"Algo se está gestando/lo siento al respirar/es como una voz nueva/que en mi comienza a hablar", cantaba un joven Gustavo Santaolalla a comienzos de la década del 70.
Una mezcla de presagio y rescate histórico. El tema central de esa ópera rock llamada “Sudamérica” se hundía en las raíces y en el porvenir. Un verso hablaba de los “nuevos incas”.
Quizás como un nuevo inca, un presidente argentino le dijo al hombre más poderoso de la Tierra, hace 5 años y con el mar como testigo, que las políticas que aplicaba en la región “no solo provocaban miseria y pobreza sino que agregaban inestabilidad institucional”.
Era noviembre, y en el escenario de la Cumbre de Mar del Plata, Néstor Kirchner concluyó su discurso diciéndole a Bush que “nuestros pobres, nuestros excluidos, nuestros países, ya no soportan más que sigamos hablando en voz baja”.
Una declaración de principios que sentaba las bases de una nueva integración latinoamericana que ampliaba las comarcas del MERCOSUR. Estaban allí Fox, Uribe, Chavez, Lula, Tabaré, Lagos. Y en un tren de nuevos amaneceres como “el regreso de la aurora” de Santaolalla, viajaban Maradona, Evo, y tantos otros para tomar los puestos de sepultureros de una ALCA que no pudo ver la luz.
“Algo se está gestando”, en esta nueva y expectante región.
La Unasur es la respuesta política e institucional a una integración y protección de culturas, economías, y modelos de gobierno que están orientados a genuinas democracias con justicia social.
En este nuevo espacio no hay lugar para las aventuras de conquistadores que portan satélites en vez de espejitos.
Lo dijo Kirchner: “Esta uniformidad que pretendía lo que dio en llamarse el Consenso de Washington hoy existe evidencia empírica respecto del fracaso de esas teorías”. Abundó: “tiene consecuencias nefastas”.
Cuando García Márquez habló ante la Academia de Estocolmo en ocasión de recibir su Premio Nobel en 1982, se refirió a la “soledad de América Latina”. “Sin embargo –apeló- frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida.” Esa vida es la que ofrendó el último secretario general de Unasur, y que pervive en su compañera de todas las horas. Porque ambos, Néstor y Cristina, han dado muestras palmarias del sentido histórico que le imprimieron a la unión de pueblos del Sur y el Caribe. Cumplen el mandato de los tiempos y de un derrotero que atraviesa a O`Higgins, Sucre, Artigas, San Martín, Tupac Amaru, Zapata, Martí, Sandino, Vargas, Perón, Allende.
Porque los que quieren imponer las reglas ya no vienen en bergantines, ni en tanques, vienen en cuentas electrónicas, paraísos fiscales, y fibra óptica. Los intentos de dominación superan los misiles punto a punto. El menú es variado y sofisticado.
Frente al acoso, Kirchner se plantó. Siguió las consignas de Perón y trabajó incansablemente por la “autodeterminación de los Pueblos”.
Miles de trabajadores y explotados han quedado en el camino de esta noble pretensión sudamericana. Uno de los cantos del “Canto General” de Neruda cuyo título es “La tierra se llama Juan”, es un reconocimiento a los que lucharon por ese propósito.
Sus versos conmueven: "lo ataron y es ahora decidido soldado/Lo hirieron, y mantiene su salud de manzana/Le cortaron las manos, y hoy golpea con ellas/lo enterraron, y viene cantando con nosotros…” En este prometedor momento y espacio de unidad de los gobiernos y pueblos del cono sur, los juanes de Neruda vienen pujando. Porque “aquí abajo –al decir de Mario Benedetti- hay quienes se desmueren y hay quienes se desviven·. Porque Sudamérica también existe
Si (
No(
