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El mejor homenaje a Alfonsín está en lo que tenemos por hacer

El mejor homenaje a Alfonsín está en lo que tenemos por hacer

Por Ricardo Alfonsín
martes 30 de octubre de 2012, 20:34h
Si el 30 de octubre de 1983 nos hubieran preguntado como imaginábamos que sería nuestro país 29 años después, hubiéramos respondido, esperanzados, algo muy diferente de lo que es hoy la Argentina.
La construcción de la democracia, en un sentido profundo, es un viaje siempre inacabado. En algún sentido una tarea sisífica. Cuando llegamos a la cuesta, la piedra que cargamos vuelve a caer y el camino vuelve a empezar. Aunque nunca desde el principio.

Después del gran paso atrás que implicó la restauración neoconservadora de 1989, nuestra democracia se asentaba sobre el campo de las libertades pero acumulaba déficits imperdonables en términos de dignidad del hombre.

En los últimos años, con la excusa de avanzar en el campo de la igualdad (que tampoco hemos logrado a pesar del récord de crecimiento económico) se debilitó la dimensión republicana de la democracia, que es el reaseguro de la vida en libertad.

Nadie imaginó que 29 octubres después, la división de los poderes sería tan poco clara, el federalismo tan debilitado, la moral administrativa tan cuestionad, la palabra de los dirigentes y los gobernantes, tan devaluada por la falta de ejemplaridad.

El mejor homenaje a Raúl Alfonsín es trabajar ahora en restañar estas heridas. Las sufridas por la igualdad y la libertad.

No construiremos la democracia potente que necesitamos para el desarrollo sin instituciones republicanas, cultura democrática e igualdad social.

Es impostergable recuperar el funcionamiento del Parlamento como instancia de debate de ideas, confrontación de alternativas, diálogo entre los representantes del pueblo y control horizontal. Las mayorías pueden utilizarse legítimamente para ganar los debates, nunca para anularlos.

La Justicia es otra de las instituciones de la República que tenemos que recuperar sin dilaciones. El gobierno desvirtuó la esencia del Consejo de la Magistratura y "naturalizó" las presiones políticas a los jueces. No hay Justicia cuando se protege a jueces inmorales para que protejan a funcionarios inmorales.

El federalismo (la manera solidaria en la que se organiza el Estado) solo existe en la Constitución Nacional: las provincias acumulan competencias y disponen cada vez de menos recursos, quedando expuestas al chantaje del poder nacional.

Los organismos de control desmantelados y el asedio a la Auditoría General de la Nación completan el cuadro de la debilidad institucional creciente.

Para el funcionamiento de la República, es indispensable una cultura de diálogo, tolerancia y participación. Preocupa la existencia de una sociedad donde el que piensa diferente es asumido como el enemigo del pueblo, donde la crítica es traición y la única respuesta posible es "si a todo" o "no a todo". No se edifica la democracia sobre la negación del otro.

Pero como decía Raúl Alfonsín, "no hay paz sin pan". Por eso, no podemos ignorar la necesidad de asentar la democracia sobre las bases de una sociedad justa, ni desconocer la relación simbiótica que vincula la democracia a la justicia.

Un tercio del país viviendo en la pobreza, la falta de infraestructuras básicas, la creciente deserción escolar tras 9 años en los que la economía ha crecido como nunca antes, gracias al valor internacional de nuestra producción, no sólo expresan una penosa contradicción, sino que constituyen la más dolorosa de las cuentas pendientes de la democracia. No profundizaremos la democracia sino afianzamos la igualdad.

Este es el desafío que tenemos hacia adelante. Consolidar la democracia en todas sus dimensiones.
No hay democracia real sin libertad y sin igualdad. Marchemos hacia ella, con Raúl Alfonsín como faro y con la esperanza de 1983 intacta como impulso para nuestra lucha.

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