Stella Calloni | Miércoles 16 de enero de 2013
Desde el año 2006 hasta fines del 2012, México registra la
trágica cifra de 83 mil 191 asesinados y más de 25 mil desaparecidos en la
llamada "guerra contra las drogas y el crimen organizado" bajo la dirección de
Estados Unidos, que introdujo a las Fuerzas Armadas en esta lucha "contra un
enemigo interno", convirtiéndose en un terrorismo de Estado encubierto.
Estos son datos de oficinas humanitarias y gubernamentales
en base a la consulta del Sistema
Nacional de Información, procuradurías estatales, secretarías de Seguridad Pública y otros registros que
además estiman en miles los secuestros que han diezmado familias, lo que consideran los asesores de la guerra ·como
"un daño colateral".
Se menciona que en ese mismo espacio de tiempo han
desaparecidos entre 70 y 120 mil
migrantes en su paso por México intentando llegar a Estados Unidos.
Este hecho muestra a
las claras que es una guerra contrainsurgente porque ¿cuál sería la motivación
de los "narcos" para matar y desaparecer a los migrantes, la mayoría
procedentes de países centroamericanos, en su desolador viaje hacia Estados
Unidos?.
No hay ninguna explicación dentro del encuadre de esta "guerra" que desarrolló un esquema
básico de contrainsurgencia a partir de la firma del Plan o Iniciativa Mérida (2006) con Estados Unidos, bajo la
presidencia de Felipe Calderón del derechista Partido de Acción Nacional. Más
aún se investiga si esto no significó una limpieza "étnica" para evitar el
ingreso a Washington de miles de migrantes.
Ahora el gobierno de Enrique Peña Nieto del Partido Revolucionario Institucional
(PRI) que regresa al poder, después de dos sexenios de administraciones
panistas, se encuentra con una temible herencia y la incertidumbre continúa.
Ante la demanda popular por justicia y para que se termine
la matanza de miles de mexicanos, Peña Nieto se acaba de comprometer en
priorizar la búsqueda de los desaparecidos. Pero la demanda es mucho mayor que
eso. Hay que recuperar el país.
En realidad los resultados de esta "guerra" son
inexistentes, pero el plan de convertir a México en un "estado fallido" que
resulta "peligroso para la seguridad" estadounidense avanzó tanto, que hay
políticos republicanos advirtiendo sobre la posible necesidad de "intervenir"
directamente en ese país, para impedir "una amenaza e en sus fronteras".
La intervención estadounidense cambió al país. El 16 de
marzo de 2011 el diario The New York Times, señalaba que el Pentágono y los departamentos de
Justicia y de Seguridad Interior "tienen agentes armados en México, realizan
operaciones de vigilancia aérea y terrestre en territorio mexicano, deciden las políticas y las acciones de la
supuesta guerra contra el
narcotráfico", y que al hacerlo desde los centros "de inteligencia" que
tienen en territorio mexicano ocultan información al mismo gobierno". Además se
creó una base en Puebla que figura como una academia de estudios policiales y
toda una infraestructura amenazante para la soberanía mexicana.
El "doble juego" de Estados Unidos tomó estado público al
denunciarse la venta de armas provenientes de Washington destinada a los narcos
y a los grupos paramilitares, que han florecido en este país.
Un bosque ensangrentado
Así titula un analista mexicano la
situación, al recordar la impunidad que ha reinado hasta ahora y los asesinatos de dirigentes de derechos
humanos, sindicales, periodistas y otros. Sólo en 2012 fueron asesinados 19
periodistas y cuatro desaparecidos lo
que incrementa las cifras de 113 desde 2001 a 132.
El hallazgo de una tumba colectiva con 72 migrantes centro y sudamericanos,
ejecutados brutalmente por Los Zetas (grupo paramilitar) en San Fernando, Tamaulipas, en agosto de 2010,
evidenció las complicidades y la impunidad en todos los otros crímenes. Este
caso dio la vuelta al mundo y demostró complicidades estatales, que incluyen
"territorios liberados".
Por otra parte "la guerra" sólo se dirigió a uno de los tres pilares del narcotráfico,
dejando intactos tanto la estructura
política(y policial) que lo protege, como los del lavado de dinero, integrados por grandes estructuras
empresariales, que generan fortunas
instantáneas, gracias a los millones provenientes del narco.
¿Cómo se pudo
silenciar durante tanto tiempo uno de los períodos más terribles en la
historia de México? ¿Dónde están los organismos internacionales que tan
celosamente vigilan a gobiernos democráticos, empeñados en producir cambios
para sus sociedades?.
Es clave que América Latina estudie lo sucedido en México,
para elaborar sus propias estrategias de
lucha antinarcotráfico y otros, que
impida todo tipo de intervención extranjera y la incorporación de las fuerzas armadas en la represión interna para
combatir a un "enemigo" tan
difuso que llevó a cometer
crímenes propios de un terrorismo de Estado en pleno siglo XXI. Nada menos que
en México, un país estratégico para el
futuro de América Latina.
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