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La paz: una estrategia inconveniente

La paz: una estrategia inconveniente

Cada vez que se habla de liberaciones o de diálogo, la esperanza de los colombianos renace, se piensa en la paz y en el término del conflicto que hace más de cincuenta  años desangra al país; sin embargo, las muestras de humanismo y negociación, vengan del Gobierno o de las FARC, siempre resultan fracasando y fulminando esos anhelos de tranquilidad, armonía y seguridad. La gran pregunta es por qué sucede esto, por qué cada vez que se vislumbra la posibilidad de avanzar algo imprevisto sucede y todos los esfuerzos vuelven a ser inútiles.

La respuesta más lógica parece indicar que a ninguno de los actores del conflicto les interesa conciliar. Argumentar esa respuesta no resulta difícil, basta recordar que el Gobierno se ha mostrado firme en su decisión de no otorgar un estatus de beligerancia a las FARC, e incluso diferentes miembros del Gobierno (cuando no el propio Presidente) han emprendido giras internacionales con el objeto de convencer a otros países de mantener al grupo guerrillero dentro de su lista de terroristas.

Este hecho, que quizá muchos no entiendan y a simple vista parezca tan insignificante, resulta de vital importancia a la hora de sentar las bases para un diálogo real y sincero sobre el futuro de un país y las organizaciones que lo regirán. La figura de la beligerancia confiere a la parte ‘ilegítima’ del conflicto, en este caso las FARC, un estatus que le permite establecer relaciones políticas, diplomáticas e incluso económicas, siempre y cuando éstas se encaminen hacia la resolución del conflicto.

Sin un reconocimiento de beligerancia a las FARC, jamás se iniciará un verdadero camino hacia la paz. Además, hace poco el jefe del grupo guerrillero apareció en un video en el que manifestó el recrudecimiento de las acciones de su organización para el presente año, anuncio al que se le hizo amplia publicidad y eco, dejando de lado que alias ‘Alfonso Cano’ también mencionó los proyectos de ley de Víctimas (que pretende reconocer también a las del Estado) y de Restitución de Tierras, como fundamentales y de vital importancia si realmente se quiere llegar a un consenso que termine el conflicto.

Es evidente entonces intuir el poco interés que hasta el momento ha demostrado el Gobierno en aportar su ‘granito de arena’ por la paz de Colombia. Sin embargo, no toda el ‘agua sucia’ puede llevársela el Ejecutivo, pues hay que reconocer que cuando, de forma algo sospechosa para el status quo, se han abierto puertas, los gestores de esas ideas han terminado por lamentarlo al ser burlados y asaltados en lo que podríamos denominar su buena fe.

Un ejemplo de ello fue el ex presidente Andrés Pastrana, quien cedió una importante zona de 42 mil kilómetros cuadrados entre los departamentos de Meta y Caquetá con el fin de realizar un proceso de negociación de la paz. Esta zona de despeje duró cuatro años, al cabo de los cuales no se logró la paz y sí se incrementó la delincuencia, el tráfico de drogas y el asesinato de civiles. En esa misma línea, parece ser que el ahora presidente Juan Manuel Santos, quien aceptó la operación para liberar cinco secuestrados propuesta por las FARC, servirá así mismo de ejemplo.

Lo anterior resulta ser una hipótesis bastante comprobable si se tiene en cuenta que durante la última semana, en la que se llevaron a cabo dos exitosas jornadas de liberación, fue evidente el show político en el que se convirtió el dolor, la alegría, la incertidumbre y la felicidad de los secuestrados y sus familias. La continua auto denominación de la ex senadora Piedad Córdoba como la ‘buscadora de la paz’, a través de la red social de Twitter, la entrega de uno de los secuestrados en plena selva colombiana vestido de paño y corbata, y por último, la falta de seriedad por parte de las FARC al entregar coordenadas falsas en la última jornada de liberación, son algunas muestras de esta triste realidad.

Hasta la idea de Córdoba de proponer a Santos un eventual “acercamiento” con las FARC y el ELN, luego de que se completaran las liberaciones, quedó en ridículo tras la burla e incumplimiento por parte del grupo guerrillero, y eso que según la organización al margen de la ley, las entregas unilaterales se estaban realizando como una muestra de apoyo a la ex senadora quien fue destituida de su cargo público por sus presuntos nexos con esa guerrilla.

Pero como si esto fuera poco, el hecho de que mientras se liberaba a algunos de los secuestrados anunciado, en otra zona del país se retenía a dos trabajadores de la empresa Cartón de Colombia, y el rumor de que el cese de las actividades militares en la zona de las coordenadas habría sido utilizado por las FARC para movilizar a uno de sus más importantes cabecillas (al parecer al propio ‘Alfonso Cano’) sería la comprobación de que tanto el Gobierno como el grupo guerrillero no dan “puntada sin dedal” y de que la paz que tanto anhelan los colombianos aún está ‘cruda’.
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