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'Juego de preguntas y respuestas...'

"Juego de preguntas y respuestas..."

Por Ricardo Lafferriere
viernes 02 de marzo de 2012, 15:22h
La teoría de la relatividad restringida (Einstein, 1905) postuló y probó que es imposible determinar con exactitud los movimientos absolutos de los cuerpos, ante la inexistencia de un punto fijo universal de referencia. Según este postulado, todos los movimientos de los cuerpos en el espacio son siempre relativos a  la posición y movimiento de los demás. En consecuencia, nunca podremos saber con precisión si es la tierra la que se mueve alrededor del sol, o si en realidad es el sol el que se está moviendo -en un escenario más amplio- alrededor de la tierra... o si es el tren el que chocó contra el andén, o si fue en realidad el andén el que chocó contra el tren. Porque sabemos que en la Argentina kirchnerista hasta eso puede pasar...

 

A esto seguramente se refería el Secretario de Transportes cuando, horas después del terrible accidente del "ex ferrocarril" Sarmiento (nunca tan correcta una incorrección gramatical) se presentó ante los periodistas convocados a una "conferencia de prensa" en la que se limitó a leer un comunicado de su autoría, y se negó a ser interpelado porque "no es momento de prestarse al juego de preguntas y respuestas".

 

Sin embargo, los periodistas presentes seguramente no pretendían averiguar los conocimientos de física elemental del Secretario de Transportes que se muestran en los tradicionales juegos de preguntas y respuestas, sino saber por qué se produjo un hecho fatal, anunciado repetidas veces por la Auditoría General, los gremios, las asociaciones de usuarios y pedidos de informes de legisladores opositores en ambas Cámaras. Resulta que el Sr. Secretario de Transportes no es un alumno del Secundario, sino un funcionario del que depende la vida de millones de personas que viajan diariamente en el transporte público.

 

¿Habrá que esperar entonces varios meses -o años- que en nuestro tiempo judicial -también siempre relativo, como el espacio tiempo einsteniano- pueden significar hasta décadas para enterarnos por qué murieron 51 compatriotas y fueron heridos cerca de un millar a raíz de que el tren que los transportaba -o el andén que los esperaba- no frenaron a tiempo? ¿o si es cierto que la empresa concesionaria cuenta con un seguro mínimo -se habla de apenas USD 400.000 dólares- para responder por los daños en vidas que causó este accidente? ¿o por qué la formación viajaba con más de tres veces la cantidad de los pasajeros autorizados?

 

En esta conferencia de prensa -que no sería un juego- el Secretario debiera haber contestado cuál es el control estatal sobre las condiciones técnicas de los trenes, cómo se controla que los millonarios subsidios que reciben mensualmente los empresarios kirchneristas concesionarios del "ex ferrocarril" sean invertidos en su destino, y si es cierto que la empresa concesionaria desvió gran parte de estos subsidios para sus operaciones inmobiliarias en el exterior.

 

Todos parecen ahora hacer su juego. Hasta el gobierno, que está dejando correr la idea de la reestatización, como si el problema tuviera una solución previa a la determinación de la causa. El "ferrocidio" ha sido, efectivamente, una causa central de este y otros accidentes. Pero estamos lejos de creer que la solución mágica sea el cambio de la propiedad: gran parte del ferrocidio lo realizó el propio Estado, cuando los trenes eran suyos.

 

No llegaremos a una respuesta clara sobre lo que hay que hacer, sin hacernos las preguntas adecuadas, y abrir espacios para un debate creador, plural, transparente, que no sea dominado por los intereses corporativos de gremios, funcionarios, proveedores y aún los propios "rivales" del transporte ferroviario, la poderosa corporación de los camioneros, motor histórico del desmantelamiento de los trenes y socia de casi todos los gobiernos, incluyendo especialmente el actual.

 

Mientras, el país está desguarnecido. Con una infraestructura que se cae de a pedazos no sólo en el área ferroviaria sino en todos los espacios que dependan de decisiones públicas -energía, transporte, puertos, autopistas, rutas-. Con una indiferencia tan grosera que ha quedado evidenciada ante la reacción de la presidenta, que no atinó  ni siquiera a un gesto de solidaridad limitando su papel a suspender los corsos de carnaval -que había organizado, dicho sea de paso, sólo para competir con el gobierno porteño-. Y a marcharse al Calafate, su "lugar en el mundo" -y también en el tiempo, ya que es poco lo que se la ve gobernando, y mucho lo que permanece en su casa-.

 

En el tren siniestrado no viajaban ricos y famosos. Eran trabajadores, empleados, estudiantes de hogares humildes, mujeres del servicio doméstico, madres de barrios de emergencia llevando sus hijos al hospital, jóvenes que marchaban a su trabajo de repartidores, "deliveries" o estacioneros de servicio. Tan sólo un profesor universitario, técnico, que ese día decidió ir en tren, porque -según lo dijo su esposa- pagar la playa de estacionamiento por su viejo automóvil quedaba fuera del alcance de su sueldo.

 

El caso de Lucas Meneghini Rey, destacado por Humberto Bonanata en su editorial del domingo en NOTIAR, fue un testimonio abarcador de la tragedia:   joven de 20 años y padre de una niña de cuatro años de edad que sólo quería subirse a un tren repleto por una de las cabinas inhabilitadas para la conducción de la formación saltando una ventanilla. Debía llegar a tiempo al "call center" que le daba de comer a su familia con su digno trabajo. Compatriotas que son la base de la Argentina real, la que sostiene con su esfuerzo todo lo demás, incluyendo a quienes gobiernan, que se supone que están para cuidarlos.

 

Los que integran la cadena de complicidades que desembocó en esto no tienen perdón. Y casi diría que tampoco los que, en la presunta "oposición", invocando estúpidos privitimismos ideologistas, permiten con su intolerancia recíproca y su injustificada fragmentación la continuación de una gestión que no es de izquierda ni de derecha, sino sencillamente inhumana.
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