"Zapatero no ha asomado por aquí ni las orejas", se quejan amargamente los familiares de los dos ecuatorianos "desaparecidos" --y, casi con todas seguridad, muertos-- en el atentado de ETA en la T-4 de Barajas, en declaraciones a El Mundo; "el PP exige que sea el presidente del Gobierno quien rompa con la banda", titula La Razón; "Rubalcaba aclara que el proceso está roto mientras Zapatero calla en Doñana", abre su edición Abc; "el PP exige que sea Zapatero quien oficialice la ruptura", informa La Vanguardia... Sólo El País elude decir que parece evidente un clamor generalizado porque sea el presidente, y no sus 'lugartenientes' en el Ejecutivo (Alfredo Pérez Rubalcaba, ministro de Interior) y en el PSOE (José Blanco, secretario de Organización), quien 'de la cara' en estos difíciles y delicados momentos.
Todos los políticos tienen derecho a vacaciones y más en Navidad, fechas en las que a todo el mundo, (o a casi todo) le apetece desconectar del trabajo para estar con la familia. Nadie lo duda. Pero hay circunstancias, como las vividas el pasado 30 de diciembre con el atentado perpetrado por ETA en Barajas, en las que las vacaciones de algunos de nuestros dirigentes ni pueden ni deben alargarse más de lo justo. Mucho más si se trata del presidente del Gobierno.
A Zapatero – y al resto de los españoles- ETA le ha amargado el fin de año... y el año nuevo. Pero las críticas del PP por su, vamos a llamarle ‘escasa presencia’ en estos momentos tan trágicos y delicados, no son infundadas. Es Rubalcaba el miembro más 'visible' del Ejecutivo.
Ayer, martes, mientras Zapatero continuaba en Doñana, de donde volverá previsiblemente este miércoles, dieron la cara por él tanto su brazo derecho en el PSOE, José Blanco, como su ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, quienes tuvieron que ‘atornillar’ sus ambiguas declaraciones del mismo día del atentado –el sábado pasado- hablando de que el diálogo con la banda terrorista quedaba “en suspenso”. Rubalcaba completó ayer a ZP: el proceso está roto.
Las formas en estos casos son muy importantes. Y a Zapatero se le ha echado de menos en Barajas. Sabemos que el atentado, personalmente, le ha supuesto un durísimo mazazo y que el presidente está muy afectado, pero ello no le exime de estar donde debería haber estado el mismo lunes por la noche: en Madrid. En su despacho. No vaya a ser que a alguien se le ocurra sospechar que el diálogo con ETA ha quedado en "suspenso" de manera tan efímera como "suspendió" su descanso navideño.