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Llama una radio argentina

Llama una radio argentina

martes 17 de abril de 2012, 13:23h
Quien suscribe suele recibir, cuando acontecimientos informativos así lo propician, llamadas de un considerable número de radios argentinas, que desean que exprese mi opinión para sus oyentes sobre las cosas que pasan en España. Se garantizan así los colegas -sé que no soy, ni de lejos, el único llamado, aunque figuro sin duda en las listas de 'llamables amables'-un corresponsal gratuito, porque la norma de cortesía entre periodistas impone habitualmente no negarse a prestar este tipo de favores, que pueden llegar a ser mutuos. Ahora, las cosas se están poniendo algo feas, incluso entre nosotros, los profesionales de la información.


En la madrugada de este martes, cuando ya culminaba una jornada agotadora -las reacciones a la cacería real, la vertiginosa subida de la prima de riesgo, la nacionalización por golpe de mano de Repsol-YPF--, recibo la llamada de Radio América, de Buenos Aires. Un locutor obsequioso me presenta y comienza, a continuación, el interrogatorio. Cada cual mantiene, respetuosamente, sus puntos de vista: para mí, es una violación del espacio de la más elemental seguridad jurídica; ellos se aferran a la tesis oficial según la cual las inversiones de Repsol en Argentina eran insuficientes y las ganancias, en cambio, muchas. El intercambio dialéctico dura poco: criticar desde los medios argentinos a la señora presidenta suele traer malas consecuencias para esos medios, por decir lo menos. Por lo mismo, les gusta poco que yo lo haga en su radio, y cortan rápidamente.


Ahí queda la cosa. Hasta que averiguo que, una vez que yo colgué y, por tanto, no tenía posibilidades de defenderme, se produjeron algunos comentarios desagradables y poco favorables hacia mi postura. Una clara trasgresión de las normas de cortesía y de estética periodística (¿se habrán contagiado del peculiar estilo arrabalero de su propia presidenta?).


Yo creo en la defensa de los intereses del propio Estado desde los medios de comunicación nacionales. En este caso, yo estoy convencido de las razones que asisten a la parte española, y quiero creer -aunque me resulte difícil- que mis interlocutores argentinos están igualmente persuadidos de la bondad de sus argumentos. En lo que no creo ni quiero creer es en las guerras sucias periodísticas, en las puñaladas traperas, en las zancadillas, en el emponzoñamiento de las relaciones entre profesionales, o entre ciudadanos de uno y otro país. Españoles y argentinos nos hemos llevado siempre estupendamente bien, a pesar de los eventuales traspiés de los dirigentes políticos (tengo que decir que los de ellos son, por decir lo menos, peores, y ya la última deriva de doña Cristina Fernández raya lo esquizoide). Tengo el propósito de seguir manteniendo los mejores lazos con mis amigos y colegas argentinos. Por eso mismo, no volverá a ponerme al teléfono cuando ciertas radio bonaerenses quieran utilizarme como corresponsal en España: si quieren disparar, que disparen, pero no sobre mis espaldas. Y encima, gratis total.
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