Por
Pascual Hernández del Moral.
domingo 05 de octubre de 2014, 08:40h
A algunos
puede parecerles una frivolidad que les hable de las elecciones
presidenciales en Brasil del próximo domingo, con la está cayendo aquí: Mas y
la independencia de Cataluña, Rajoy y su violón, las tarjetas "opacas" de los
gerifaltes de Caja Madrid, los ERES, los cursos de formación, el traslado de
Alaya,... hasta la muerte de Manolete. Pero creo que, aunque sea para
desengrasar, voy a contarles cómo van las cosas en Brasil, porque, durante
varios años, ha sido el destino de muchas inversiones españolas en el exterior;
no sólo nos vamos a preocupar por los mundiales, de aciago recuerdo, o por los
juegos de dentro de dos años.
Cuando comentábamos el fracaso de la selección
brasileña y valorábamos las manifestaciones callejeras, que pedían
transparencia y honestidad en los gastos, anticipábamos los problemas que podía
traer para el gobierno de Dilma Rousseff el fracaso de la "canarinha" por lo
que tenía de desengaño nacional, que hundía la confianza de la mayoría de las
gentes, sobre todo de las clases menos favorecidas, en la fortaleza de su país.
Ahora, con las elecciones presidenciales, tenemos ocasión de medir las
consecuencias de ese fracaso deportivo para el gobierno y el país.
En Brasil, la participación en las elecciones
es obligatoria, y en las mesas electorales se entrega al elector un Certificado
Electoral que resulta imprescindible para realizar no pocos trámites de la vida
cotidiana, como por ejemplo la obtención del pasaporte, o del permiso de
conducir o del RG (equivalente a nuestro DNI), o el CPF, especie de número de
identificación fiscal. La participación electoral está, pues, asegurada. La
elección se celebra en domingo, y mientras dura. Se impone la "ley seca"
(aunque se le haga poco caso) para evitar trifulcas y enfrentamientos entre los
partidarios de uno u otro candidato.
El jueves pasado, los siete candidatos a la
presidencia del país participaron en un debate televisivo, el último antes de
las elecciones. Si ningún candidato obtiene más del 50 % de los votos, se va a
un segundo turno entre los dos que más votos haya conseguido. De los actuales
candidatos, sólo tienen opciones de participar en la segunda vuelta Dilma, la
presidenta, que busca repetir mandato, del Partido de los Trabajadores (el
partido de "Lula"), Marina Silva, del PSB socialista, y Aecio Neves, del
socialdemócrata PSDB, el partido de Fernando Henrique Cardoso.
A Dilma Ruosseff ya la conocemos: es la
heredera de "Lula", comunista, detenida por la dictadura, defensora de la
honestidad y la trasparencia, y enemiga de la corrupción. Durante su mandato,
se destapó el "Mensalão", en que fueron juzgados los mejores colaboradores de
"Lula", por ello recibió el sobrenombre de la "faxineira" (la limpiadora). Sin
embargo, le ha salido otro nido de corrupción en la Petrobras, cuyo director
está en prisión, y ha denunciado a una buena horda de políticos del gobierno, que
no lo ha sabido cortar. De ella dicen que no es corrupta, pero que es débil
para atajar la corrupción.
Las encuestas le fueron favorables a Marina de
Silva, que había sido ministra de Medio Ambiente de "Lula", y que formaba
tándem electoral con Eduardo Campos, muerto en un accidente de avioneta en la
ciudad de Santos, semanas antes de iniciarse la campaña electoral; los
votantes, en un principio, le mostraron gran simpatía por ser "la viuda" de
Campos, y eso se mostró en las encuestas. Hubo un momento en que aproximó
bastante a Dilma. Marina es una mujer honesta, evangélica de la Asamblea de
Dios, nacida en la selva, y que tiene en Sao Paulo su bastión electoral. En las
últimas encuestas, sin embargo, ha perdido mucho fuelle, hasta el punto de que peligra
su participación en el segundo turno.
Y el tercero en discordia es el socialdemócrata
Aecio Neves. Las últimas encuestas le dan una recuperación notable, hasta el
punto de disputarle a Marina de Silva la segunda vuelta. En el debate, sabiendo
que su rival era ésta, le dirigió feroces ataques que, junto con los que le
dedicó Dilma, han hecho caer las expectativas de Marina.
El debate, de dos horas y media, en la Globo,
la emisora de más audiencia de Brasil, fue muy duro, centrado en la corrupción
como argumento más importante. Se conoce que las manifestaciones previas al
mundial han servido para sensibilizar a los políticos contra la corrupción. Y
han huido todos los candidatos de temas que podrían haber caldeado la campaña,
como el aborto o el matrimonio homosexual, que levantan ampollas en la sociedad
brasileña.
Un amigo mío dice (en portugués, claro): "Esta
es, potencialmente, la elección más importante de las que ya se hicieron en
Brasil, pues puede determinar si continuaremos teniendo el derecho a votar
libremente, o vamos en el camino de Venezuela, Cuba o Argentina". Yo, sin
embargo, creo que no es para tanto.