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Olímpicos

Olímpicos

Por Enrique Szewach
domingo 19 de agosto de 2012, 07:52h
El incremento del presupuesto destinado a subsidiar deportistas de alta competencia financiado con el 1% de lo que pagamos los que hablamos por celular, ha generado un tibio debate en torno a la eficiencia en el uso de estos fondos.
 
 
Curioso, los argentinos pagamos en torno a los 700.000 millones de pesos, en impuestos nacionales y provinciales y sólo estamos cuestionando los 227 millones que se gastaron en subsidiar atletas de alto rendimiento.
 
 
Permítanme, entonces, plantear el tema desde este caso particular para luego ampliarlo y generalizarlo.
 
 
En primer lugar, una cuestión básica: ¿Por qué hay que destinar fondos públicos en ayudar a atletas de alto rendimiento?.
 
No hay ninguna teoría, ni medición objetiva que vincule "el bienestar del pueblo y la grandeza de la Nación" con el número de medallas conseguidas en un juego olímpico. Con todo respeto, ni Etiopía, ni Corea del Norte, ni Cuba, ni Jamaica (bien por arriba de la Argentina en medallas), pueden considerarse países superiores en calidad de vida a Bélgica, Finlandia o Taiwan, que obtuvieron magros resultados e inferiores a los nuestros.
 
Es cierto que una sociedad que "hace deportes" seguramente es mejor que una  en dónde sus ciudadanos no lo practican. Pero una cosa es "hacer deportes" y otra es "ganar medallas".
 
 
Aún cuando resultara razonable destinar fondos públicos al desarrollo de atletas olímpicos. ¿Dónde es más eficiente el dinero?. ¿En ayudar a los talentosos a perfeccionar sus destrezas?. ¿O es mejor poner el dinero en las escuelas y otros centros sociales para que los talentos aparezcan y luego seleccionar a los mejores para perfeccionarlos?.
 
 
Puesto de otra manera. ¿Ponemos la plata al final de la cadena, o al principio?. ¿No es mejor fomentar el deporte entre quienes no tienen la oportunidad de practicarlo, aumentando la base de deportistas potenciales, que asignar recursos exclusivamente a quienes ya lo hacen?.
 
 
Por último, se ha señalado, y con razón, que resulta prematuro juzgar el resultado de este impuesto, dado el escaso tiempo transcurrido desde su aplicación, porque se trata de una inversión a largo plazo. Pero si es así, ¿No corresponde, de todas maneras, tener algún "criterio de éxito"?. ¿No debería la entidad que administra estos fondos fijar metas intermedias, o algunos indicadores que nos permita, a quienes pagamos, saber si vamos o no por el buen camino?.
 
 
Entiéndase bien, no digo que esta mal lo que se hace, sólo estoy proponiendo una "hoja de ruta" para tener una respuesta, más allá de la típica "mesa de café".
 
 
Podemos ahora llevar esta discusión a los 699774 millones restantes.
 
 
Primero, los recursos tienen destinos alternativos, y no son ilimitados, por lo tanto, hay que discutir objetivos y fijar prioridades, y dichos objetivos y prioridades no son estáticos en una sociedad. Los presupuestos, en general,  se construyen en base a lo pasado, sin revisar su sentido presente o futuro.
 
 
Una vez aceptado el objetivo, hay diferentes instrumentos para lograrlo y algunos son más eficientes que otros. (Cristina Kirchner y Dilma Rouseff, tienen el objetivo de ampliar autopistas.
 
 
La primera, decidió que la ampliación la paguen por adelantado los consumidores. La segunda, como tiene mercado de capitales y reputación contractual, decidió que la plata y la obra la realicen  los privados y se les pague después. El objetivo es el mismo, los instrumentos son diferentes, y un sistema es más eficiente que el otro).
 
 
Tercero, tanto la teoría como la práctica, presentan  criterios claros para cuándo usar el sistema impositivo para financiar bienes o servicios,  cuándo usar endeudamiento y cuando recaudar por el sistema de precios.
 
 
Desconocer estas cuestiones lleva a fracasos estrepitosos, tanto desde el punto de vista de la eficiencia, como de la justicia distributiva. (El ya discutido, en esta columna, caso del transporte público, (con muertos incluidos)  o el de la energía, resultan paradigmáticos).
 
 
Por último, es imprescindible tener elementos para "medir" el éxito o fracaso de una gestión. Así como le pedimos al Comité Olímpico "medallas", ¿No deberíamos pedirle lo mismo al Ministro de Salud, de Educación, o de Seguridad?. ¿Qué metas anuales o plurianuales se fijan, para que sepamos si han sido un éxito o un fracaso?.
 
 
La idea de tirar primero y fijar el blanco después, logra aciertos del 100%, pero no es de "buen deportista"
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