El "Cuco" del dólar ya no funca

Y no, el miedo cambiario y financiero ya no obtiene el mismo resultado que en otras épocas.

Repite viejas actuaciones, pero fracasa. Amaga pero recula. Y ese fracaso no es a causa de un milagro sino de un mecanismo de aciertos. La amenaza fue desenmascarada con el antifaz puesto.

El miedo es una emoción que nos hace reaccionar ante un temor objetivo, con nombre propio, en este caso el dólar.  A diferencia de la angustia, que no tiene un origen preciso, el miedo nace de una experiencia vivida, de un dolor ya dolido. E inminente. Aprovecharse de esa memoria es el ardid de los asustadores que aún quedan. Y que siguen adiestrando- ya no amparados por disfraces- alcahuetes guionados dócilmente que vocean sus amenazas por los medios con debida obediencia.

No hay pruebas, pero sí indicios, de que los niños no le siguen teniendo miedo al "Cuco" y hasta juegan con él como con un susto inofensivo. Pero sí, se acaba de comprobar que a los argentinos adultos la amenaza del dólar ya no los espanta como a niños. Acaso los inquieta, pero cada vez menos: como a quienes por tener por fin un pararrayos dejaron de temerle a cualquier nube amenazante. El Estado cuya protección era antes un albur, ahora es una garantía sostenida por certidumbres, y no por pálpitos.

Fue inútil que la obvia embestida opositora y mediática para hacer cundir el miedo hacia una devaluación y colapso, no diera resultado. Los anticuerpos del modelo y la nueva predisposición popular a confiar en él, contuvieron las maniobras. Ni siquiera hizo falta restregarles en la jeta de la conspiración cambiaria, la avalancha democrática de las urnas. Serían capaces de negarla; y la negarían aún si se les trepanara el cerebro voto a voto hasta contar once millones y medio.

Entonces, y a pesar de los instigadores se da por finalizado el antiguo ciclo del "Cuco"; largamente representado y magnificado por el dólar. Lo que funcaba ya no funca. Aunque siempre quedan nostálgicos adheridos a rémoras, sean estos operadores, lobistas y defraudadores de rango que todavía guardan la ilusión de causar o apurar una declinación del Gobierno, o una corredera bancaria que lo sepulte. Viven de la masturbación del pasado, cuando conseguían voltear y reemplazar presidentes y ponerlos en vereda, cercándolos y capturándolos. Y humillándolos. El dólar era su herramienta para mantener en cautiverio a un país entero eligiera lo que eligiera.

Sería imposible, ilógico comparar  estos tiempos con aquellos de los años cuarenta cuando Perón bromeando ante la multitud de la Plaza de Mayo preguntara con sorna: "¿Alguno de ustedes vio alguna vez un dólar?". Y la multitud festejaba consintiendo. La historia hace prescribir las anécdotas sólo oportunas a su tiempo y no a estos. Ya que en más de medio siglo los argentinos, cíclica y arrítmicamente vimos, entrevimos, olfateamos, espiamos muchas veces o alguna sola vez, o aunque sea de oídas, montones y parvas, o moneditas de dólares.  También los vimos desvanecerse o ser profanados y evadirse. Y fundirnos.

Por suerte-  no por suerte sino por convicciones políticas- estas semanas fueron demostrativas de que hasta la calabaza de Halloween tiene más éxito que el "Cuco" del dólar. Y que el pueblo prefiere correr a preparar sus vacaciones que ser corrido por miedos hipotéticos alentados por bandas de dolarizadores. A los opositores antipopulares cada vez le quedan menos "Cucos" para usar como amenazas.

Y ahora son ellos, los asustadores, los que se asustan al ver que sus sustos no prosperan.

Por paradoja, han pasado de infundir miedo a causar gracia.

"Por un puñado de dólares" fue un divertido western italiano, de los llamados "spaghetti", de los años sesenta y setenta. La banda sonora de Ennio Morricone les ponía la salsa musical del grotesco. Era un cine brutal que daba risa. En la Argentina actual hasta el "Cuco" del dólar puede ser visto como un juego. Cambiaron los tiempos. Antes una crónica como esta hubiera sido idiota y temeraria. Hoy es solo un   entretenimiento