Por
Pascual Hernández del Moral.
lunes 15 de diciembre de 2014, 13:23h
Que sí, hombre, que ya lo sé, colega Venancio.
Un señor muy repeinado con brillantina y fijador, vestido impecablemente, con
traje de marca, camisa con gemelos de oro, reloj-joya, con la pechera impoluta,
y unos zapatos acharolados, brillantes hasta deslumbrar NO ES GARANTÍA DE NADA.
Puede ser tan inútil y doloso, por ladrón, para la sociedad como todos los
grandes delincuentes de cuello blanco. Normalmente, a los rufianes de buena
apariencia no se les distingue así, de pronto, de las buenas personas, si no es
por sus hechos. Y, claro, los majaderos que votamos y elegimos no nos enteramos
de ello hasta que es tarde. Y ya se puede hablar de "transparencia", de
"honestidad", de "bonhomía", de...: muerto el burro, la cebada al rabo. Y así nos
va.
Y un "chico", colega Venancio, en la treintena,
con el halo de profesor "moderno", de una facultad progre (aunque guarra y
puerca), peinado hacia atrás, coleta y perilla sin ninguna cana, con
indumentaria informal, que destaca ante la barba-ansiosa de algún compañero, de
faz aniñada que trasparenta bondad y despiste de miope piadoso, enfático pero
de habla suave, con un convencimiento vehemente en lo que dice que tira para
atrás, tampoco es garantía de nada. PODEMOS ver en él a un charlatán de feria que
pretende venderte el peine y la manta mientras te marea con su labia, sin darte
tiempo ni a pensar. Lo malo de los vendedores de humo y de los parlanchines de
feria es que, cuando te das cuenta, ya has caído, y, en el caso de que quieran
venderte, no un peine sino una forma de gobierno, si ganan, ya tienes al
caudillo montado en el borrico, y la utopía que vendía se ha esfumado ante la
realidad cruda del día a día.
O sea, que la apariencia no garantiza nada, y
podréis decir conmigo: un canalla "rey de bastos", como dice el tango, lo
encuentras en cualquier sitio. Mira, si no, lo que ha pasado con la imagen de
juventud, dulce, lista y eficiente, del "pequeño Nicolás". Aunque los
americanos del norte dicen que, si tiene plumas como un pato, anda como un pato
y hace cuá-cuá como un pato, casi seguro que es un pato.
Por eso, compañero Venancio, aunque no debamos
fiarnos de un pretencioso bien vestido, cuando se nos colocan delante unos chicos
que se ponen siempre la misma camisa, llevan los mismos pantalones, el pelo un
sí es no es astroso, una coleta poco cuidada, remangados y pose de encantadores
de serpientes, PUEDE QUE ESTÉN APROVECHANDO LADINAMENTE LA NECESIDAD QUE
TENEMOS DE OÍR MENSAJES ESPERANZADORES, muchos jóvenes los ven como una
prolongación de ellos mismos. Se entregan en cuerpo y alma, y les compran el
peine y la manta, prediquen lo que prediquen. Y, lo cierto es que todos tenemos
necesidad de oír mensajes de esperanza cierta, no de brotes verdes ni de fin de
una crisis, que se resiste a dejarnos. Por eso, muchos jóvenes y muchos que ya
no lo son tanto no buscan trajes y corbatas, sino nuevos modelos, a ver si la
esperanza se cumple.
Pero, Venancio amigo, no seamos majaderos:
arañemos debajo de los egos mediáticos y de los programas maravillosos para ver
qué hay, porque a lo mejor no hay nada; o peor, hay programas imposibles de
cumplir en un mundo globalizado, en el que tenemos que pagar lo que se debe, o
no te dan más crédito. Y eso podría aguantarse si tuviéramos el cajón lleno y
produjéramos mucho más de lo que gastamos; pero aquí y ahora... no tenemos más
que zurrapas, ni se espera una mejora inmediata. Incluso, los que parecía que
tenían mucho, porque tenían petróleo a chorros, se ven sin nada, con los
anaqueles de la tiendas vacíos. Y a algunos, cuando se les da el poder ya no lo
sueltan Mirad alrededor y lo veréis, desde el oriente (Rusia) hasta América.
Con la apariencia de elecciones libres llegó Hitler al poder, y sólo lo dejó
con los pies por delante.
Por eso, tenemos que ser agudos a la hora de
elegir a quienes nos van a gobernar. Ni un traje es garantía de honestidad ni
una coleta un aval de modernidad, honradez y eficacia. El hábito no hace al
monje, aunque lo simule.
El ciego del Lazarillo nos da una lección para
no olvidar: "APRENDE, NECIO, QUE MOZO DE CIEGO UN PUNTO HA DE SABER MÁS QUE EL
DIABLO".
Pues eso.
Pascual Hernández del Moral.