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Aislados

Aislados

Por Ricardo Lafferriere
martes 25 de septiembre de 2012, 05:08h
Ni Néstor Kirchner en sus mejores épocas hubiera optado por el camino del aislamiento total de la economía del mundo al que nos está conduciendo, alegremente, su esposa.

 
La membrecía al FMI no es un tema indiferente o menos que simbólico, como el ALBA o la UNASUR, entidades a las que nadie les importa y da lo mismo estar o no estar. Significa pertenecer a la economía global, o quedar reducido a los límites de una aldea, al margen de la evolución científico y tecnológica, de las inversiones, del comercio, de las finanzas y de la dinámica económica de una humanidad.

 
No es un tema menor, decía, porque el mundo está cambiando su paradigma de desarrollos autárquicos por un sistema productivo global con un encadenamiento por fuera del cuál sólo quedarán lugar para productos residuales, tecnológicamente atrasados, caros y ecológicamente insostenibles.

 
La ruptura de los lazos financieros que implica la manipulación aberrante del valor de la moneda nacional utilizada para trampear el sistema impositivo establecido en la Constitución y las leyes, las limitaciones ilegales al comercio que avanzan sobre los convenios internacionales y sobre la legislación constitucional, el intento de apropiación de la producción realizada por empresarios y productores, la confiscación de activos al margen de los mecanismos legalmente previstos, y muchas otras políticas discrecionales del gobierno nacional han llevado el país al límite de la tolerancia externa.

 
El punto de ruptura está cerca. El Fondo Monetario Internacional agrupa hoy a la inmensa mayoría de los países del mundo (188). Lo integran las naciones desarrolladas, pero también China, Rusia, los países árabes, la República Democrática del Congo, la República Democrática de Laos, todo nuestro entorno regional, Bolivia, Venezuela, Ecuador -obviamente, Brasil-, y hasta los dos países africanos admirados por nuestra presidenta y que fueran objeto de viajes de alto perfil: Libia y Angola. Entre la ínfima minoría que no participan de él hay dos extraños países: Corea del Norte y Cuba. Quien haya visitado cualquiera de ambos puede testimoniar sobre el nivel de vida a que son sometidas sus poblaciones.

 
Pues bien: la persistente insistencia en mantener información económica fraguada a través de cifras oficiales mentirosas ha colocado a la Argentina en la poca elegante situación de recibir la "tarjeta amarilla" de la organización. En tres meses, recibirá "tarjeta roja", o sea será suspendida o expulsada de la entidad por la que han batallado para ingresar todos los países que miran al futuro.

 
Es que la membrecía del FMI supera ampliamente el símbolo que la sigla conlleva para la rudimentaria política local. Significa excluirse de todo el funcionamiento económico global que lo tiene como base informativa: el Banco Mundial (que financia gran parte de los planes sociales y obras públicas), el G-20 (que sirve para el vano lucimiento presidencial), los organismos financieros regionales (que financian parte de nuestras pocas obras de infraestructura), la banca comercial internacional (sin la que es imposible exportar), la Organización Mundial del Comercio (que establece las normas contra el dumping poniendo siquiera algún límite legal a los poderosos) y, en general, todos los organismos dependientes de las Naciones Unidas.

 
¿Llegará la supina indiferencia del kirchnerismo con el futuro a infringir tal magnitud de daño a los argentinos? Sería bueno que no. Pero para ello deberá develar sus mentiras estadísticas,  mostrando toda la basura que "escondió bajo la alfombra" en estos años, entre otras la manipulación delictiva de la deuda emitida durante su propia gestión, y la realidad de la inflación sufrida en el último lustro debido a su escandalosa política fiscal y monetaria.

 
No hay aquí ninguna épica liberadora. Hay un ocultamiento delictivo, una mentira -más- convertida en política de Estado, una burla al resto del mundo y a los propios argentinos.

 
Y en lo que nos toca a los argentinos, otro deterioro institucional más, de los tantos que suma una gestión que pasará a la historia  con pena y sin gloria, como una de las peores administraciones que haya sufrido la Argentina en tiempos democráticos.
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