Julia Navarro | Miércoles 19 de junio de 2013
El ministro Montoro ha decidido dar la cara.
No sé si a instancias de su partido o por propia voluntad, pero el caso
es que se decidía responder a las preguntas de los periodistas
parlamentarios sobre ese extraño vodebil que tiene como protagonistas a
la Hacienda Pública y a una Infanta de España.
Montoro ha dicho que no puede decir más que ha habido un error,
que errar es de humanos, y que hay una investigación en marcha. El
rostro del ministro delataba la tensión en la que lleva instalado los
últimos días. No es para menos. Si es verdad que la Agencia Tributaria
ha cometido un error de la magnitud de achacar a la Infanta Cristina
propiedades falsas, alguien tiene que asumir las consecuencias.
Por lo pronto muchos no terminan de creerse la disculpa del error
humano. Equivocarse respecto a las propiedades de una Infanta lleva a
pensar que si eso pasa con ella que otras cosas nos puede pasar al resto
de los contribuyentes. Pero además ¿es creíble que trece notarios se
equivocaran? ¿o que el carnet de identidad de la Infanta coincide con el
un ciudadano anónimo? ¿es que además de la Agencia Tributaria también
se equivocaron trece notarios? Si es así supondría que hay un único
propietario de esas fincas atribuidas a la Infanta, puesto que se alega
que el error proviene de una coincidencia en el carnet de identidad.
Demasiadas preguntas sin respuesta, demasiadas sombras y por tanto
sospechas. Lo peor es que si es verdad lo del error se ha hecho un daño
sustancioso a Cristina de Borbón. Los negocios de su marido, Iñaki
Urdangarin, ya han afectado, y mucho, la imagen de la Infanta y de la
Monarquía, ahora este episodio viene a complicar más las cosas y añadir
sospechas sobre las sospechas.
De manera que alguien tendrá que asumir la responsabilidad por el
daño hecho, pero no solo, los ciudadanos tenemos derecho a saber si
cuando vamos al notario éstos pueden cometer errores como los de la
Infanta, y si la Hacienda Pública es capaz de semejante fiasco como el
que le achacan. Es decir, la pregunta es ¿en quién podemos confiar?.
Lo que ha pasado no es solo un error humano, una anécdota sobre la
que pasar página. Los ciudadanos tenemos derecho a una explicación, y
no digamos la Infanta Cristina, y no solo eso, además alguien tiene que
asumir la responsabilidad, y por tanto las consecuencias, de semejante
fiasco. No me extraña que el rostro del ministro reflejara tanta
tensión.
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