Pascual Hernández del Moral. | Miércoles 05 de noviembre de 2014
Desde que los que nos gobiernan vienen
escandalizando a la sociedad con sus continuos "devaneos" con los dineros
públicos, la petición de que se incremente la TRANSPARENCIA en las
administraciones públicas es un clamor. Se pide transparencia a todo el mundo,
en los programas de "TV-portera", en las tertulias de los "maestros Ciruela",
en las agrupaciones políticas de todos los barrios, en los cafés, hasta en los
púlpitos y en las reuniones de vecinos.
Y junto a la petición de transparencia, se quiere
hacer evidente que lo que gana un cirujano experimentado, un taxista, un
maestro de escuela o un soldador, un suponer, ofrece grandes diferencias, y
debería ser igual. Como, por regla general, el cirujano gana más que el soldador,
enseguida se levantan voces exigiendo IGUALITARISMO. Y tú sabes mejor que
nadie, Venancio amigo, -porque en tu Cuba natal es así- que el igualitarismo
conduce inevitablemente a la falta de equidad, y a la ruina de una sociedad por
pérdida de incentivos. Todos son iguales en los totalitarismos que conocemos,
pero unos más iguales que otros.
Los políticos están en el otro extremo del
igualitarismo. Los salarios se los fijan ellos, el horario de trabajo, y las
prebendas, mamandurrias, sinecuras, momios y privilegios se los aplican ellos,
con pocas discusiones, ningún debate y nula oposición. Además, tienen la llave
del cajón de los dineros, y los dineros mismos, así que no hay quien les tosa, PODEMOS
aparte, y en teoría. O sea, como en todo el mundo, gobierne quien gobierne. Los
que no han tocado pelo nunca, o sea, los que no han gobernado, gozan del
beneficio de "la duda".
Antes, compañero Venancio, existía en todos los
organismos en los que se manejaba pasta, la figura del INTERVERTOR, que, bajo
su responsabilidad y con su firma, tenía que liberar cada partida; pero el insigne
Alfonso Guerra se los cargó cuando dijo, según parece, aquello de que
Montesquieu había muerto. Eso pasaba allá por el año 85 del siglo pasado. Y desde
entonces, ¡ancha es Castilla! No había que intervenir nada, y así nos ha ido. Cualquier
mindundi de concejal, cualquier director general, cualquier chofer de consejero,
cualquier "president" o presidente (o cualquiera de sus hijos), podía ordenar
pagos, dar subvenciones millonarias, entre otros momios, con autorización
presupuestaria o sin ella, y cobrar, sin ningún MIEDO o PUDOR, el 3 o el 5%.
El famoso refrán español "EL MIEDO GUARDA LA
VIÑA" ya no sirve. Con una justicia garantista hasta la exasperación, con unos
procesos que tardan en instruirse un lustro si tenemos suerte, un quinquenio si
no hay tanta, o un decenio, según quien sea el imputado, ¿quién guarda la viña?
La sensación tiene la gente, Venancio amigo, es la de UNA TOTAL IMPUNIDAD DE
ESTOS DELINCUENTES DE CUELLO BLANCO. Y es difícil que el que tenga acceso al
"cajón de los dineros" se abstenga de meter la mano. Cuando yo era chico, los
mayores nos decían "¡Nene, cuidado donde metes las manos, que luego van al
pan!" Ahora, las manos sucias se llevan el pan y a donde sea. Se tiene la
creencia de que sólo unos pocos de los que se lo han llevado crudo son los
"tontos" que caen, porque los ingresos "oscuros" no siempre se ven: ya se
preocupan de ello los causahabientes.
Y la sociedad en general se exaspera viendo lo
que ve. Y en su rabia, se lleva por delante a tirios y troyanos. La exhibición
de los "presuntos" se convierte en la llamada "pena de telediario" que sufren tanto
unos como otros, y son muy del gusto de las tertulias de los Ciruelillos, y de
las "TV-portera". No importa si un
inocente cae en ella: alguna otra cosa habrá hecho, piensan. Y la transparencia
total acrecienta el rencor entre las clases, por la exaltación del
igualitarismo: ¡Unos tanto, y otros tan poco!
Hoy, TRANSPARENCIA y CORRUPCIÓN se nos ofrecen como
términos antónimos: contra corrupción, transparencia. Pero no son términos
antitéticos: la transparencia es el procedimiento de las administraciones, para
obrar de acuerdo con lo establecido en las normas legales y administrativas. La
corrupción es la tendencia de las personas a aprovecharse de las circunstancias
(cargo político, empleo, mamandurrias...), sabiendo que están obrando en contra
de los intereses generales, y a favor de sus intereses particulares. Acuérdate,
compañero Venancio, de lo que contaba en mi escrito anterior. Lo uno se
arreglaría con un mayor cuidado "de la viña"; lo otro, con la educación en
valores.
¡Querido Venancio, quien quita la ocasión,
quita el peligro! A lo mejor, deberíamos recuperar los interventores en todos
los niveles de la Administración para guardar la viña. Y, repito una vez más,
mejorar la educación en valores.
TEMAS RELACIONADOS: