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Laclau y la reforma constitucional

Laclau y la reforma constitucional

Por Ricardo Lafferriere
domingo 02 de septiembre de 2012, 19:18h
Al estilo de una carta abierta, Ernesto Laclau se ha pronunciado, en un reportaje realizado días atrás en un medio oficialista, en favor de una reforma constitucional que adecue la organización política del Estado a las nuevas realidades.

 
"Cuando nuevas fuerzas sociales irrumpen en la arena histórica, habrán necesariamente de chocar con el orden institucional vigente que, más pronto o más tarde, deberá ser drásticamente transformado. Esta transformación es inherente a todo proyecto de cambio profundo de la sociedad", expresó en una publicación realizada en  "Tiempo Argentino".

 
Adelantamos una coincidencia. Tiene razón Laclau en una premisa que, sin embargo, no podemos atribuirle a su creatividad sino al conocimiento básico de la ciencia política y la sociología: cada sociedad, en cada tiempo, establece su marco normativo de organización y ejercicio del poder. Trasladado a las matemáticas sería como atribuir a la profundidad conceptual del compatriota Adrián Paenza la afirmación terminante de que 2 + 2 = 4.
 

El corazón de su afirmación, sin embargo, se apoya en otro juicio con fuerte sabor a entelequia. Según el filósofo, se habrían producido en esta década en nuestro país cambios en la estructura social tan importantes que habrían dado origen a nuevas fuerzas sociales, no contempladas en la Constitución de 1994.
 

No las menciona, y desde una mirada sociológica no las advertimos. Hay, sí, un grupo empresarial de amigos del poder, beneficiados con la mega-corrupción de la década, que ha integrado una especie de "Corte" del poder en los negocios sucios, pero sería intelectualmente arriesgado atribuirle el carácter de "nueva fuerza social" a la que deba contenerse en la Constitución.
 

Similar reflexión cabe para las barriadas aluvionales, que han profundizado la migración interna de los últimos 80 años, cuyo cambio cualitativo ha sido el surgimiento de poderosas redes de narcotráfico y lavado, íntimamente vinculadas al poder. Por respeto a la sociología tampoco parece adecuado considerarlas "nuevas fuerzas sociales" sino, más bien, nuevos peligros a combatir. Nada en la Constitución vigente lo impide.
 

Y tampoco podría atribuirse el carácter de "nueva fuerza social" a la novedosa irrupción de una agrupación político-prebendaria, adueñada de los espacios del Estado de mayor disposición de recursos rentísticos y administración de negocios vinculados, que si bien se ha sumado a la tradicional cooptación del aparato estatal por los grupos concentrados, no alcanza -en la humilde y lega mirada de quien escribe- a la condición de "nueva fuerza social" que merezca el reconocimiento constitucional, aunque se autodefina con el nombre de un efímero ex presidente.

 

Muy pobre, entonces, la justificación del máximo referente filosófico del kirchnerismo, aunque debe reconocerse que, con todo, es superior al intento justificatorio de sus representantes locales. El vacío conceptual, la proliferación adjetiva y la ausencia argumental de Carta Abierta para defender el mismo tema hace que, aún desde una total discrepancia, leer a Laclau sea por lo menos una interpelación a la reflexión.
 

Y eso, al fin y al cabo, como ejercicio intelectual, no es una mala cosa.
 
 
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