Crónica de la Cumbre de El Salvador

La crisis financiera acapara la atención de la Cumbre Iberoamericana de El Salvador, como no podría ser de otra manera porque la crisis se empezará a notar en América Latina con la caída de los precios de los alimentos y de las materias primas. El temor de las economías latianoamericanas radica además en que los problemas lleguen también a países emergentes como China e India que han contribuido con sus compras a un periodo de especial bonanza económica y que les permite afrontar la crisis en mejores condiciones y con dinero ahorrado tras haber cancelado su deuda externa. En cualquier caso, los latinoamericanos sobrellevarán mejor la crisis porque viven permanentemente en crisis, como ironiza el escritor mejicano Carlos Monsivais.

La crisis financiera será abordada por los mandatarios en la reunión privada que mantendrán el jueves por la tarde, en la que
prácticamente a solas y sin micrófonos para evitar que los periodistas sean testigos de situaciones como el famoso: “Por qué no te callas”  del Rey Juan Carlos al presidente venezolano, Hugo Chávez , explorarán vías de salida a la actual coyuntura.

Marcelo Baumbach, portavoz del presidente del Brasil, ha adelantado que Lula da Silva defenderá la adopción de "mecanismos y controles que impidan nuevas crisis y que la especulación afecte a la economía real".

En El Salvador habrá algo de tiempo para hablar de los problemas de la juventud, que era el asunto previsto, pero los presidentes iberoamericanos van a tener encima de la mesa un documento que intente recoger una posición común de la Comunidad Iberoamericana de cara a la cumbre de Washington de los próximos 14 y 15 de noviembre, donde los países miembros del G-20 analizarán la revisión del sistema financiero internacional.  La ministra de Asuntos Exteriores de El Salvador, Marisol Argueta, aseguró la semana pasada a los periodistas participantes en el Foro Eurolatinoamericano de Comunicación, que la reciente visita del presidente salvadoreño, Elías Antonio Saca, a México había servido para dibujar las líneas maestras de un documento que han revisado en los últimos días representantes de los 21 países participantes en la Cumbre.

En ese foro, organizado por la Asociación de Periodistas Europeos, la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano y la Corporación Andina de Fomento, la ministra mostró su confianza en lograr una única voz de Iberoamérica en una cita tan trascendental como la de Washington. Sin embargo, otras fuentes apuntaban a la complejidad de este objetivo porque “va a ser casi imposible combinar los intereses de todos, sobre todo en un momento en el que los regímenes contrarios a los Estados Unidos, como Cuba o Venezuela estaban utilizando la crisis para reafirmarse en sus posiciones que descalifican al “Imperio norteamericano capitalista” y capear así sus distintos problemas internos”.

Una prueba de la proliferación de intereses particulares es el anuncio del presidente venezolano, Hugo Chávez, de no asistir a la cumbre por temor a un atentado. Chávez trata una vez más de acaparar el protagonismo y de presionar para que sus posiciones, apoyadas por sus aliados de Bolivia, Ecuador y Nicaragua, sean aceptadas por los demás. La estrella política de Chávez empezó a apagarse cuando perdió el referéndum sobre la Constitución que le otorgaba amplios poderes vitalicios; y ahora sufre una grave crisis por el descenso del precio del barril de petróleo. Ya no puede aparecer como el año pasado en la cumbre de Santiago de Chile encarnando al nuevo rico perdonavidas que va repartiendo sus favores a quien ríe sus gracias. Las cosas han cambiado mucho y, ahora más nunca, se destaca el liderazgo de Brasil con una situación económica y política estable, a pesar del revés sufrido por el presidente Lula da Silva en las recientes elecciones municipales. Sin embargo, a nivel internacional Brasil es considerado como uno de los países emergentes, junta a China, India y Sudáfrica que pueden jugar un papel destacado en la superación de la actual crisis financiera internacional. México, junto a Argentina, es el otro invitado iberoamericano del G-20 que ocupará una silla en Washington. No parece que el presidente Calderón esté en condiciones de disputar el liderazgo a Lula pero sí reclamará una buena parte de protagonismo. Los problemas financieros de Argentina y la decisión de su peculiar presidenta, Cristina Kirchner, de nacionalizar las pensiones no representan el mejor aval para que su voz sea muy tenida en cuenta; pero tendrá su lugar, un hueco que se le ha negado a España. ¿Podrá conseguir algún favor de los hermanos iberoamericanos el presidente del gobierno español? ¿Tendrá que asumir Rodríguez Zapatero que su política exterior ha sido bastante discreta porque tiene un error inicial de concepto al colocar los principios por delante de los intereses? En El Salvador, la impresión que se respiraba en medios diplomáticos iberoamericanos es que España había descuidado sus relaciones políticas con Iberoamérica y había porfiado su influencia a las millonarias inversiones de empresas españolas. Hace falta algo más porque, cómo se demostró en la reciente crisis de Bolivia, la diplomacia española jugó un papel muy discreto y fue Brasil, encabezando la Unión de Países Suramericanos, quien pilotó la solución política exterior. El ex presidente boliviano, Carlos Mesa, aseguró en el Foro de San Salvador que España debe definir claramente su política hacia América Latina y destacó que a Brasil y México les interesa más que España siga jugando un papel más histórico que real.
   
Carlos Mesa es uno de los exponentes más pragmáticos de la política iberoamericana al argumentar que ya no se puede hablar de derechas o izquierdas en América Latina; neoliberalismo o socialismo del siglo XXI, “ahora la ideología se adapta a la coyuntura económica que es la que distribuye a cada uno de grado de soberanía que tiene. Hace falta flexibilidad y no dogmas”. Mesa se mostró partidario, en este momento de incertidumbre, de un papel intermedio del Estado porque no hay verdades absolutas y hay que huir de dogmas que no solucionan los problemas de los ciudadanos.