue clara y fue clara dos veces en menos de 72 horas. "Hay que democratizar el poder judicial", dijo el domingo 9 ante una multitud de cientos de miles que habían acudido masivamente a Plaza de Mayo para celebrar la democracia y los derechos humanos; para respaldar al gobierno y, particularmente, exigir la plena vigencia de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Por ese entonces, la Sala I de la Cámara en lo Civil y Comercial mantenía al Grupo Clarín a resguardo de los efectos de la norma luego de una serie de maniobras que no pueden calificarse como nada menos que muy turbias. Dos días más tarde, luego de que se conociera el fallo de los tribunales tucumanos que absolvió a los trece acusados por el secuestro de Marita Verón, CFK lo repitió, casi con las mismas palabras. Los casos son bien distintos, el trasfondo es el mismo, el mensaje inequívoco.
 

(El kirchnerismo comprendió desde un primer momento la necesidad de una democratización del Poder Judicial -que, aprendimos de Batman, no es la Justicia-. Al igual que sucedía con otros reductos reaccionarios enquistados en la estructura Estatal, como las Fuerzas Armadas o la Cancillería, su renovación aparecía/aparece como condición si ne qua non para cumplir con la tarea que se había autoimpuesto al asumir Néstor Kirchner: ser "el último de los viejos" y abrir una nueva etapa -cualitativamente hablando- para la democracia Argentina. La renovación de la Corte Suprema de Justicia fue el resonante primer paso de un camino que comenzó con un trazo fuerte y claro. Le siguieron modificaciones al modo de elección de los jueces y al Consejo de la Magistratura. Los juicios por los delitos de Lesa Humanidad durante la última dictadura también ayudaron a poner en evidencia y remover algunos núcleos ultraconservadores en el fuero penal. Con el tiempo, el impulso se fue desdibujando, mientras el Gobierno ponía su ojo en otras batallas.)

 
Lo fascinante de la política es que cada acción desata una serie imprevisible de consecuencias, algunas de ellas que no figuraban en los planes iniciales del actor pero que terminan teniendo tanta o más trascendencia que el propósito original. El laberinto judicial en el que se perdió durante tres años la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, aún luego de su sanción por mayorías amplias y pluripartidarias en ambas cámaras del Congreso, y que eximió al Grupo Clarín de sus efectos por ese tiempo, hizo que se volviera inevitable volver a poner atención en los mecanismos con los que los jueces se rigen a si mismos; el fallo Verón precipitó la discusión hacia la opinión pública. Esto recién empieza y, quién sabe, se trate de una lid con derivaciones aún más profundas. Aunque hasta ahora el multimedio asomaba como el jefe de los malos, en este juego siempre puede haber un nivel más por jugar. La reacción corporativa de algunos miembros del máximo tribunal del país, alejadas del decoro, encienden una alarma.


Manos legislativas comienzan a bocetar algunos primeros proyectos, de corto y mediano alcance: cambios más a fondo requerirían una por ahora improbable reforma constitucional. El juicio por jurados es prescripto por nuestra Constitución en tres de sus artículos desde 1853: su aplicación fue mentada y postergada infinitas veces. Acaso en esta ocasión se concrete (la provincia de Buenos Aires acaba de dar media sanción a un proyecto sobre el tema). Vale aclarar que sólo alcanza a los juicios penales de cierta gravedad. Para otros fueros en discordia se piensan alternativas, como utilizar el juicio oral en materia Civil y Comercial, un sector del aparato judicial más sensible a las presiones de los poderes fácticos que otros, como se ha visto. En caso de que un vuelco político avivara la hipótesis de una reforma de Carta Magna (cosas más raras se han visto por estos lares), se abre un abanico enorme de posibilidades que va desde acortar el mandato de los jueces, hoy virtualmente vitalicio, hasta someterlos al voto popular, pasando por un cambio en el sistema de control de constitucionalidad actual que limite lo que en los últimos tiempos hemos escuchado llamar "justicia cautelar."

 
La Justicia siempre va a ser algo bien distinto que el Poder Judicial: no existe tal cosa como un sistema perfecto. Pero eso no significa que un gobierno (no este, cualquier gobierno) no pueda promover modificaciones que hagan mejor, es decir más eficiente y más ecuánime, al crucial ejercicio de la interpretación de las leyes. Aunque los casos Verón y Clarín son disímiles, hay un factor común, que es el de la desigualdad de las dos partes ante la Corte. Reducir ese margen de desigualdad (ya sea a favor de poderes políticos, económicos o simbólicos) será siempre un paso adelante en la consolidación de una democracia sólida, en beneficio de las mayorías y en detrimento de los más poderosos, incluso sobre aquellos que promueven la reforma.

 
Lo cierto es que no hay nada en concreto aún y dificilmente haya avances ciertos antes del otoño. En la Casa Rosada planeaban madurar el tema durante el verano pero el Caso Verón adelantó los tiempos del debate: esta semana más de un funcionario decidió (es un eufemismo) acortar sus vacaciones. Eso no debería inducir a tomar medidas apresuradas, sin embargo la rapidez de reflejos es un síntoma de buena salud. La democratización del Poder Judicial será un tema central en la agenda política del 2013 y hay decisión política de tener la iniciativa. Es que a veces, en Tucumán o en Tribunales, la brecha entre lo bueno y lo correcto, lo legal, lo legítimo o ajustado a derecho, se transforma un abismo. Es en esos casos, aprendí de Batman, que se vuelve imperativo hacer Justicia
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