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Funcionarios

Funcionarios

Por Enrique Szewach
jueves 23 de febrero de 2012, 16:46h
Permítanme apurar mi posición: los funcionarios públicos tienen que ganar muy bien, porque es cierto que no se puede pretender que sólo los ricos o los frugales o faquires, hagan política.


Dicho sea de paso ¡Qué fallido el del Diputado Dominguez, cuando expresó que sin un buen sueldo sólo los  "ricos o ladrones", podrían dedicarse a la política!. Es cierto que un buen sueldo permite que gente sin un voluminoso patrimonio, se dedique a la política, pero no evita la corrupción. Hay ricos corruptos y pobres honestos y viceversa. ¡Ningún mal sueldo justifica robar señor Diputado!.


Vuelvo e insisto, los funcionarios públicos tienen que ganar muy bien, pero de manera transparente, sin trampas, sin pagos en negro, sin gastos escondidos, sin prebendas.


Y ese sueldo tiene que ser contra una prestación cierta y clara. Porque la función se jerarquiza, primero, trabajando y después reclamando una remuneración acorde, y no al revés. Si los diputados y senadores oficialistas se han convertido, en lugar de representantes  de sus votantes o de sus provincias, en meros "levanta manos" para aprobar, sin corregir una coma, y sin importarles los intereses de quienes deben representar, como sucedió en las sesiones extraordinarias de fines del año pasado, en dónde ni siquiera tuvieron el tino de disimular un poco, admitiendo cambios menores en algún proyecto de ley, la verdad, es que podrían hacerlo sin cobrar un peso.


Y esto me lleva al tema de una reforma política en serio, distorsionada por esa parodia de internas abiertas y simultáneas que tuvimos el año pasado. Mientras los legisladores no se sientan representantes de quienes los han votado, en el marco de un programa explícito de trabajo, difícilmente quienes le pagamos el sueldo, tendremos la  voluntad de pagarles lo que les corresponde.


Por otra parte, en la Argentina tampoco existe información explícita respecto de la perfomance de cada legislador - es decir poder entrar a una página de Internet, clickear sobre el nombre del legislador y saber sobre su asistencia a las comisiones, al recinto, cómo voto en cada ocasión, cuántos asesores tiene, qué proyectos presentó, cuántas reformas propuso a proyectos de terceros, cuáles fueron sus intervenciones en cada caso, etc. -, de manera que cada ciudadano  pueda evaluar el comportamiento de su legislador.


Finalmente, tampoco el Congreso posee, en general, en su planta permanente, personal técnico, profesional, designado por concurso, para asesorar a todos los bloques respecto de cuestiones exclusivamente técnicas, de manera de reducir el número de asesores directos de cada bloque o legislador, y los nombramientos de cada período legislativo, que acumulan gente, sueldos y gastos.


Con todos estos elementos, paso a "refinar" mi posición inicial.


Los legisladores tienen que ganar un buen sueldo. Podríamos usar algún parámetro objetivo -el que se usó ahora del 120% del sueldo de un funcionario de línea, no lo es, porque ese sueldo lo fija el propio Congreso, de manera que surge un conflicto de intereses en la negociación con los empleados-.


Sugiero, por ejemplo,  utilizar una canasta de bienes y servicios para ejecutivos, o gerentes, valuada a los precios de mercado y calculada en forma transparente y pública y que incluya gastos de viaje, alquiler, etc.


Sugiero, sobre ese sueldo, agregar un plus para contratar tres asesores como máximo, en cabeza de cada legislador y, si no lo hacen, que ese dinero quede a disposición del legislador, pero en títulos de la deuda pública, y sólo disponibles para ser negociados, al término de su mandato. De esta manera, no designarán asesores "en vano", tratarán de informarse y estudiar por su cuenta y, de paso, tendrán algún interés en defender el valor de la deuda soberana, con una buena tarea legislativa. (O por lo menos no hubieran aplaudido a rabiar el default).


Todo esto acompañado por el "archivo en línea" de cada legislador, con el detalle de la perfomance, comentado más arriba, junto a una reforma política que permita una relación más directa entre representantes y votantes, y una profesionalización y achique de la planta permanente del Congreso.


En síntesis, si queremos jerarquizar, como corresponde, el funcionamiento de la República, tenemos que abandonar hipocresías, pero de los dos lados. Del lado de los que pagamos, pero también del lado de los que cobran
 
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