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Gris de Payne

Gris de Payne

Se ha dicho a menudo que Castilla es tierra de ocres, especialmente en la zona central, y también que el morado, lo apuntaba el palentino Díaz-Caneja, es otro de sus colores distintivos, pero a estas opiniones, provenientes de los ámbitos literarios y pictórico, hay que añadir una tercera, muy reciente, según la cual “Castilla y León es verde y no amarilla”. Tan válida como las anteriores, puesto que si aquellas se amparan en la observación de la naturaleza, ésta última apreciación recurre a la estadística para avalar la tesis, señalando que el 51 % de la superficie de la Comunidad es forestal y que si predomina ahora el amarillo sobre el verde es debido únicamente a razones estacionales. Y tiene razón, porque todo depende de la época, del momento, de los gustos o de la moda. Este verano, por ejemplo, según la Pasarela de Milán, lo que predomina son colores como el naranja, el rosa, el fresa, el verde lima o el amarillo limón. Eso sí, al 100 % de saturación. La afirmación de que es verde y no amarilla, pues, es inobjetable porque existen muchos parámetros de contemplación diferentes a los estadísticos e igual de útiles. Efectivamente hay mucho verde…pero por las mismas razones Castilla y León también es invisible (cuando hay niebla), blanca (el día que nieva), negra (todas las noches), semioscura (cuando hay luna llena), levemente azulada (cuando llueve), multicolor (en primavera y otoño) y grisácea (últimamente mucho). Hay épocas que no se sabe qué tienen, o se sabe pero se guarda silencio, que lo ponen todo muy gris. Por lo demás, salvo la divertida ironía que encierra la frase de la vicepresidenta y consejera de Medio Ambiente durante la presentación de una publicación que refleja el incremento de las masas forestales en la cordillera Cantábrica, ocres en esta tierra ha habido siempre, pero igualmente pueden verse morados, verdes, amarillos, azules y rojos…así como la totalidad de las tonalidades recogidas en las paletas cromáticas de las acuarelas Winsor & Newton y Schmincke. En cuanto al color gris, debe admitirse que abunda en esta región aunque no se repare en ello. Hay incluso tres tonalidades, de las cuales el “Gris de Payne” es la más conocida y de uso común en la pintura a la acuarela. Recibe el nombre de un pintor inglés del siglo XVIII y tiene un matiz tenuemente azulado que le permite oscurecer con suavidad determinadas zonas sin que se rompa la armonía de la composición. Existe una segunda, el “Gris de Davy”, más suave y opaco, útil para sombrear, por ejemplo, las rocas de una playa iluminada por la luna. La tercera, finalmente, se denomina “Tinte neutro” y se caracteriza por su permanencia y capacidad para teñir, tal como indica el catálogo de Winsor & Newton. No es un color estacional sino perenne y, a diferencia del verde o el amarillo, este gris no aparece en la naturaleza sino en los humanos. Se encuentra en el iris de quienes no pestañean ante una tropelía -o miran hacia otro lado- y se percibe observando sus ojos. Antonio Álamo. Periodista.
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