En el fondo, son unos comodones. Caen cuatro gotas y, como aquellas bacterias que acababan con los invencibles extraterrestres en La guerra de los mundos de H.G. Wells, consiguen frenar su 'lucha'. Es lo que ha pasado este martes, en que los acampados 'indignados' de la plaza de Catalunya tenían que tratar de decidir -porque con tanta enmienda y contraenmienda, al final cualquier nueva propuesta acaba siendo un caos- si, tal como habían previsto el pasado fin de semana, acampaban frente al Parlament el próximo día 14, en protesta por los ajustes del Gobierno de la Generalitat. Pero la lluvia ha conducido al aplazamiento: la revolución ya no es lo que era. En cualquier caso, parece que la estrategia de fondo es clara: buscar el victimismo si delante del Desconsol del escultor Llimona les atacan las fuerzas de seguridad. Pero razones habría de sobras para la medida. El Parlament simboliza el resultado de la voluntad popular que, hasta que no cambien las reglas -y, desde luego, esto parece lejano con estos mimbres-, sólo se expresa mediante las urnas. Con todos los defectos que pueda tener el sistema. Pero las cosas son como son. Y el territorio es inviolable.