Mafia china

    Una brillante operación de la Guardia Civil ha culminado con el desmantelamiento de una banda criminal china…, una trama compuesta por más de 30 empresas que se dedicaban al blanqueo de dinero, a la venta de material falsificado y a la estafa de sus propios compatriotas, ofreciéndoles trabajo que derivaba en esclavitud y reteniéndoles el pasaporte para ejercer un control absoluto sobre ellos. En total, han sido detenidas 34 personas en Madrid, Valencia, Cádiz, Sevilla, Huelva, Barcelona y La Coruña. Se calcula que los beneficios de la banda ascienden a unos 40 millones de euros al año.      Este es, amigos, el rostro más amargo (y excepcional) de las actividades de la creciente colonia china en España, unos inmigrantes que se caracterizan por su laboriosidad y por su discreción, aunque en todas las colectividades siempre aparece un “garbanzo negro”; al menos 34 “garbanzos negros” en este caso.      Que unas personas se aprovechen de la debilidad y de la precariedad de sus compatriotas para hacer negocio sucio a costa de ellos es algo repugnante… Pobres gentes que huyen del hambre y que llegan a España recorriendo miles de kilómetros y que, por desgracia, se encuentran aquí con unos explotadores que son de su mismo país y de su misma cultura. El mal no tiene fronteras, y es especialmente rechazable cuando se ejerce sobre gentes indefensas, trabajadoras, que tienen su corazón desterrado, que sufren la lejanía y la nostalgia, que trabajan de sol a sol, que han tenido la fortuna de venir a un país hospitalario y respetuoso con los Derechos Humanos, al contrario de lo que ocurre en su gigantesca nación.     La banda introducía mensualmente, a través del puerto de Valencia, entre cuatro y seis contenedores cargados de material falsificado (tabaco, prendas textiles, marroquinería, etcétera), que comercializaban en España. Al tiempo, el dinero que ganaban lo evadían fiscalmente enviándolo a China de forma ilegal, o prestándoselo con intereses usureros a sus compatriotas.     Desmantelar una banda de esta magnitud y de esta complejidad es una buena noticia. Pero entristece comprobar que, en la lucha por la vida, algunos mafiosos utilicen atajos y conviertan en víctimas a personas de su misma sangre… Si ya es un duro castigo ver cómo amanece cada día en un lejano país, aún lo es más convertirse en esclavos de quienes deberían comportarse con ellos como hermanos. > Escuche las columnas de Luis el Olmo en vídeo: