Extorsión policial: las Bonaerenses
martes 10 de diciembre de 2013, 15:17h
Un repaso por la historia reciente de la Policía de la
provincia de Buenos Aires deja algunos interrogantes sobre la supuesta
"justicia" del reclamo corporativo que motivó los acuartelamientos en
La Plata, Bahía Blanca y Mar del Plata.
Darío Santillán y Maximiliano Kosteki no tuvieron la
oportunidad de convocar a los canales de televisión para que transmitieran en
vivo sus reclamos salariales y "una mejora en las condiciones de
trabajo". No sólo porque el país en el que protestaban era uno en el que
nadie pedía por un aumento de salarios, sino también porque aquella mañana de
junio de 2002, los móviles de TV fueron hasta la bajada del Puente Pueyrredón
en Avellaneda para trasmitir en vivo lo que ya sabían que iba a pasar.
Alertados la noche anterior en riguroso off the record por el entonces secretario de Seguridad, Juan
José Álvarez, que al día siguiente los piqueteros irían todos presos "como
mínimo" (sic), los medios fueron al Puente a televisar en vivo las dos
nuevas muertes que iba a causar la crisis.
Cumpliendo al pie de la letra las órdenes dadas por el
gobierno del Presidente Eduardo Duhalde, la Policía Bonaerense reprimió con
balas de plomo la protesta del Movimiento de Trabajadores Desocupados, matando
a dos jóvenes militantes e hiriendo con armas de fuego a por lo menos una
docena de personas más.
El 26 de junio de 2002, el sueldo básico promedio de los
efectivos de la Policía Bonaerense era de 410 pesos a cobrar casi íntegramente
en Patacones, una de las tantas cuasi monedas que los gobiernos provinciales
habían comenzado a emitir desde fines del año anterior. A pesar de estas
penurias, y de otras más, no hubo, durante 2002, ningún acuartelamiento
policial, ni en la provincia de Buenos Aires ni en ninguna otra. Tampoco en los
años que siguieron.
Lo que sí hubieron, desde mediados de 2001 y durante todo
2002, fueron represiones policiales a quienes protestaban porque, o bien se
quedaban sin trabajo, o porque directamente no tenían para comer. En todas las
provincias. O en casi todas, para ser más justos.
Claudio "Pocho" Lepratti tampoco pudo convocar a
una conferencia de prensa para denunciar el marasmo social en el que se
encontraba Rosario. mientras trabajaba en el comedor de la escuela 756 del
Barrio Ludueña. Lo mataron los mismos policías santafesinos a los que, desde el
techo de su escuela, les pedía clemencia: "¡Hijos de puta, no tiren que
hay pibes comiendo!", fue lo último que se le escuchó gritar a Pocho,
lejos de los micrófonos y las cámaras de televisión.
Más de una década transcurrida luego de aquel infierno:
¿Cuál es el nivel en la escala de la desvergüenza que impulsa a un uniformado a
pedir "el apoyo de la gente" para que la población acompañe una
extorsión disfrazada de reclamo salarial?
No sé si es que en la cuestionada formación que reciben en
la "Escuela Vucetich" (oxímoron imperdonable), los futuros policías
bonaerenses son inoculados con el virus de la bribonería o qué les pasa, pero
conozco a muchos miembros de la fuerza que se transforman en otra clase de
personas una vez que los vistieron de azul.
De otra forma no se explica el desparpajo con el que los
miembros de la Policía de la provincia de Buenos Aires (y de otras fuerzas
policiales) convocan al "apoyo de la gente" para con su causa.
En todo caso, antes de brindar el apoyo reclamado, la
ciudadanía debería preguntarle a los familiares de Jorge "Chaco" González,
Julio Barzola, Emmanuel Salafía, Carlos Barbarelli, Gastón Aragón, Luciano
Arruga, Mauricio Ramos, Franco Almirón y Lautaro Bugatto, por nombrar sólo a
algunos de los jóvenes asesinados por el gatillo fácil de la Bonaerense en los
últimos diez años, si corresponde o no apoyar la protesta