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La sonrisa de ese chico

La sonrisa de ese chico

El resultado de las elecciones presidenciales no sorprendieron: era un secreto a voces que Cristina Fernández de Kirchner iba a ser reelegida. Hubo, no obstante, algún candidato que imaginaba un posible ballotage. Optimista a ultranza, confiaba en un milagro. El milagro no se produjo y Cristina Fernández de Kirchner consiguió el mayor porcentaje electoral que se ha registrado desde que recuperamos la democracia: hasta este momento ha obtenido el 53,75 % de los votos. Raúl Alfonsín en 1983 logró el 51,7 %. Pero aquella había sido la primera elección democrática luego de sufrir siete años de dictadura, una herencia sangrienta que nos alentó a buscar un futuro mejor. Fue un futuro ilusorio: Alfonsín no logró terminar su mandato. Lo sucedió Menem y luego De la Rúa, dos presidentes incapaces de conseguir futuros promisorios, ni siquiera con la ayuda de un milagro. En 2003 de la mano de Néstor Kirchner se puso en movimiento un nuevo modelo político y económico, que no requeriría de milagros y menos aún de vientos de cola para recomponer las cosas y comenzar a hacer posible lo que hasta ese momento parecían meras quimeras. En 2003 Kirchner obtuvo el 22 % de los votos. Hoy, luego de dos gestiones, Cristina Fernández de Kirchner logra casi el 54%, cifra que tira por tierra aquella creencia de que los gobiernos se desgastan con el paso de los años. En esta oportunidad la oposición supo aceptar la derrota: no hubo denuncias de posibles fraudes y unánimemente reconocieron la contundencia de las cifras. Lilita Carrió no. La inefable Lilita, desde su también inefable 1,85 %, anunció que pasaría a la resistencia. Tal vez, como consecuencia de un mal entendido, se pensó que volvería a su Chaco natal. Eso, sin embargo, no es posible, ni siquiera sus comprovincianos la votaron: Lilita en el Chaco no llegó al 2%. Habrá que creer, entonces, que iniciará una resistencia, o, tal vez, como otros aseguran, se retire de la política y decida, por fin, explotar sus dotes naturales. Dicen que fundará una suerte de ONG y que, con el lema “Lilita le lee su futuro – predicciones garantizadas”, irá de pueblo en pueblo vaticinando el porvenir de sus compatriotas. Los programa de TV que acostumbran a invitarla podrían ser excelentes sponsors. Pero esas son meras posibilidades, lo real es lo que hoy, sin disimular su rencor, tituló en tapa “Clarín”: “Cristina por cuatro años más”. Ayer a la noche los principales canales de televisión daban cuenta de ese triunfo, las cámaras mostraban a los miles de manifestantes que colmaban la Plaza de Mayo. Entre la muchedumbre, de pronto me sorprendió el primer plano de la cara de un chico de tres o cuatro años, de pelo negro y revuelto, con una camiseta de la selección nacional, en brazos de su madre. El chico, lógicamente, no tenía muy claro por qué estaba ahí, no alcanzaba a entender por qué su madre lo había sacado de casa para traerlo a ese sitio, no se explicaba la razón de ese júbilo y de esos gritos. Pese a tantas preguntas sin respuestas, ese chico se veía feliz, sus ojos, su sonrisa, hablaban de una dicha inmensa. La presidenta, desde un palco semi improvisado, le hablaba al país, a esa plaza y a ese chico. Alguien podría argumentar que el chico lejos estaba de entender lo que le decía Cristina Fernández de Kirchner. Se equivocan los que argumentan eso. Tengo la certeza de que ese chico, íntimamente, acababa de comprender que él, en ese mismo momento, comenzaba a vivir en un país mejor, infinitamente mejor, que el país en el que habían vivido sus padres y sus abuelos. La sonrisa de ese chico, su felicidad, despejaban cualquier duda.
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