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La confianza tiene más valor que miles y miles de millones de dólares

La confianza tiene más valor que miles y miles de millones de dólares

A pesar de todos los esfuerzos, los estadistas no están resolviendo la crisis financiera,  quizá la mayor de la historia mundial, sino que la están ahondando hasta el punto que ya  podemos más bien identificarla como un “cataclismo”, con consecuencias impredecibles.

Ya no es un secreto hablar del fracaso del modelo neoliberal, que tanto poder le ha dado a los dueños y controladores del capital y tanto le ha quitado al Estado, dejándolo con las manos amarradas y sólo observando los abusos y corrupciones que cometen los más ricos y acomodados  señores de la nueva sociedad.

Todos se preparan ahora y ven en la cumbre financiera,  que se efectuará en noviembre en Washington para “refundar el sistema financiero mundial”, como la última esperanza para tranquilizar al mundo. Sin embargo, para este objetivo ya no basta de discursos de aliento y buenas intenciones de los países más industrializados y ricos. El problema ya no va por ese camino; el problema es la más brutal pérdida de confianza en la que ha caído el mundo entero, desde los más pequeños ahorristas hasta los grandes y poderosos mandamases de la economía que iba a ser la panacea para salvar al mundo de la pobreza.

La gran torta que chorrearía riqueza a los más pobres, parece que se derritió en el camino. Los únicos que se favorecieron fueron los más ricos, muchos de ellos no se conformaron con el dinero que ya habían ganado y quisieron mucho más,  cayendo en la especulación y en los negocios torcidos y contaminados que es el origen del actual cataclismo mundial.

La confianza no se restablece con palabras y buenas intenciones, sino que con hechos concretos, lo que podría suceder en años. Esto significa que tenemos crisis  para mucho tiempo más, caracterizada por desempleo, inflación, bajos ingresos, crecimiento reducido y sobre todo por un aumento de los índices de pobreza en todo el mundo.

En Estados Unidos, el “cambio” que propone Barack Obama de “extender el bienestar” a todos los estadounidenses y no concentrarlo sólo en unos pocos, como el 5 por ciento de los más ricos que no paga suficientes impuestos, ha originado un peculiar debate sobre socialismo y capitalismo.  La propuesta de Obama es criticada por los republicanos con la advertencia electorera a favor de John McCain, de que  el país está amenazado por el comunismo.

Desde que la crisis remeció los fundamentos de  la potencia del norte, ésta  ha dejado de ser para muchos el “sueño americano de las posibilidades ilimitadas”, concentrándose dicho debate en el lado oscuro y malvado del capitalismo, aparte de que algunas prácticas socialistas, como la intervención estatal en los bancos en quiebra, ha sido puesta en práctica por el republicano presidente George W. Bush ante el asombro de todo el mundo.

Si el modelo neoliberal se pone en tela de juicio en el baluarte mismo del capitalismo, también surge la misma discusión en Europa, donde el futuro se ve “muy negro” al acumularse los problemas de coyuntura a un ritmo muy rápido. Sus reducidas posibilidades de crecimiento en el 2009, de 0,5 a sólo 0,7 por ciento, frente a un 1 por ciento de Estados Unidos, han derrumbado el precio del euro, que ha perdido 20 por ciento de su valor frente al dólar desde julio pasado.

El presidente francés, Nicolás Sarkozy, quien preside hasta diciembre la Unión Europea, definió el cataclismo como “la muerte de los mercados” y propuso impulsar un “gobierno económico” en la Europa comunitaria. “Esta es una crisis mundial y no una crisis de coyuntura. No es un accidente, es una crisis estructural”, dijo el mandatario al presentar su propuesta.  Subrayó que seguir con lo mismo o el mismo sistema financiero,  sería como un suicidio, porque ahora debe imperar un modelo con más política, ya que la gran crisis mató “la ideología de la dictadura de los mercados y la impotencia del Estado”.

“Europa ha comprendido que necesita un verdadero gobierno económico”, lo que será la base para refundar el capitalismo, lo que significa no convertir la competencia en un fin en sí mismo ni abrir los mercados a países que compiten con políticas ilegales  medioambientales, monetarias e impositivas.

El mandatario galo ha ido más al fondo del asunto, creando en Francia un “Fondo de Intervención” para apoyar a grupos industriales “estratégicamente más importantes”.

Pero el cataclismo o devastador huracán financiero pasó de los bancos a la industria, donde las principales automotrices del mundo anunciaron esta semana pérdidas millonarias, surgiendo voces en el Congreso de Estados Unidos que pidieron un plan de rescate de este sector industrial al estilo de cómo se ha hecho con las entidades financieras.  Sólo la General Motors perdió en el primer semestre de este año mil millones de dólares. La situación afecta también a las europeas Volkswagen, Daimler, Renault, Peugeot-Citroen y Fiat, entre otras. En los planes de todas estas multinacionales figura el despido de personal que involucra la eliminación de miles de puestos de trabajo.

La situación de esta industria como también la de otros sectores de la economía global produjeron un  nuevo “viernes negro” en casi todas las bolsas del mundo, con un desplome de la Bolsa de Londres, una baja espectacular en la Bolsa de Francfort y una pérdida de 5,9 por ciento del índice Dow Jones en Nueva York. “El mercado está muerto de miedo ante las perspectivas del futuro. En este momento sólo hay vendedores y no compradores en el mercado”, declaró un operador en la bolsa neoyorquina.

La palabra confianza es hoy clave y su actual déficit es la causa central para explicar el bloqueo global de la economía. Desconfianza de los bancos de prestarse dinero entre sí o desconfianza de ahorristas para sacar el dinero depositado en bancos de dudosa reputación. Este es un asunto que ocupará mucho más tiempo del que estiman algunos políticos, especialmente en un momento en que cada palabra que se dice puede influir en los mercados en uno u otro sentido.

En este contexto se ubica  el denominado “cristinazo”, referido al anuncio realizado por la presidente argentina Cristina Fernández de nacionalizar los fondos de pensiones en su país, cuya respuesta en las bolsas fue devastador, principalmente en Buenos Aires, pero también en Sao Paulo y en las bolsas españolas, en especial para los inversores en Argentina, como los bancos Santander y BBVA y los consorcios Repsol-YPF y Telefónica.

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Walter Krohne
Agencia ORLATINA –  [email protected]
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