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Los que tiran la piedra y esconden la mano

Los que tiran la piedra y esconden la mano

Por Leopoldo Moreau
lunes 23 de abril de 2012, 05:20h
Hoy los columnistas dominicales de La Nación y el Clarín--que escribieron como si estuvieran en cadena nacional por la similitud de los argumentos que usaron--cayeron sobre la oposición y, particularmente, sobre el radicalismo por la decisión de acompañar en general el proyecto que devuelve al estado la mayoría accionaria en la empresa.
 
 
El matutino La Nación dedicó varias notas e incluso el editorial a descalificar la postura partidaria con falacias, inexactitudes, mentiras y groseros olvidos.
 
 
Veamos: en primer lugar ambos diarios reprochan a la UCR no hacer hincapié en las contradicciones del justicialismo en materia de política petrolera--lo que a todas luces recordamos en estos días en todos los debates y discusiones que hubo en la materia--pero ellos ocultan su propia responsabilidad en la fiebre privatista de los 90 y, específicamente, en la privatización de YPF.
 
Ven la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio. O acaso creen que los radicales nos olvidamos del trato que nos daban La Nación, Clarín, Neustadt, Grondona y tantos otros cuando nos acusaban de "defender el pasado" o de oponernos a la "modernización del país" cada vez que alertábamos respecto de la entrega del patrimonio nacional en el auge del menemismo que tanto entusiasmo despertó en todos ellos.
 
 
Fuimos tratados casi como leprosos y condenados al ostracismo en medio de una campaña mediática fenomenal que casi no nos dejaba resquicio para expresarnos.
 
 
Ya nos encargaremos de reproducir artículos, editoriales y mensajes que emitían en aquellos tiempos en favor del desguace del capital social que los argentinos habíamos logrado acumular.
 
 
Por supuesto, que recuerdo porque estaba en el Congreso Nacional discursos de dirigentes del justicialismo justificando privatizaciones pero no me engaño; la derrota política y cultural que sufrió la argentina no se debió solo a esos discursos o a la claudicación de ese sector político sino al aplastante aparato comunicacional que estos medios, columnistas y opinólogos desataron propagandizando "el fracaso del estado","el fin de la historia" o "la muerte de las ideologías".
 
 
En otro orden es bueno analizar algunos dichos de hoy, como por ejemplo, los que podemos leer en la nota de Morales Solá que afirma--refiriéndose al radicalismo-- "la defensa de la Constitución y de la legalidad era su principal capital político que también vendió a la fugacidad de las encuestas".
 
 
Más allá que tamaña infamia no se condice con nuestra historia de luchas contra las dictaduras que arrasaban los derechos constitucionales y que Morales Solá elogiaba es también un buen momento para recordar aquello que decía Raúl Alfonsín cuando aseguraba "no podemos ser seguidores de encuestas" y sobretodo cuando indicaba "si la sociedad se hace conservadora, los radicales debemos prepararnos para perder elecciones".
 
 
Estas definiciones que las tuvo en la década del 90 eran, precisamente, las que llevaban a Morales Solá y otros de los ya mencionados a pontificar que Alfonsín se "había quedado en el pasado".
 
 
Paralelamente, en la página 12 de ese mismo matutino otra nota bajo el titulo "una medida que acentúa las divisiones"  sostiene lo siguiente: "la decisión por parte de las fuerzas opositoras de acompañar esta medida carece de lógica electoral.
 
 
Si la nueva política energética que se inicia--continúa el articulo-- es exitosa, la sociedad se lo va a reconocer al gobierno nacional.
 
 
Si en cambio, se profundiza el fracaso que viene ocurriendo, los radicales, los socialistas y otros que apoyen ahora no podrán--concluye el autor-- capitalizarlo en el futuro".
 
 
Ese es, precisamente, el punto.
 
 
Nosotros no podemos ni debemos apostar al fracaso.
 
 
Por el contrario, siempre nuestros actos y decisiones deben apuntar--con el riesgo de equivocarnos-- al éxito del país porque ahí esta el éxito de la política que no se ejercita para destruir sino para construir.
 
 
Esa es la diferencia entre los comportamientos corporativos--hoy dolidos porque el radicalismo no es funcional a sus necesidades--y los de la política.
 
 
Nosotros representamos la ética de la solidaridad y ellos la ética de los intereses.
 
 
Nada mas claro que la ofensiva que hoy desataron para "retar" al partido sencillamente porque es coherente y, no solo con el pasado, sino fundamentalmente con el futuro.
 
 
Ellos también lo son. Pero que ellos se queden con su coherencia.
 
 
Nosotros estamos tranquilos con la nuestra.
 
 
Leopoldo Moreau
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