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Latinoamericano

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Por Enrique Szewach
lunes 15 de octubre de 2012, 18:24h
Si Chávez hubiera perdido las elecciones, el oficialismo local diría "no somos Venezuela", mientras que la oposición pondría énfasis en las semejanzas.
 
Como sucedió al revés, los opositores se esfuerzan en resaltar las diferencias con el régimen caribeño, para mostrar que el oficialismo es "ganable", mientras que el oficialismo se empeña en destacar las virtudes venezolanas para ratificar que un régimen como el de Chávez o Cristina, no sólo es imbatible, si no que es lo mejor que nos puede pasar.
 
Pero en el caso del oficialismo, surge cierta reticencia a comparar directamente al gobierno venezolano, con el argentino, dado que, después de todo, la Presidenta prefiere New York, a Caracas.
 
Por eso, en lugar de hablar de Venezuela se intenta "mimetizarla" con la "región".
 
El chavismo, es, este relato, el modelo que "impera" en Latinoamérica, como contraste al consenso de Washington, y a las desventuras que viven  hoy la Europa Mediterránea, o los Estados Unidos.
 
Sin embargo, esta "regionalización forzada" del chavismo o del kirchnerismo, no deja de ser un mito propagandístico, más que una realidad.
 
En la realidad, Latinoamérica es más que Venezuela, Ecuador o Bolivia y, en algunos temas, es más que sólo Venezuela.
 
En efecto, tanto Chile, como Uruguay, Brasil, Perú, y Colombia, presentan regímenes más asimilables a las democracias burguesas constitucionales, que tanto desprecian los intelectuales K.,  que a la revolución bolivariana.
 
Todas muestran un alto grado de independencia judicial, respeto a las restricciones institucionales, Bancos Centrales con metas de inflación y límites al financiamiento al gobierno (aquí hay que incluir también a Bolivia, y en alguna medida al Ecuador dolarizado).
 
Ninguno practica restricciones al atesoramiento en dólares, más allá de meras cuestiones de registro o bancarización, y su política fiscal resulta más o menos ordenada y transparente.
 
Algunos países, como Chile, Perú, o Colombia, tienen, además, acuerdos de libre comercio con los Estados Unidos y otras regiones, y se respetan, los precios de mercado internacionales en casi todos los bienes y servicios.
 
Estos últimos, a su vez, también en casi todos los casos, son prestados por empresas privadas bajo variantes del sistema de concesiones.
 
Por supuesto que existen problemas de todo tipo, pero se las han ingeniado para, pese a enfrentar el mismo "mundo y ser productores de commodities, como nosotros, para crecer, este año, al menos al doble de la Argentina, con baja inflación y bajo desempleo, acumulando reservas internacionales y, como se dijo, sin necesidad de recurrir a prohibiciones al atesoramiento de moneda extranjera, ni restricciones a la compra de divisas para turismo u otros fines.
 
Todos, en los últimos años, han estado mejorando los estándares de educación, salud, etc.
 
En varios rubros, es cierto,  todavía están por debajo de la Argentina, pero las distancias se están acortando a gran velocidad y en otros, en especial en educación, estamos siendo superados, pese a asignar, en términos de PBI, más recursos que los vecinos.
 
En síntesis, a la "región" le ha ido muy bien, o tan bien como a nosotros, sin necesidad de controlar a los jueces, abusar del financiamiento del Banco Central, prohibir la compra venta de dólares para fines de atesoramiento, u otras restricciones administrativas importantes.
 
Venezuela, como Argentina, son excepciones a la regla latinoamericana y eso no nos ha traído ventajas importantes en la calidad de vida de la población.
 
Y allí es dónde, a mi modesto juicio, surge el primer desafío para el amplio arco opositor.
 
Entender que lo que ven mal del "modelo" kirchnerista no es una "consecuencia no deseada" de la mala praxis oficialista, si no que es la otra cara de la misma moneda.
 
En otras palabras, no hay "kirchnerismo prolijo", como tampoco  había "menemismo prolijo".
 
Por el contrario, la "desprolijidad" es inherente al "modelo", no hay "modelo" sin "lo otro", y eso no es corregible.
 
Existen, por el contrario,  un conjunto de instituciones y políticas, claramente probadas en el mundo en general y en nuestros vecinos, en particular, que tienen como resultado, crecimiento y progreso, con costos y problemas, sin duda, pero con beneficios sustentables para la sociedad.
 
Y ese es el segundo desafío.
 
Convencer a la mayoría de los votantes que la región no es Venezuela, si no todo lo contrario, y que por eso, no les va mal, si no mejor
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