Fernando Jáuregui | Viernes 20 de abril de 2012
Algunas veces he dicho que las reformas laborales, tanto la que teníamos
procedente de la era socialista como la actualmente a debate en el
Parlamento, no me convencían como fuente de nuevos puestos de trabajo.
Creo que en ambos casos las prioridades se han puesto más en las
posibles nuevas contrataciones desde las empresas ya constituidas que en
la generación de nuevas empresas, que es donde verdaderamente se puede
crear empleo. Ignoro si la futura ley de Emprendedores, que alguien está
animando fundamentalmente desde el Ministerio de Industria que encabeza
José Manuel Soria, contemplará algunos aspectos de creación
activa de trabajo; pero, desde luego, si la reforma laboral, a la que en
la tramitación parlamentaria ya se le han aceptado algunas
-leves-mejoras no va acompañada de una legislación complementaria, que
espero que sí, poco habremos avanzado. O nada.
Una sugerencia que
ha llegado a bastantes mesas de los integrantes del Consejo de
Ministros ha sido la de que se limiten al máximo posible las cuotas que
han de pagar los trabajadores autónomos. Ello animaría a que muchos
jóvenes se diesen de alta en este régimen y facilitaría sus
posibilidades de contratación. Ya se que se trataría de empleos 'part
time' o, incluso, como se ha repetido mucho, de 'mini jobs'. Pero las
encuestas nos dicen que esta fórmula es menos mala para los afectados
que seguir engrosando las listas del paro y la experiencia muestra que
el éxito la ha acompañado en países como Alemania.
Es el caso que
ha acabado una era, lo entiendan o no los empresarios 'tradicionales',
los sindicatos y los trabajadores en general, y está iniciándose una
nueva etapa en casi todos los órdenes de nuestras vidas, comenzando,
naturalmente, por el laboral. Aquel país en el que todos queríamos ser
funcionarios, en el que las madres de los estudiantes prometedores los
querían convertir en notarios o en registradores de la propiedad, ha
acabado. Quizá para siempre. Las seguridades no son las que eran, las
oposiciones a cuerpos de elite ya no se convocan o se han restringido al
máximo y el funcionario, muchas veces tan sufrido, tiene que ver cómo
le congelan el sueldo o, peor aún, cómo algún responsable político le
llama, sin paliativos, 'vago'.
Quizá por eso, como reacción frente a todo eso, se ha puesto de moda el término 'emprendedor'.
Perdón
por la autocita, pero formo parte de un grupo de gentes de la sociedad
civil que se ha lanzado a una campaña nacional e iberoamericana para
promocionar emprendedores. Gentes que no se conforman, que no aspiran a
vivir del Presupuesto estatal, ni a figurar en las listas del paro. Hay
que acudir en busca de jóvenes cuyo más ardoroso deseo no sea el de
emigrar en busca de oportunidades, sino que conserven un resto de
ilusión por realizar sus sueños. Creo que son bastantes las iniciativas
que empiezan a surgir en este sentido, las más de ellas movidas por un
afán de cooperar en dejar a nuestros hijos un mundo un poco mejor de lo
que lo encontramos. Y no, como corremos el riesgo, bastante peor.
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