Enrique Szewach | Lunes 28 de octubre de 2013
El kirchnerismo abandonará, a partir de hoy, su cómoda
posición de mayoría política aunque, gracias a su "marca unificada" en todo el
país, conservará, todavía, su lugar de
primera minoría.
Pese a esta "trampita" nominal, no es un capital político
despreciable.
El paso de esa mayoría absoluta a esta supuesta primera
minoría, ha sido traumático y se explica, entre otras cosas, por el intento
fallido de evitar, o de enfrentar mal, las consecuencias de un modelo que, como
les conté la semana pasada, estaba condenado a agotarse desde el 2006/2007 por
una dinámica insostenible.
Paradójicamente, esto ha dado lugar a lo coexistencia de dos
realidades simultáneas.
En efecto, existe un mundo esperanzado en que lo vivido en
estos años en materia de destrucción institucional, autoritarismo, desorden
intervencionista y desarreglo insostenible de los precios relativos, podrá ser
revertido y, eventualmente, solucionado, a partir del 2016. (Es decir dar
vuelta el "vamos por todo").
Pero también existe un mundo preocupado y hasta asustado,
por lo que pueda suceder en estos próximos dos años, y la respuesta que dará la
política al inexorable deterioro de las variables centrales del "modelo".
Dicho en otras palabras.
En una realidad, la cuasi certeza del fin de ciclo K. y los
planteos que, hasta ahora, han realizado las principales espadas del arco
opositor con más chances de llegar al poder en el 2016, hacen crecer la
probabilidad del prometido y nunca logrado "país en serio", que nos debemos los
argentinos.
En otra realidad, la gran incertidumbre respecto de qué hará
el oficialismo, para mantener su actual capital político (con vistas a negociar
una salida honrosa y aspirar a cierto futuro post poder), y cómo se las
ingeniará para evitar que los problemas
económicos se agraven, y pongan en peligro no sólo una transición
tranquila, si no su propia supervivencia como agrupación política. (A lo que se suma, ahora, cierta
incertidumbre en torno a la salud de la Presidenta y su vocación de mando).
Y estas dos realidades simultáneas interactúan entre sí
generando una dinámica compleja y difícil de pronosticar. Es cierto que "traído
al presente" ese futuro esperanzador actúa como un "estabilizador" de los
próximos dos años. Pero no es menos cierto que dos años es mucho tiempo, y que
resulta difícil esperar que la mala praxis demostrada por el gobierno en estos
años se modifique mágicamente y convierta a los curanderos actuales, o a los
que los sucedan, si hay cambios, en expertos cirujanos.
Y mucho más cuando este escenario de estancamiento con
inflación, necesita, para revertirse, de políticas de "ajuste" al "desajuste"
de estos años.
En tren de especular con esa dinámica, sobrevuelan dos ideas
centrales.
Una, la vinculada con la sospecha de que "algo hay que
hacer" con la política cambiaria.
La segunda, con la sospecha de que "algo hay que hacer" para
reducir el déficit fiscal o, al menos, achicar el financiamiento que de dicho
déficit realiza el Banco Central con emisión monetaria.
Y, en tren de seguir especulando, se habla desde explicitar
el actual esquema de tipos de cambio múltiples pero con mercados más "libres",
para evitar que el Banco Central siga vendiendo dólares para fines diferentes a
importaciones básicas y pagos de deuda, hasta una profundización del cepo
cambiario, y los elementos que lo rodean, (tratar al dólar como una droga
prohibida, incluye la persecución no sólo de los que "trafican" si no la de los
que "la producen" o "la tienen").
Y del lado fiscal, el abanico abarca desde una vuelta a los
mercados internacionales, previo acuerdo con los buitres, y arreglo con el Club
de París, (Lo que implicaría un muy improbable acuerdo con el FMI, porque si
no, arreglar con los países acreedores sería perder más reservas pagando), para
financiar el déficit con deuda externa en lugar de emisión. (Y, de paso,
conseguir más reservas, por un rato).
Hasta la suba de los precios de los servicios públicos,
reduciendo los subsidios estatales que se pagan hoy desde el Banco Central.
Como se puede observar, hay para todos los gustos, en
materia especulativa.
Lo cierto es que el Banco Central pierde reservas, porque
vende dólares a un precio considerado "barato", mientras emite pesos que
"sobran" y que financian la demanda de esos dólares.
Y esa es la realidad de corto que hay que enfrentar eligiendo bien los instrumentos.
Porque vamos hacia una transición demasiado larga, para la
dinámica enunciada y porque los tiempos de la política, no necesariamente,
coinciden con los tiempos de la economía.
Coordinar estos dos "relojes" será el desafío
central de los próximnos meses.
De lo contrario, las buenas noticias post 2016, no evitarán
las malas noticias en el 2014.
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