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Broncas y ataques

Broncas y ataques

lunes 05 de noviembre de 2012, 19:30h
Hace una semana aproximadamente, escribí una reflexión personal que se titulaba "ruidos en el alma" y en la que, como algunos de ustedes recordarán, aludía a una inquietante desazón que cubre, creo, a una buena parte de los españoles. Bueno, pues algo he debido de expresar mal, o de escribir mal, porque no saben ustedes la cantidad de críticas, bien intencionadas, eso sí,  pero finalmente críticas, que he recibido. Tengo que reconocer que mi reflexión rezumaba cierta dosis de desilusión, falta de entusiasmo y apatía, y sin embargo, créanme que era más bien un simple inicio, una premisa necesaria  para tratar de asentar, finalmente, una conclusión esperanzadora. Y por supuesto, nada que ver con mi situación personal, ni familiar. Algo de lo que no puedo más que estar agradecido a la vida que ha puesto a mi lado a tres mujeres maravillosas y llenas de cariño hacia mí. Pido por lo tanto perdón a todas aquellas personas que han podido ver en mí un halo de tristeza o de desesperanza. Nada más lejos de la realidad.
Pues no hacía más que salir de esa bronca y me metí en otra. Esta vez de trabajo. Reconocerán ustedes conmigo que cuando en el ejercicio de tus responsabilidades, le das un puesto importante a alguien, ese alguien te alaba, te abraza, te quiere, e incluso resulta obscenamente adulador. Y que cuando en idéntico ejercicio de tus responsabilidades, decides prescindir de ese alguien, todo lo que era adulación se convierte en acidez. Además, ahora que las redes sociales te permiten, en la impune oscuridad, desatar tus más bajos instintos de revancha, el ataque llega a tales extremos que hasta resulta hiriente leer la sarta de mentiras que la gente es capaz de difundir con la única intención de hacerte daño. Pues llevamos tres días recibiendo ataques brutales en las redes sociales, de la misma mano que hace tres días hacía de nosotros los más competentes de los seres humanos. En fin, que les voy a contar que ustedes no sepan sobre ciertas naturalezas humanas.

Esto no ha hecho más que empezar. No tenemos poder, no tenemos dinero, no tenemos ni siquiera estructura montada; solo tenemos ilusión e ideas, sobre todo ideas, y ellos ya vienen a muerte contra los que únicamente atesoramos la fuerza de voluntad necesaria para que ni los cien mil hijos de San Luis puedan con nuestros propósitos. 

Y si esto es injusto, para que vamos a hablar de los ataques a la persona que preside nuestra formación. Él me decía hace unos días: "Daniel, el que quiere saber ya sabe lo que pasó y por qué pasó. Y el que no quiere saber, no lo querrá saber nunca" 

Pero yo discrepo con él, y discrepo por experiencia propia. Creo que la mayoría de la gente aún no sabe, como se dice en Castilla "de la misa la mitad" y lo que la gente cree saber es fruto de una mecánica, que Goebbels, el gran estratega de Hitler, definía como métodos para convencer  a las masas de cosas alejadas de la realidad. 

Y uno de sus predicamentos era la conveniencia  de difundir abiertamente noticias cuyo contenido o tono conduzca al que las recibe a sacar las conclusiones deseadas.

Hay dos métodos indefectibles para que la sociedad, los ciudadanos en general, lleguen a esas conclusiones a las que tú quieres que lleguen. Uno es controlar los medios de comunicación.

Si yo controlo los medios de comunicación, porque económicamente dependen de mí y por lo tanto no le queda más remedio que decir lo que yo quiero que digan y eso lo dicen rotunda y continuamente, esa afirmación mía, al cabo de un tiempo, será una afirmación aceptada como propia por la sociedad.

Y otra más sibilina y por lo tanto mucho más peligrosa, es la utilización torticera de la justicia para refrendar hechos que no tienen nada que ver con la realidad.

Cuando a una persona le condenan por hechos que luego se demuestran jurídicamente no ser ciertos y sin embargo no se revisan. 

Cuando a una persona, un Tribunal de segunda instancia le impone una condena sobre hechos por los que fue absuelto en la primera instancia, sin que posteriormente pueda tener acceso a un nuevo juicio, al que jurídicamente tiene derecho.

Cuando el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en el año 2006 dice que con esa forma de actuar el Estado español ha violado los derechos civiles y políticos de esa persona.  Cuando el Estado español está obligado a proporcionar a esa persona un recurso efectivo, que permita la revisión del fallo y la pena impuesta, y seis años después aún no se le ha facilitado esa posibilidad, estamos, sin duda, ante una inacción interesada de los Tribunales de Justicia en beneficio de una actuación política. 

Por si no ha quedado claro, lo repito: Inacción interesada de los Tribunales de Justicia en beneficio único  exclusivo de intereses políticos.

A pesar de todo esto y a pesar de la tristeza que te invade cuando una sociedad como la nuestra, sabiendo que esto que cuento es verdad, se permite el lujo de descalificar a una persona basándose en "realidades" interesadas, hay acontecimientos que te permiten seguir respirando ilusiones de justicia.

Ayer me llamó un amigo mío por teléfono y me dijo textualmente: "Yo no conocía la historia, no había leído más que lo que ponía la prensa de aquella época y las condenas que le impusieron. Acabo de terminar el libro de "Días de Gloria" y estoy sorprendido. Si este hombre dice lo que dice y nadie le ha contestado ni a una coma, solo puede ser por una razón". "Porque dice la verdad", "así que cuenta conmigo". 

Sé que es un caso aislado y que boca a boca y libro a libro, tardará muchos años en recuperar la credibilidad que nunca debió perder, pero seguiremos sin perder el ánimo y la serenidad que te da la verdad.

A todos aquellos que creen en nosotros, que confían en esa verdad y que saben que nuestras ideas llegarán a configurar en un futuro próximo, un nuevo país, solo les digo que no se asusten, que no se arruguen ante los insultos y las amenazas, ante las verdades políticamente creadas. Esto es un tren de largo recorrido y las mentiras disfrazadas de verdad jurídico política, no llegarán ni siquiera al primer apeadero.

Daniel Movilla. Secretario general de SCD.
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