La irrelevancia de Europa
Por
Pascual Hernández del Moral.
lunes 10 de marzo de 2014, 10:30h
Desde el siglo XVI,
Europa era quien ordenaba las relaciones políticas, económicas e ideológicas
del mundo entero. Quizás se escapaban a su influencia (o a sus órdenes) la
China y la Conchinchina, que se decía entonces, o sea, las tierras del sur de la actual Camboya, y
de Vietnam, y la misma China, tanto la continental como la insular. Los
europeos habían dejado en paz política y militarmente estas tierras por lo
lejanas, por la diferencia cultural y por su gran población, hasta la segunda
mitad del siglo XIX, en que tras la persecución a la iglesia católica local y
el asesinato del obispo Díaz Sanjurjo, Francia y España organizaron una
expedición de castigo y decidieron la ocupación de estas tierras. Así, desde el
siglo XIX todo el mundo (menos la China continental) estaba sometido al dominio
europeo. Europa mandaba en el mundo, ella lo sabía y obraba en consecuencia.
Los procesos
históricos son lentos, de siglos de duración, aunque, de vez en cuando, dan
saltos, fruto de acontecimientos cruentos de carácter político-social, que
pueden hacer variar las condiciones establecidas. Así pasó con la guerra de la
independencia americana, que hizo tambalearse al imperio británico, y provocó,
además, la liberación del continente austral, después mal-unido en la
Commonwealth; también en el XIX las colonias americanas de España y Portugal se
independizaron de sus metrópolis; pero aunque desapareció la dependencia
política, se mantuvo la cultural y social, lo que determino su caracterización
como "países occidentales". Posteriormente, ya en el XX, las colonias africanas
siguen el camino de la liberación, aunque el costo ha sido grande para ellos
mismos, y no han sido capaces de incorporarse "al mundo europeo".
Pero no es mi
intención dar una lección de historia de mundo occidental, ni sé bastante para
ello; pero sí quiero poner en evidencia CÓMO EUROPA HA PERDIDO TODA RELEVANCIA
EN NUESTRO MUNDO ACTUAL. El siglo XX fue el escenario de dos grandes desgarros
de Europa: el primero, la guerra de 1914; el segundo, la de 1939, que, aunque
fueron la misma guerra se desarrolló en dos plazos, aunque se presenten como
dos guerras distintas. Europa se desangró en unas guerras cainitas que acabaron
con el empleo de armas de destrucción como hasta entonces no se habían visto
nunca. Y continuó en esa tensión que dio en llamarse "guerra fría" y que acabó
con el equilibrio imperfecto que duró varias décadas. Aunque militarmente hubo
vencedores y vencidos, la única gran derrotada fue Europa, su concepto del mundo
y la influencia que, sobre él, ejercía Europa desde el XVI. Y no ha vuelto a
levantar cabeza.
Su hegemonía política
y militar ha intentado ser mantenida en lo económico y en las organizaciones
supranacionales. Hoy, pretende gobernar al mundo a través del Grupo G-8, de las
Naciones Unidas, de la OCDE y de tantas organizaciones supranacionales que
parece que son "algo" en el mundo. Pero no nos engañemos: ni USA, ni la ONU, ni
Rusia ni ninguna de las organizaciones supranacionales occidentales, que tanto
nos han vendido, significan nada. HOY, CIERTAMENTE, NO SABEMOS QUIÉN MANDA, DE
VERDAD, EN EL MUNDO.
Repasemos algunos de
los conflictos que se han producido el pasado siglo, en Vietnam, en África, en
América, incluso en nuestras propias fronteras y veremos de qué poco han
servido las medidas que decía adoptar la vieja Europa: las primaveras árabes
acabaron todas echando a las sociedades en brazos de los integrismos
musulmanes, a pesar de Europa: el mejor ejemplo, Siria, que se iba a invadir de
un día para otro para "salvar" al pueblo, y evitar el integrismo; o Egipto,
donde la democracia al estilo occidental no ha tenido (ni tendrá) ningún futuro;
Mali y los países de meso-áfrica, de donde han tenido que salir los franceses
con poca gloria... La enumeración podría seguir. En todos ellos, Europa se ha
puesto muy digna a dar instrucciones al resto del mundo para que se acaben esos
conflictos en un sentido que cree le puede convenir. Y nadie le ha hecho caso.
Ahora, lo que resultó
de la caída del telón de acero comienza a tambalearse ante las ansias
expansionistas de la Gran Rusia del nuevo zar Putin. La mayoría de las pequeñas
repúblicas en las que se rompió la URSS siguen girando a su alrededor, por una
u otra razón. El antiguo imperio mogol y el turco siguen bailándoles el agua a
Moscú. Y Ucrania no podía ser menos. La península de Crimea se unirá a la Gran
Rusia, diga Europa lo que diga, la amenace con echarla del G-8, con romper los
acuerdos científicos y culturales, con rayos y centellas, o con el fuego del infierno.
Y en esas condiciones, ¿se puede hablar de "legalidad"?
Porque la misma
Europa ya no es nadie, PORQUE HA DEJADO DE CREER EN ELLA MISMA. ¡Amigos míos, es
lo que hay, cuando se pierde la fe en uno mismo!