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El PSOE, sin ZP, puede y debe ser parte de la solución

El PSOE, sin ZP, puede y debe ser parte de la solución

Ha llegado el momento en que se acepta por casi todos que la economía española vive una situación límite, cuya gravedad excede con mucho a lo sucedido con Grecia, Irlanda o Portugal, porque, a diferencia de esos países y por obvias razones de dimensión, lo que suceda en la economía española supone riesgos críticos para el conjunto de Europa, o dicho con toda claridad, pone en peligro nada menos que el euro, por la magnitud que supondría una eventual operación de rescate de la economía española. Y lo peor es que, en una situación límite de estas inquietantes características, España se encuentra inequívocamente inmersa en una seria crisis política, quizá la más profunda desde la transición, y con un Gobierno que ha perdido claramente la confianza de la opinión pública y que se mueve a bandazos, casi con los desesperados braceos del náufrago que intenta no ahogarse. De hecho, nada menos que The Economist estima que lo que se haga en España es crítico para mantener la cohesión de la eurozona y la seguridad misma de la economía de la Unión Europea. Pero no se ve que el Gobierno de Rodríguez Zapatero asuma la profundidad de la crisis y el valor determinante, ya casi acuciante, de los tiempos para afrontarla.

Y así sucede que, en este raro laissez faire, laissez paser del Gobierno, es natural que la opinión pública y sobre todo los mercados duden de su voluntad de afrontar los parámetros esenciales de la crisis. Los empresarios ven alarmados cómo el diferencial del bono español con el alemán alcanza un nuevo récord. Y mientras  el desempleo se mantiene en cotas incluso por encima del 20%, la inflación sube al 2,3%, el PIB se estanca y con tendencia recesiva. Así es natural que la Bolsa caiga, castigando incluso a las Compañías más potentes e internacionalizadas, pero empequeñeciendo sobre todo el ahorro de los ciudadanos. Un dato tan elocuente como estremecedor es que bancos y empresas españoles de primera fila obtienen financiación en los mercados internacionales con más facilidad y mejores precios que el propio Estado, con lo que es inevitable la desoladora conclusión de que, en estos momentos, la denominación Reino de España supone un lastre en vez de un activo. Nada menos. A este punto hemos llegado, o más precisamente, a este punto nos ha conducido el actual Gobierno del Estado.

Es evidente que los dirigentes de las grandes empresas españolas no confían ya en el presidente Rodríguez Zapatero, a quien cada vez más públicamente definen, aún más que por falta de competencia, por falta de sentido de Estado, como parte sustancial del problema en vez de cómo parte de la solución. El hecho muy serio es que, en estas ominosas circunstancias, la ciudadanía española profundiza en sentimientos muy negativos de ansiedad y miedo, agravados por una valoración cada vez más negativa de la política y de los políticos. De alguna manera puede temerse que la desafortunada etapa de gobierno de Rodríguez Zapatero se está llevando por delante los mejores frutos de nuestra ejemplar transición democrática. En las investigaciones sociológicas más recientes aparece el dato estremecedor de que las nuevas generaciones tienen una pésima opinión sobre la política y los políticos vigentes en España, creen que se les está condenando a vivir peor que sus padres y se sienten por tanto hondamente pesimistas ante el futuro.
   
Hemos llegado al punto en el que puede darse por cierto y por generalmente asumido en las derechas y en las izquierdas, incluso por parte mayoritaria de los electores socialistas, que ninguna regeneración democrática ni mucho menos recuperación económica será posible mientras el actual presidente del Gobierno permanezca en La Moncloa. Pero es importante advertir que el ya inocultable fracaso de Rodríguez Zapatero, con toda evidencia el peor jefe de Gobierno de nuestra historia democrática como país, en modo alguno inhabilita al PSOE, partido que cuenta con muy valiosos dirigentes y que puede ser, debe ser y ha de ser parte necesaria de la solución. Cuando se haga el análisis de esta desafortunada etapa, es muy probable que se llegue a la conclusión de que también el PSOE se cuenta entre las víctimas de la incompetencia y frivolidad de Rodríguez Zapatero.

El hecho es que ha llegado el momento de que, como en los admirables años de la transición, todos los sectores políticos sean capaces de posponer diferencias y aunar esfuerzos, porque entre todos hemos creado esta situación y el primer interés de todos es superarla y salvarnos. Es evidente que un llamamiento nacional de esta naturaleza, importancia y trascendencia no puede hacerlo el responsable de haber llevado el país a esta sima, esto es, Rodríguez Zapatero, pero eso no quiere decir que no pueda aún hacerlo un dirigente socialista de mejores cualificaciones personales y vigente credibilidad, que ciertamente los tiene el PSOE, como Joaquín Almunia, Josep Borrell y no pocos otros, que deben y pueden recuperar el PSOE de los mejores tiempos de la transición, librando al histórico partido del extraño y dañino personaje que llegó a su liderazgo no por méritos propios, sino como es bien sabido para que no llegara José Bono. 
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