lunes 20 de octubre de 2014, 12:43h
Cada semana que pasa confirma la idea que el gobierno ha
decidido reemplazar la política económica por una ampliación del control de los mercados.
Sin embargo, esta semana se le han agregado dos ingredientes
a la receta.
El primero, el anuncio de emisión de deuda interna del
Tesoro, atada a la evolución del precio
del dólar oficial, para darle algún instrumento vinculado al dólar, a la parte
del mercado que los controladores, en un intento de fijar precios artificiales
para el dólar ¨libre", han obligado a
desprenderse de sus activos dolarizados. Una especie de PNT (pesificamos pero
no tanto).
El segundo ingrediente, ha sido la insistencia de algunos
voceros cercanos al Gobierno, de que, "en enero se arregla el problema de la
deuda con aquéllos que no entraron al canje, sean buitres o no" .
Una mezcla, entonces, de "garrote y expectativas", ante la
ausencia de medidas concretas que pudieran revertir la tendencia de caída de la
actividad y alta inflación que caracteriza el escenario argentino de estos
meses.
¿Alcanza? Para revertir la tendencia, seguramente no, para
frenar su profundización, solo por un ratito, en la medida que el escenario
internacional no se deteriore mucho más.
Y esto es algo que no hay que olvidar.
Los elementos centrales del mundo que permitieron financiar
estos años de populismo exacerbado, altos precios para la soja, un dólar débil
y una región, (en particular Brasil), demandante, han desaparecido de la
escena, con una intensidad aún no determinada.
Sin el conflicto por la deuda en default, esto sólo hubiera
obligado a ajustes importantes en la política económica. Dichos ajustes, se
tradujeron en la devaluación sin programa de enero, y en medidas financieras
(colocación de deuda del Banco Central, para contrarestar la fenomenal emisión
de pesos para financiar al tesoro -emisión que creció unas ocho veces en cuatro
años-). En aumentos de gasto público en
pesos, con escaso poder reactivador, dado que lo que faltan son dólares para
producir, y precisamente, racionar e incrementar la deuda con importadores, y
otras medidas cambiarias, para administrar la caída de las reservas sin tener
que devaluar.
El ajuste fue inevitable, aunque de una profundidad
exagerada por las propias medidas, o su ausencia.
Ahora, se intenta
frenar el deterioro creciente, como se dijo, con más intervención y
controles y diseminando la idea que, pese a todo lo que se dijo e hizo para no
solucionar el conflicto con los tenedores de bonos que no entraron al canje, en
enero, en cuanto venza la famosa cláusula RUFO, se arregla todo, y nos
endeudamos para reactivar la economía, y tener el final de fiesta que la década
ganada merece.
Pero para enero falta muy poco o una eternidad.
Trabar cada vez más los mercados para que no reflejen los
verdaderos precios de nada y, a la vez, emitir pesos para financiar el déficit
y retirarlos luego colocando deuda, es un juego cada vez más peligroso y
desafiará la estabilidad macro de los próximos meses.
Pero, economista al fin, supongamos que el escenario
internacional no se deteriora todavía más. Supongamos que el programa "garrote
y expectativas" tira hasta enero, sin empeorar demasiado lo que ya está muy
mal. Supongamos, que el reendeudamiento contra el desendeudamiento
existe. Y supongamos, finalmente, que la Presidenta está dispuesta a aprobar su
instrumentación. Nuevamente, ¿Alcanza?.
Temo que la cantidad de dólares que hacen falta, con este
escenario internacional, aunque no empeore, para normalizar la economía
argentina, definiendo como normalizar a una economía creciendo al 2/3 por
ciento anual, no están disponibles en el mercado voluntario de crédito al gobierno.
Y esta es la clave.
Porque la economía argentina funcionó sin crédito al
gobierno en estos años, por una combinación del mencionado escenario
internacional favorable y oferta de crédito al sector privado, que financió
junto al capital propio su actividad. Para restablecer esa franja de ingreso de
capitales privado, necesaria para crecer, la porción garrote del programa debe
ser reemplazada por la porción mercado. Los precios en los mercados tienen que
ser verdaderos y no artificiales y las restricciones cuantitativas desaparecer.
Sin este programa, el endeudamiento público que se
promete puede frenar la caída, o evitar
la implosión del modelo K. Difícilmente se pueda aspirar a mucho más.