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Garzón y la politización de la Justicia

Garzón y la politización de la Justicia

Tres días después de que el magistrado Baltasar Garzón haya sido suspendido cautelarmente de sus funciones en la Audiencia Nacional, no se puede decir que exista una perspectiva histórica para el análisis desapasionado del caso. Tampoco una explicación clara sobre  los posibles errores del magistrado, y sobre la persecución de que Garzón viene siendo objeto, con un ensañamiento incomprensible, y con la ciudadanía dividida y hasta agresiva, como en los peores tiempos de las dos Españas.

    No vamos a entrar en vericuetos legalistas sino, sencillamente, en la decepción que produce a millones de españoles el hecho de que un juez valiente y tenaz pueda haber bajado por última vez, y tras 22 años de trabajo, las escaleras de la Audiencia Nacional. También vamos a tener muy presente la fiesta que muchos terroristas y narcotraficantes, así como algún político condenado en su día por corrupción o por el GAL, están celebrando en estos días…Y sin olvidar que la imagen de una España progresista y avanzada, cuya bandera llevaba ante todo el mundo Baltasar Garzón, pueda ser cuestionada.

    Ayer mismo, el Instituto de Ciencias Políticas de París otorgaba a Garzón su premio a la libertad y a la democracia…Y el municipio onubense de Valverde del Camino, donde Baltasar Garzón tuvo su primer destino como juez, lo acaba de nombrar “hijo adoptivo”…Y vendrán más reconocimientos y más palos, más palmas y más pitos, más oro y más barro, más condecoraciones por parte de “los unos”, y más ensañamiento por parte de “los otros”. Qué raro es un país en que se habla de “sana envidia”, cuando la envidia nunca es sana.

     ¿Y qué hay en el fondo de todo esto? Pues lo que nadie niega: una abrumadora politización de la Justicia, desde el juzgado más modesto hasta las más altas instituciones, como el Consejo Superior del Poder Judicial o el Tribunal Supremo. La ley debe ser igual para todos, pero las sensibilidades de quienes dictan las sentencias, unipersonales o colegiadas, son distintas. Y lo son hasta el punto de que ya no ante un asesino o un violador, sino ante quien ha robado una gallina, la pregunta obligada en los pasillos del juzgado es: ¿a qué juez le tocó el caso? ¿A uno de derechas o a uno de izquierdas?  ¿A un progresista o a un conservador?

    Y en este contexto se aparta al juez Garzón de la Audiencia Nacional. La decisión de los máximos órganos judiciales es provisional y es discutible. Pero una buena parte del daño ya está hecho. Nadie está por encima de la ley, pero mal asunto una decisión que satisface y llena de alegría, tal como ha sucedido, a los etarras, los narcos y otros malhechores.

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