Montse Serrador | Jueves 07 de febrero de 2013
La iniciativa del presidente de la Junta, Juan Vicente
Herrera, de dar publicidad a sus bienes patrimoniales y a sus ingresos no deja
de ser una decisión loable cuyo objetivo, en principio, pretendía ser un
ejercicio de transparencia y demostrar que no cabe pensar en actuaciones
ilegítimas en el ejercicio de la actividad política. Empezó Herrera y continuó
el delegado del Gobierno, el presidente
de la Diputación de Valladolid, los procuradores del PSOE -incluido su portavoz
Óscar López, los del PP...-, y cabe pensar que en las próximas jornadas se
sumarán los representantes de las instituciones locales y provinciales. Sabemos
ya, todos los ciudadanos, los de fuera y los de dentro de Castilla y León, lo
que tienen y no tienen nuestros políticos,
sus propiedades inmobiliarias, sus depósitos en las cuentas corrientes,
sus hipotecas...Un "desnudo" patrimonial casi integral, porque seguro que en
algún caso hay prendas que siguen tapando las vergüenzas. Sin embargo, no me
negarán que el morbo está servido y el que más y el que menos se ha lanzado a
los papeles a descubrir con malsana curiosidad las posesiones del político en
cuestión para envidiarle o, incluso, alegrarse de esa hipoteca que pesa como
una losa, aunque siempre depende del salario con que se mire.
Decía el alcalde de Valladolid que en esta obsesión por hacer
públicas las declaraciones de bienes de los políticos se puede caer en el "marujeo".
No sé si es el adjetivo más adecuado, más bien no, pero lo cierto es que también
se ha conseguido que los ciudadanos se queden con datos y cifras que en frío
resultan difícil de asumir. Hoy mismo, en una conversación de cafetería, tenía
la oportunidad de escuchar a un ciudadano, parado para más señas, que mostraba
su indignación por que el presidente de la Junta había declarado que disponía
de un millón de euros en fondos de inversión. Ese es el resultado en una
sociedad en la que el estado anímico de sus ciudadanos está por los suelos
mientras sus políticos esperan a que "pase el cáliz de la amargura". Por eso, a
veces, es mejor que las medidas transparentes se conviertan en invisibles, como
diría el amigo Nieto.
TEMAS RELACIONADOS: