Carteles

La picaresca criolla no tiene límites. Uno se sorprende ante la inventiva, ante lo irracional, ante el desconocimiento. Y también ante la mala fe o el desatino. Uno, desde niño, escuchó hablar de temas irritantes y hasta feroces. Escuchó mencionar la palabra comunista, la palabra socialista, la palabra anarquista. A veces iban unas con otras. Por ejemplo: anarco-comunista, anarco-naturista, anarco-individualista, anarcosindicalista. Y muchas otras corrientes. Y palabras ya caídas en el olvido que no vale la pena recordar. Uno, lo que jamás escuchó fue anarco-capitalista. Y en eso estamos, repasando textos clásicos, oyendo las voces de compañeros ancianos, recurriendo a volantes, a bibliografías, a apuntes salvados de noches trágicas que comenzaron en 1972 y terminaron en 1983. En fin, lo duro, para sintetizar.

Pero esta corriente - la anarco-capitalista, digo -  esa corriente no figura, no existe. Busque en mi biblioteca en los textos de Godwin, de Proudhon, de Bernini (asesinado por los comunistas en la Guerra Civil Española), en paginas de Bookchin. Veré en Malatesta o en Favre. Se que los tiempos cambian, que estamos en el siglo XXI, que es absurdo pensar como en el siglo XIX. Pero uno no deja de estremecerse.
Uno recuerda a aquellos pintores, panaderos, mecánicos, torneros, cepilleros, tipógrafos, carreros y demás oficios elevando la ética por encima de lo infame, del oportunismo, de lo populachero, de lo burocrático.

Uno recuerda una pared escrita en una calle de Montevideo: "Tantos rostros sin preguntas". Y otra: "Ciudad de un hombre no es ciudad. Responda." Recuerdo a esos viejos libertarios que hablaban del capitalismo o del estalinismo, que hablaban del populismo, del Papa, de los poderosos. De los santos, de las hostias y de los cuarteles. Y de las damas, por supuesto.

 El verdadero creador debe conservar su firmeza, su entereza, su ángulo de insumisión para conservar la mirada crítica. Y paga su precio. Alguien de mala fe y de apellido dudoso dirá: "Penelas está desengañado de las ideologías." No es cierto, pues nunca me engañé. Ni fui cómplice de actividades partidarias ni de sectas ni de cotos. Caballeros, sin emociones: las cosas son como son, decía don Manuel, mi padre, y ponía el sayo. Lamentable, señoritos.

Coluccio Salutati, discípulo de Petrarca, en el año 1300 expresará: "Si alguien revuelve diligentemente las historias, advertirá con claridad que en el curso de las cosas humanas, aún cuando no vuelvan las mismas cosas, vemos sin embargo que se renueva alguna imagen de las pasadas."

Carlos Penelas