Enrique Szewach | Lunes 30 de marzo de 2015
Como le contaba la semana pasada, las restricciones a la
compra venta de divisas a la que está sometida la economía argentina, van más
allá de las que corresponden a poder ahorrar libremente en dólares.
Es cierto que con este "corralito" el gobierno mantiene su
coto de caza del impuesto inflacionario, y puede emitir pesos casi libremente,
para financiar un gasto creciente y cada vez más ineficiente.
Pero, además de este corralito, han sido y son importantes
las restricciones que se han impuesto a las exportaciones e importaciones y,
por lo tanto, al nivel de actividad interno.
En efecto, los exportadores tienen la obligación de vender
sus dólares al Banco Central, al tipo de cambio oficial, en un plazo
perentorio.
En la medida que el precio al cual le venden sus dólares al
gobierno, es un precio "anclado" por debajo del aumento de sus costos, y por
debajo del precio en el mercado "libre", esa diferencia se convierte en un
"impuesto" que paga quien quiere vender al exterior.
Este impuesto se suma al impuesto explícito a la exportación
(retenciones) que pagan los productores del agro y de vastos sectores industriales y de otros
rubros.
Y se suma a otros impuestos implícitos que surgen de
restricciones o cuotas para exportar (que reducen el precio efectivo que recibe
un productor) o que surgen del costo financiero de demoras de meses de la AFIP
en el pago de reintegros y devoluciones de impuestos a los que, en teoría,
tiene derecho quien vende al exterior.
Resumiendo, hoy quien exporta bienes y servicios, paga un
impuesto explícito (las retenciones) y un conjunto de impuestos implícitos
derivados del precio artificialmente bajo del dólar, más lo que resulta de
cuotas y prohibiciones de exportar y demoras en recibir las devoluciones de
impuestos y los reintegros que, eventualmente, le corresponden.
A este panorama, hay que agregarle los cambios en el
escenario internacional, que afectaron, por un lado, los precios de los
productos que más vendemos (soja y derivados), y por el otro a dos de nuestros
principales clientes, Brasil y la Unión Europea, con devaluaciones de sus
monedas frente al dólar (e indirectamente frente al peso) y con menor nivel de actividad
e importaciones.
El resultado de todo este "brebaje" ha sido una fuerte caída
de las exportaciones.
Para dar una idea, si se hubiera mantenido el valor de las
exportaciones argentinas del máximo del 2011, durante el período
2012-2015, se hubieran exportado,
aproximadamente, 40000 millones de dólares más que los que se habrán exportado
efectivamente en la suma de estos años.
Y esto nos lleva a la otra cara de la moneda. Las
importaciones.
Sin crédito internacional, las importaciones se financian o
con el uso de reservas del Banco Central, o con el producido, precisamente, de
las exportaciones. Pero las reservas hubo que usarlas, básicamente, para pagar
deuda, de manera que hubo que reducir las importaciones en función de las
menores exportaciones.
Haciendo la misma cuenta que con las exportaciones, en el
período 2012-2015, se dejaron de importar unos 36000 millones de dólares.
Pero para importar 36000 millones de dólares menos, hubo que
frenar la actividad. De manera que mientras todos los países de la región
crecían fuerte, salvo Venezuela y Brasil (populismo extremo, y populismo
atenuado), la Argentina (populismo a secas), estuvo estancada, lo que implica
una caída importante del producto per cápita.
Esta es la verdad de los datos, más allá del relato. Y esta
es una de las consecuencias más serias del cepo cambiario, construido para
poder emitir sin límites y poder mantener artificialmente el precio del dólar,
sin perder todas las reservas.
Con este panorama, cualquier intento de reactivación de la
economía, y mucho más de crecimiento, necesita liberar importaciones, lo que
lleva, más allá de conseguir algo de crédito externo, indefectiblemente, a
tratar de mejorar la perfomance exportadora de la Argentina.
Ello obliga, si persiste el escenario internacional de hoy,
a remover esa maraña de impuestos explícitos e implícitos que mencionara más
arriba, incluyendo reconocer los verdaderos precios internos de los bienes
exportables y el verdadero precio del dólar.
Sin alentar, en sentido amplio, las exportaciones, a menos
que se quiera y pueda vivir del endeudamiento externo, no podremos importar
para crecer.
TEMAS RELACIONADOS: