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El alcalde, el Nobel y el Abominable

El alcalde, el Nobel y el Abominable

Yo me había prometido escribir sobre el nuevo premio Nobel de Literatura y el jueves madrugué a enterarme de su nombre, para releer algo y estar preparado. Tomas Tranströmer, leí en los trinos de Twitter. Carajo, de Tranströmer no había leído ni una línea, no tenía ni un solo libro suyo. Nada. Y al mismo tiempo que me alegraba porque quizá llegaría pronto a leer un gran poeta (cuando Szymborska ganó el Nobel yo tampoco la había leído y en pocos meses descubrí a una de las poetas que más me han conmovido en la vida), por Twitter empecé a asistir a una aterradora campaña de difamación contra el alcalde de Medellín, el escritor Alonso Salazar. El que mentía tiene nombre y apellido, pero yo no lo nombro, porque nombrarlo me ensucia. Diré sólo que es el Abominable. Una vez más me debatía entre la literatura y la política menuda. Poco a poco llegaban a mi escritorio noticias de Tranströmer. El editor Pere Sureda mandó algo, corto y hermoso, del poeta sueco. Decía así: “Un poema no es otra cosa que un sueño que yo realizo en la vigilia. El sueño y el poema vienen de la misma persona. Tienen algunas leyes compartidas. Tengo una relación de mucho amor con el sueño. Me voy a la cama como si fuese a una fiesta. El despertar es casi siempre una desilusión”. Ah, no podría estar más de acuerdo. Pero al mismo tiempo, por Caracol, el Abominable bramaba: que Alonso Salazar era aliado de Job y de Memín y de don Berna. Yo me sabía ya de memoria esa cantinela: los pájaros tirándole a las escopetas. Es una vieja estrategia de ajedrecista: la mejor defensa es el ataque. Y el ataque con infamias y mentiras. El Abominable, para que no le saquen sus nexos evidentes con la mala vida de Medellín, acusa al alcalde de ser aliado de los malandrines. Ricardo Bada, incansable, mientras tanto, empezaba a traducir, del alemán, pequeños trozos de Tranströmer. Un haikú: “La muerte se inclina / sobre mí. Un problema de ajedrez. / Y sabe la solución”. Si escribo sobre el Abominable, ajedrecista de mucho pelo, ¿se inclinará la muerte sobre mí? Eso me dicen los que me quieren: “No te metas en política, que te matan”. Por Twitter llegan otras noticias de Tranströmer. Y por ahí mismo la noticia de que ahora el alcalde se defiende. El verdadero aliado de los combos más peligrosos de Medellín no es él, sino el Abominable. Hablan líderes comunales y señalan a sus aliados oscuros en la ciudad. Visitaba al cura preso por paramilitarismo y homicidio. Se publican en la red fotos del Abominable haciendo campaña en los barrios, con exparacos o neobacrim. Hay zonas de la ciudad tomadas por combos y por supuestos “grupos de vigilancia” donde sólo puede hacer campaña el Abominable. Allá no dejan subir a los aliados de Fajardo o de Aníbal Gaviria. Los combos, escribe en El Espectador Pascual Gaviria, están con el Abominable. Hay fotos suyas con alias El Burro, con alias El Viejo, con alias Úsuga. Hay actas de la Corporación Democracia (exparamilitares) donde se llama a apoyarlo. Al Abominable le sale el tiro por la culata. Pero ¿se pellizcará la gente antes de las elecciones? Sigo en Twitter. Mientras el Abominable es desmentido por testimonios y documentos, José Obdulio, gran aliado, lo defiende. El candidato de Uribe, Gutiérrez, como no va a ganar, es abandonado por las ratas que huelen el naufragio y se van con el Abominable. El Abominable volverá a ser alcalde de mi ciudad martirizada por mafiosos y bandidos. La esperanza de estos ocho años de cambios y conquistas, se irá nuevamente al demonio. Mejor vuelvo a Tranströmer y a la poesía. La gente entrega su voto por plata, por miedo. Nunca un poeta ha comprado lectores con plata o con miedo. ¿Para qué me mezclo en esta guerra perdida de la política? Leo al poeta sueco, enviado por Bada: “Mamá iba a su trabajo por la mañana temprano. Era una maestra devota y amaba a los niños”. Las personas que más quiero, o son maestras o hijas de maestros. La educación es la bandera de Fajardo.
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