red.diariocritico.com
Mirar más allá de las zapatillas

Mirar más allá de las zapatillas

Por Alberto Dearriba
sábado 18 de agosto de 2012, 22:59h
Es obvio que detrás de la creación de un sistema telefónico de delación para denunciar actividades políticas en las escuelas secundarias, subyace el prejuicio de que la política es algo abyecto que no cabe en ámbitos educativos.


Quienes militan en política saben, obviamente, que no pocas veces la misma conlleva prácticas corruptas, pero se acercaron a participar de ella precisamente por un espíritu solidario y de servicio muy lejano a esa idea de que la política es tan sólo una cloaca de la cual es mejor alejarse.


No son tan ingenuos como para suponer que no existen reiterados casos de mala praxis, pero saben que ello también ocurre en la medicina y no están dispuestos por ello a combatir su difusión.


Prefieren correr el riesgo de meterse en la charca antes que vivir ajenos a lo que pasa en el país en el cual viven.


Los jóvenes de los 70 arriesgaban su vida en pos de lo que creían sería una sociedad más justa, de la cual borrarían la miseria y la injusticia. Como sentimiento colectivo, pocas veces la sociedad argentina aportó valores tan nobles como los de aquellos chicos y chicas que no pretendían cargo público alguno.


Es más, la derecha los barrió impiadosamente de los cargos de conducción a los cuales habían accedido con el retorno de la democracia en 1973, pese a que habían sido los grandes gestores del fin de la dictadura.
El gobierno kirchnerista abrió la puerta a la militancia a los hijos de aquellos que soportaron cárcel, exilio y tortura, cuando no la desaparición.


Un río subterráneo emergió, se hizo visible, en los funerales de Néstor Kirchner. Y muchos de ellos ocuparon luego los cargos públicos de los cuales fueron privados sus padres.


Desde esos lugares difunden las ideas de la fuerza a la cual pertenecen y participan activamente de una intensa batalla cultural que pretende cambiar los paradigmas de una sociedad conservadora, con valores tallados en los años de la dictadura y consolidados luego durante la década del pensamiento único neoliberal.


Para ello, utilizan todos los medios a los que puedan tener acceso, incluidos los de innovación tecnológica que sus padres no tenían. Pero existen sitios en los que coinciden con sus antecesores: los barrios pobres de las ciudades y los establecimientos de enseñanza.


En aquellos turbulentos años 70, las organizaciones revolucionarias peronistas se alineaban en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), heredera de la organización creada por el primer peronismo en los 50, y en la Juventud Universitaria Peronista (JUP).


En los centros de estudiantes de las escuelas secundarias coexisten hoy felizmente militantes trotskistas, radicales, comunistas, socialistas, de Nuevo Encuentro, independientes y peronistas que, por una cuestión generacional, se referencian obviamente en la Cámpora.


Se acabó el silencio de cementerio que reinaba en la dictadura. Los chicos tienen el derecho de acercarse a la política desde el espacio que más los convenza.


En esos ámbitos de discusión y pensamiento, se encuentran con compañeros que no solo piensan en las zapatillas de marca, sino en el modo de construir una sociedad más equilibrada, menos injusta.


Estas actividades horrorizaron a quienes creen que la política es una mala palabra, que sólo sirve parta robar. Son sectores que se definen como "apolíticos", aunque en realidad profesan un ideario conservador y reaccionario.


No están al tanto de la política, pero siempre votan a la derecha.


Suelen enseñarles a sus hijos que "a nosotros no nos interesa la política". Y no les explican que, les interese o no, la política marca sus vidas y se interesa por ellos. Que deben estar alertas como ciudadanos, porque pueden ser usados como masa de maniobra para las posturas políticas más perversas.


No les dicen a sus hijos que sólo la política puede transformar a la sociedad, o modificar aquellas normas que no comparten.


En todo caso, los jóvenes de los 70 abrazaron la violencia para producir esas trasformaciones y los de hoy, felizmente, creen que pueden producir los cambios que anhelan con su militancia política.


La política no es mala en sí, como pretenden quienes se reservan el exclusivo derecho de practicarla a piaccere. No es malo en sí que los jóvenes lleven sus posiciones políticas a las escuelas.


Lo que en todo caso puede criticarse, desde otra posición política, es el modelo de sociedad al cual aspiran.
La política es una herramienta, lo malo pueden ser las propuestas, su contenido.


Para rebatir una postura política no es bueno denunciar telefónicamente que fulanito está haciendo política en la escuela.


La democracia implica en verdad una puja de ideas en todos los niveles. Y para combatir las ideas que no se comparten hay un solo vehículo: la política, y no la delación
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios
ventana.flyLoaderQueue = ventana.flyLoaderQueue || [] ventana.flyLoaderQueue.push(()=>{ flyLoader.ejecutar([ { // Zona flotante aguas afuera ID de zona: 4536, contenedor: document.getElementById('fly_106846_4536') } ]) })