Fabián Rodríguez | Viernes 18 de octubre de 2013
La aparición y difusión, casi en continuado, del video sobre
el episodio entre Juan Cabandié y una agente de tránsito llama notoriamente la
atención: no solo por estar en pleno contexto electoral, sino también porque en
términos periodísticos muestra un grosero intento de ocultamiento de
información.
En épocas de inmediatez de la información y de guerras de
trincheras periodísticas por lo que se supone es una noticia, llama la atención
la aparición, a dos semanas de las elecciones legislativas, de un video que
registra un episodio ocurrido hace cinco meses.
La evidente premeditación electoral y la malicia
constitutiva de quienes difundieron el video en cuestión se revela en la
edición de la grabación, y en la espera de un momento "oportuno" para
darlo a conocer y publicitarlo por cuanto medio de transmisión tuvieron a su
alcance.
En términos periodísticos, esta semana hubo al menos diez
acontecimientos mucho más importantes en la Argentina y en el mundo, de los que
no se informó lo suficiente, o ni siquiera una mínima fracción de lo que se
"informó" sobre el episodio de Cabandié, a saber:
1. El atentado a
balazos contra la casa del gobernador de Santa Fe, mientras él estaba adentro
viendo televisión.
2. El accidente que
casi le cuesta la vida al gobernador de San Juan, episodio en el que falleció
una diputada nacional.
3. El asesinato
perpetrado por dos presuntos militantes del Pro en Vicente López.
4. La clausura de
tribunas en las canchas de los dos equipos de fútbol más importantes del país
por irregularidades en la venta y distribución de entradas en complicidad con
las barras.
5. El asesinato de
cinco personas en un pool de la villa 1-11-14.
6. La muerte de dos menores en el incendio de un conventillo
en el barrio porteño de La Boca
7. El cierre del
gobierno estadounidense estuvo por 16 días.
8. El préstamo de
3.000.000.000 de dólares otorgado a la Argentina por el Banco Mundial.
9. El conflicto con
Uruguay por la pastera UPM.
10. Las manifestaciones en Brasil, que continúan diariamente
con cientos de detenidos.
Verlo así es impactante: los argentinos estamos más al tanto
de una discusión menor entre un legislador, un gendarme y una agente de
tránsito, que de las amenazas que sufre un gobernador provincial por parte de
las mafias del narcotráfico.
Volviendo al video en cuestión, recordemos que Juan Cabandié
creyó que lo estaban instigando a que ofreciera una coima. Tuvo que insistir
para que le hicieran la multa porque no estaba dispuesto a que se hicieran
diferencias con él. Estuvo con el auto detenido por más de cuarenta minutos y
quisieron secuestrarle el vehículo cuando legalmente no correspondía hacerlo.
¿Qué ciudadano aguanta semejante situación sin enojarse aunque sea un poquito?
Con esto no queremos justificar el enojo, pero con un pedido
de disculpas, ¿No basta? ¿Hay que comunicar sobre este tema cinco días en la
tapa de los diarios más importantes de habla hispana?
Agreguemos a este cuadro que el mismo gendarme que
protagonizó el levantamiento de su fuerza el año pasado, es quien aconsejó
sobre cómo realizar esta operación política, justo después de que Juan se
destacara en el debate televisado y mientras su intención de voto estaba en
ascenso.
Y una reflexión más: Se escuchó mucho decir que Juan debería
haberse comportado de otra manera porque es un político. Es cierto que un
dirigente político debe tener un comportamiento ético por encima de la media de
la sociedad a la que pertenece, pero exigirles comportamientos suprahumanos a
los políticos es un error muy grave, que sólo puede llevarnos, como sociedad, a
una decepción constante e irreparable. Es de una hipocresía fatal, en especial
en boca de los comunicadores sociales, situarse en una posición superioridad
moral ante un episodio tan banal como este.
Sería auspicioso que como sociedad nos reveláramos aunque
sea por una sola vez, en contra de lo que los medios de comunicación nos dicen
que está bien o mal.
La moral de los medios es una moral hipócrita. En un
contexto así, sólo ganan los que llevan el mensaje, los que tienen la voz lo
suficientemente fuerte (o el poder lo suficientemente concentrado) como para
apuntar a los demás con el dedo y mostrar sus miserias, pero siempre
silenciando las propias. Por ejemplo: omitir el pacto con una dictadura militar
genocida para enriquecerse y acrecentar los bienes personales, pero denunciar a
un diputado electo por el pueblo que le levantó la voz a una agente de
tránsito.
Así, los representados jamás podrán estar conformes con sus
representantes, aún cuando estos sean honestos, no cometan delitos, no coimeen
a nadie, no abusen de su posición. Tal como sucedió -y quedó comprobado una vez
que se publicó el video sin cortes- en el episodio de Juan.
Alejandro Dolina alguna vez cerró un programa diciendo algo
que más o menos recuerdo así: "En general, la gente pone las manos en el fuego
por alguien que sabe (o le da certeza) de que no ha metido la pata. Y eso es
muy fácil. Lo difícil es poner las manos en el fuego por alguien que uno sabe (o
supone) que alguna macana se mandó".
Mi convicción es que la sociedad argentina hoy está más
dispuesta a invertir en el futuro y a no dejarse distraer con operaciones de
prensa montadas sobre hechos menores.
Con esa misma convicción, yo pongo las manos en el fuego por
Juan Cabandié. No por lealtad al compañero que forma parte del proyecto
político al cual también pertenezco,
sino porque apuesto a una generación de jóvenes argentinos (del color
ideológico que sea) que, con errores y aciertos, está dispuesta a involucrarse
en política aún cuando se corra el peligro de ser estigmatizado por quienes
jamás le rinden cuentas a nadie.
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