Terroristas FARC: sin honor y sin bandera

            Desde la distancia física que me da el vivir en España y con la ansiedad mental de quien sigue el día a día de Colombia a través de los medios, no deja de sorprenderme que de tanto en vez terceros le digan al gobierno electo lo que debe o no hacer.

            Puedo entender que en los entresijos silenciosos de la diplomacia de alcantarilla Europa, Estados Unidos y hasta Japón sugieran tal o cual dirección de los asuntos, pero que de pronto el presidente Correa o el presidente Humala o el presidente Chaves indiquen un camino o se ofrezcan para mediar en no sé qué diálogo me vuelve, por usar una palabra de mi abuela paisa, zurumbático.

            Me da rabia que se llame a los terroristas de las FARC "guerrilleros" y que se hable de ellos en términos militares en vez de policiales: desmovilizar, dar de baja, despeje zonal y términos equivalentes que no utilizamos ni con los asesinos ni con los secuestradores vulgares. Vale que el ejecutivo hace escasos esfuerzos y vale que gran parte de la prensa no seguimos la "justicia léxica", pero al fin solo se trata de terroristas, individuos más cercanos a Al Qaeda o a la delincuencia común que al Che Guevara, ya tan trasnochado que solo quedan de él cuatro calcomanías y media docena de camisetas mal impresas lucidas por jóvenes burgueses en las playas más "in" de Europa.

            La democracia merece más que una crítica deslavazada desde los medios o que los gestos calderonianos de doncella ofendida con que nos amenazan veladamente los presidentes Correa o Morales. Como en todas partes, en Colombia también cuecen habas y, a veces, a calderadas, pero hemos de tener claras las esencias y mantenernos firmes en lo crucial: las personas que están en las FARC no son soldados ni guerrilleros ni partisanos ni resistentes ni insurgentes ni nada definido desde términos que les justifiquen o engrandezcan en modo alguno. Son terroristas: asesinos, secuestradores, criminales de toda laya. Y, por lo menos a mí, me molesta verles lucir la bandera nacional en sus mangas. ¿Qué derecho les asiste, qué principio moral les ampara, qué mal sentido de la bandera les empuja a mancillar con sangre, injusticia y dolor el símbolo que mejor representa la historia de una nación con 200 años de democracia legítima? Imperfecta, sí, pero legítima, que es infinitamente más de lo que se puede predicar de los terroristas. Ojalá cada vez que se abata o detenga un terrorista de estos se le arranque públicamente la bandera para que quede claro su deshonor