Quedaban pocos días para despedir el año cuando Israel decidió lanzar un ataque militar en la franja de Gaza que se llevó por delante a más de 200 palestinos. Eran los primeros. Se dieron todo tipo de detalles sobre esta operación de castigo contra Hamás, que ganó las últimas elecciones en esta zona de Palestina y que está provocando numerosas penalidades a los suyos por su sinrazón política.
Cada día se ofrecían imágenes de lo que devastaban las tropas israelíes, de los asesinatos selectivos de dirigentes de los que amenazan con cohetes de muerte a pobladores de zonas de Israel cercanas a este terreno de batalla abierta. Nadie se quejaba, excepto los que sufren la violencia de unos gobernantes que intentan arrancar votos en los próximos comicios con la mayor o menor dureza contra los enemigos de Israel. También lo hacen los que han salido a las calles de numerosos países del planeta para denunciar la carnicería que están montando en Gaza, donde cualquier ciudadano, sea cual sea su edad, es objetivo militar y donde cualquier instalación, incluidos los hospitales, puede ser objetivo de las bombas criminales.
Israel reparte sus planes de ocupación y destrozo con antelación y los medios de comunicación entregan por capítulos los detalles de esta estrategia anunciada y que preveía la entrada de los tanques. Los más de 500 muertos por la ira de Israel no importan a nadie, porque a nadie se le ocurrirá buscar, detener y juzgar a los que han ordenado y ejecutado las órdenes de matar, matar y matar, pero sin mirar que los caídos son niños, niñas, mayores y más mayores, personas que tienen la desgracia de vivir en un lugar elegido por otros para dirimir sus diferencias y mostrar que sus proyectos para el mundo son indiscutibles.
Los gritos de muchos habitantes del planeta contra esta carnicería en Gaza también se refieren a la pasividad generalizada de la comunidad internacional. España pide que cese la guerra, en la UE no se ponen de acuerdo y deciden tirar de las orejas a ambos contendientes sin aludir a la desproporcionada acción de un poderoso contra un impotente y en la ONU, atenazada por la garra de un Bush en retirada, no saben, no contestan. Nadie dice nada mientras el drama humanitario se instala en Gaza, nadie dice nada más que lo correcto políticamente, no sea que llamar a las cosas por su nombre puede entorpecer alguna iniciativa diplomática de futuro o presente para España.
Los gobiernos se miran a los ojos pero las miradas de los gobernantes están en otro lado, no en parar esta carnicería y hacer pagar a alguien por tanta muerte inútil. Llevaba desde antes de tomar la uvas preocupado por tanta pasividad ante estos crímenes diarios encubiertos bajo la ilegalidad de la guerra, no sabía qué hacer para unirme a los que claman contra esta barbarie. Me llegó un sms invitándome a ir la Puerta del Sol “contra la invasión de Gaza” y decidí escribir esto como una protesta más contra esta carnicería que tanta pasividad ha generado en la comunidad internacional.
Nino Olmeda
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