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Vivir con lo nuestro -¿o liquidar la herencia?-

Vivir con lo nuestro -¿o liquidar la herencia?-

Por Ricardo Lafferriere
lunes 13 de agosto de 2012, 23:58h
Hace algunos años recuerdo haber escuchado a Orlando Ferreres sostener la necesidad de tener en consideración, al momento de hablar de las cuentas nacionales, el estado de todos los aspectos de la economía y no sólo de aquellos que muestran la evolución de los ingresos. No hacerlo así genera el riesgo de terminar en un diagnóstico equivocado, que en algún momento saldrá a la superficie invalidando las consideraciones efectuadas. La reflexión viene a cuento de "el período más exitoso de la historia económica argentina", que habríamos atravesado en tiempos kirchneristas.

 
No es muy distinto -aunque sí más complejo- que una economía particular. Un rico heredero -pongamos por caso- que recibe como herencia un campo y que decide venderlo para convertirlo en fondos líquidos, se encontrará de pronto con una gran disponibilidad de ingresos. Sentirá un "efecto riqueza" que le permitirá vivir por un tiempo dilapidando recursos, con un nivel de vida que seguramente no hubiera alcanzado con la rentabilidad del campo. Cualquiera que lo viera manteniendo caballos de carrera, viajando asiduamente al exterior y coleccionando automóviles caros pensaría que se volvió rico, "qué bien que le está yendo". Sólo que, en algún momento, se le terminará.

 
El país es más complejo que un campo, pero la idea sirve. Tiene un capital acumulado que, en ciertas condiciones, es posible liquidar y vivir con eso. Por ejemplo, puede liquidar sus reservas energéticas -conseguidas con inversiones en exploraciones realizadas en el pasado-,  su stock ganadero -logrado con inversiones también efectuadas con anterioridad- e incluso puede liquidar sus reservas financieras atesoradas en el BCRA destinadas a sostener el valor de su moneda, y sus reservas previsionales, ahorradas para garantizar el pago de los futuros jubilados.
 

Se puede poner números aproximados a estos conceptos. El stock ganadero liquidado, por ejemplo (doce millones de cabezas) tienen un valor aproximado a treinta mil millones de pesos (aproximadamente siete mil millones de dólares), que desaparecieron, porque literalmente nos las "comimos". Las reservas de hidrocarburos -petróleo y gas- que se agotaron por no destinar inversión a nuevas exploraciones para mantener el stock, significan una demanda adicional de recursos de más de diez mil millones de dólares al año de importaciones -proyectando linealmente, sin crecimiento económico adicional, cien mil millones de dólares en la próxima década-, que hemos quemado sin reponer.

 
Si decidiéramos invertir con el propósito de recuperar la autonomía energética perdida, habrá que agregar a esa suma otros diez mil millones de dólares por año -o sea, veinte mil millones de dólares adicionales por año en total, o Doscientos mil millones en diez años-, a raíz de la política depredadora de la administración kirchnerista.

 
El fondo de sustentabilidad previsional, destinado a asegurar el pago de futuros jubilados, incluye ya  el 60 % de su total (es decir, Ciento veinte mil millones de pesos, o sea treinta mil millones de dólares) en títulos públicos del gobierno argentino...¡que no figuran como deuda en los informes de la Secretaría de Hacienda! -o sea, que no se espera devolver jamás...- Cuando llegue el momento de pagar a los nuevos jubilados, habrá que responder con nuevos impuestos, o sea reponer lo que nos gastamos.

 
El BCRA, por su parte, ha informado que su patrimonio neto es ya negativo -muy lejos de los "50.000 millones de dólares" del relato oficial-. Éste contabiliza como "reservas" los depósitos en divisas de empresas y particulares en el sistema bancario -es decir, recursos que no son propios-. También los préstamos que ha pedido a entidades internacionales -que tampoco son propios-, y los títulos públicos por fondos prestados al gobierno nacional -"paga Dios"...-  Pero no sólo eso: también contabiliza como reservas los fondos extraídos al sistema bancario, propiedad de particulares, que son canjeados por LEBAC y NOBAC, para hacerse de recursos a fin de comprar dólares exhibidos como "reservas", pero que son ajenos -deben devolverse a su vencimiento, o cuando los bancos los pidan para devolverlos a sus dueños, cuando se les ocurra retirarlos-. O sea, tampoco son propios.

 
Ocultar esos datos permite a la presidenta decir alegremente que avanza el "desendeudamiento",  omitiendo que gran parte de los pagos a acreedores externos se ha realizado contrayendo nuevas deudas -que evidentemente no piensa pagar- con los jubilados y pensionados, con los depositantes que confiaron en la ley y en los bancos argentinos, y con los confiscados por medidas arbitrarias de su gobierno. Cuando debamos recomponer las reservas para detener el deterioro monetario (o sea, la inflación), o simplemente devolverlas a sus dueños, habrá que sacarlas de algún lado...o sea, de un "ajuste".

 
Eso tampoco completa la cuenta. El deterioro de la infraestructura pública -el caso más paradigmático es el ferroviario- es un capital que se ha gastado sin reponer ni prever amortización, y que se extiende a autopistas, rutas, puertos, hidrovía, centrales energéticas, escuelas, subterráneos, equipamiento militar, flota de automotores del Estado, transporte colectivo privado, etc.-

 
Las obras públicas realizadas en la década -ampliación de la red de agua potable, autopista Rosario-Córdoba, un par de centrales eléctricas de tecnología tradicional y la inversión en equipamiento científico - son ínfimas de cara a la pérdida de valor de la infraestructura existente. Todo eso significará -ya significa- un deterioro del capital público que crea una demanda adicional de recursos gigantesca, para no caer en un tobogán irreversible.

 
En este breve "racconto" no están incluidas nuevas demandas de gasto público -en bienes sociales, viviendas, equipamiento en seguridad, gasto en salud, e incluso revertir el deterioro -y aún la necesaria modernización- de la infraestructura educativa, cuyo nivel de obsolescencia es insostenible. Tampoco se incluye la inversión productiva privada, para recuperar dinamismo, generar ocupación y ampliar la capacidad de generar riqueza.

 
Entonces...sí. Hemos tenido "los mejores años de la historia económica argentina". El consumo ha sido formidable, en todos los sectores -ricos, medios, pobres...- Pero no exageremos. Gran parte de ese bienestar ha consistido en comernos nuestro propio capital, "liquidando la herencia". El "relato" sólo cuenta lo lindo, pero oculta sus contrapartidas. Alimenta la miopía de la reflexión pública, ayudado por la anulación del debate y la polarización extrema y capciosa de la argumentación política.

 
No son, entonces, todas rosas. Es posible que cuando a algún economista se le ocurra realizar la cuenta completa que aconsejaba Ferreres reflejando con exactitud el estado del país de hoy comparado con el país de hace diez años, pueda encontrarse con la sorpresa que la dilapidación de recursos de estos años, que nos hizo felices, en realidad escondió una gran impostura: retroceder varias décadas en la riqueza total del país.
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