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El límite del 'modelo'

El límite del "modelo"

Por Ricardo Lafferriere
lunes 27 de agosto de 2012, 23:43h
Mientras todo iba bien...todo bien. La agresión intelectual que sentían millones de argentinos al escuchar los dislates, en última instancia, generaba un perjuicio de escasa mensura para el imaginario nacional: la banalización del discurso político.
 

Al fin y al cabo, todo el mundo cree que sabe de política. Más o menos como el armado de la selección nacional de fútbol.

 
Es cuando "las papas queman" que queda en evidencia la insuficiencia de los juicios que no alcanzan el rigor del silogismo. La ausencia del conocimiento y de rigor analítico es reemplazada por las genialidades filosóficas de alguna carta abierta dirigida a endulzar oídos y darle a los dislates un barniz que le otorgue el brillo tramposo del oro falso.
 

Los argentinos fueron lanzados al fondo de un profundo abismo hace una década. El reduccionismo banal concentró en el presidente de la Rúa las causas del desastre, convirtiéndolo en el chivo emisario necesario para evitar enfocar las causas reales. No eran otras que las que le provocaron la hiperinflación a Alfonsín -heredero de la crisis de deuda generada por el proceso, no olvidemos: casi 50.000 millones de dólares-, y que lucraron con las privatizaciones masivas de Menem. Corporaciones, nomenclaturas, estratos del Estado cooptados por el capitalismo negro y burocracias corruptas que atravesaron todas las etapas.
 
 
El derrumbe del cambio de siglo fue la ruptura de un difícil equilibrio, del que sólo se podría haber salido con un gran acuerdo político y económico, al estilo de las grandes coaliciones nacionales. Al contrario, el acuerdo -tácito o expreso, nunca nadie lo sabrá- fue al revés: la oposición coaligada con los acreedores externos, unos exigiendo repartir lo que no había, y los otros exigiendo cobrar lo imposible. El desmoronamiento resultó tan obvio como inexorable.
 

Así llegamos al fondo del pozo. Y fueron los argentinos -no sus gobiernos- los que lo remontaron,  reducidos sus salarios a niveles de miseria y ampliando su producción en niveles épicos. Recuperamos la caída, soportando a quienes lucían traje ajeno repitiendo que esa recuperación era resultado de su gesta, cuando en realidad se daba a pesar de su gobierno.
 

Ese gobierno despilfarró el esfuerzo nacional y las oportunidades internacionales. Terminada la década que pudo ser gloriosa, nos debatimos hoy con una infraestructura envejecida, con trenes que se caen de a pedazos, reducidas a la mitad nuestras reservas de gas y en un cuarto las de petróleo, con rutas convertidas en el escenario del récord mundial de muertes en accidentes, con las barriadas infectadas por el narcotráfico y las redes delictivas de tráfico de personas.
 

 La violencia está enseñoreada en nuestras calles superando a las fuerzas policiales, la educación caída a niveles que ni en la peor pesadilla hubiéramos imaginado, liquidado nuestro stock ganadero y nuestras reservas en divisas, liquidados los fondos previsionales y con un deterioro institucional gigantesco en el que -¡a treinta años de la recuperación democrática!- volvemos a hacer girar nuestro debate nacional sobre si hay sólo una persona que puede presidirnos, o puede haber otros entre los cuarenta millones restantes...
 

La evidencia creciente del fracaso tensa los espíritus del oficialismo, abriendo espacio a sus reacciones más primitivas, que suelen reflejarse en las propias palabras presidenciales.
 

Los argentinos escuchan sorprendidos palabras laudatorias a los criminales "barrabravas", encendidos elogios a la manipulación aberrante de la niñez -privada de una educación aceptable, pero inducida a los antivalores del facilismo-, la amnistía de hecho de los criminales más aberrantes a condición de incorporarse a la agrupación oficialista de presos peligrosos, la cínica defensa  de la corrupción generalizada, el encubrimiento de delitos económicos vergonzosos cometidos por las mas altas autoridades y la discrecionalidad ilegal de los funcionarios en la economía de los particulares.

 
Y todo esto, emanando de la señora presidenta, por cadena nacional.
 

¿Tiene límites la profundización del "modelo"?
 

Desde esta columna, hemos sostenido hace mucho tiempo que el modelo se reduce a un solo objetivo: la perpetuación en el poder para negocios espurios. Puede ser aliado o rival de Clarín, de la Sociedad Rural, de los norteamericanos, de los brasileños, de Moyano, de la burocracia sindical de los "gordos", de liberales ucedeístas como Boudou, Massa o Etchegaray, de empresarios mostrados sucesivamente como ejemplo y contraejemplo  -como Brufau o los Esquenazi-, de marginales como Shocklender o Bonafini, de ex carapintadas como Berni, de intelectuales otrora progresistas redactores de cartas abiertas justificatorias de lo injustificable, o de intelectuales menos progresistas relaborando la historia. Todo vale, mientras sirva para preservar el puro poder. Que, a su vez, se necesita para hacer negocios.
 

En intuición del autor, para el "modelo", todo vale. Por eso sólo ve una forma de defender la civilización de los argentinos: un gran, un gigantesco encuentro democrático. Su eje natural es la defensa de la Constitución jurada. Allí debieran estar viejos y jóvenes, izquierdas y derechas, obreros y estudiantes, empresarios y productores. Cualquier grieta, ingenua, cómplice o interesada, será utilizada para profundizar cínicamente el creciente autoritarismo, con rumbo de dictadura, en el que el oficialismo está embarcando al país
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